Olvidada y ausente dormitas en soledad de lecho y oscuridad,
sobre penumbras de cartón, prisionera del alma,
prisionera.
Ignorante de virus que acechan como luceros sobre
tinieblas,
plegada, sobrante de todos, y necesitada de pocos,
mascarilla de filtro, mascarilla de olvido.
De sueño y embalaje despiertas y te enfrentas al
COVID-19,
bicho pequeño, invisible, de expansión grande, más
que la mar.
Traspasa fronteras, y tú, mascarilla, tan pequeña,
tan delgada,
tan frágil, escuchas briznas de viento y abandonas
tu encierro,
mascarilla de protección, mascarilla de vida y
esperanza.
Gratos despertares trae tu bravura, tan pequeña, tan
divina,
tan preventiva que sujeta partículas sobre perlas de
plata,
en mordaza de coladero y esperanza que antepone
tejidos
de caricia y suavidad en boca humana, de piel
templada,
mascarilla de presa, mascarilla del alma.
Prenda suave y barata abandona las sombras de los
mercados
en abrir de párpados y pasa de céntimos a despotismo
de euros.
Avaricia de comerciantes en manos de especuladores y
piratas
que aumentan tu coste al setecientos por cien, y te
distancian
de vida que evapora y extermina a infectados y
sanitarios,
mascarilla del alma, mascarilla de piratas y
alimañas.
¡Ay, mascarilla del alma!, mascarilla de auxilio y protección,
tan callada, ignorada, y ahora, mascarilla, tan necesitada,
y tan servil, alabada como artista en algarabía de
fama.
Ganas puestos y alcanzas rankings de niveles y precios,
mascarilla de distancia, mascarilla de bolsillos que
dañan.
Generosidad y protesta florece de manos inquietas, solidarias,
entre lienzos y brazos elásticos, costurera del ama,
costurera.
Aguja, hilo, tijera y máquina de coser entrelazas en
amores,
tan delgados,
y tan fuertes que protegen a indefensos,
costurera de mascarilla, generosa y entregada,
costurera divina, costurera del alma.
Agustín Conchilla