Los poetas somos como los leones, después de que nos disparen podemos lanzar nuestras garras. Página administrada por el poeta Ramón Palmeral, Alicante (España). Publicamos gratis portadas de los libros que nos envían. El mejor portal de poetas hispanoamericanos seleccionados. Ramón Palmeral poeta de Ciudad Real, nacido en Piedrabuena.
Contacto: ramon.palmeral@gmail.com.
La mayor satifacción que tengo al escribir es saber que alguien me lea cuando yo esté muerto.
Radical,
esperpéntico y con mucho de astracanada, así es «Farándula», la novela
ganadora del Premio Herralde de este año, que firma Marta Sanz
Actualizado:
Marta Sanz ha encontrado la mejor manera de ser una escritora política: ser lenguaje como se es un cuerpo. «Farándula» radicaliza de tal forma su apuesta literaria que no tienes más remedio que acordarte de los grandes. Pienso en Valle-Inclán,
por ejemplo, quien, por encima de cualquier otra consideración, impone
un lenguaje elocuente por sí mismo. Te habla como nadie puede hacerlo.
Cuando Marta Sanz encadena su estilo con el látigo de enumeraciones y su peculiar modo verbal fluyente –palabras que brotan a borbotones y retuercen su expresividad fonética–,
admites que quizá con «Farándula» haya escrito su mejor libro porque es
el que de manera más directa comunica su lenguaje con el cuerpo.
También porque de esa forma el lenguaje sustituye a la ideología y
desmonta sus mendacidades. Roland Barthes
concluyó su autobiografía con el dibujo de un cuerpo, una simple
nervadura, que denominó «hopalandas de un payaso», como manera de decir
que solamente el cuerpo es el sujeto, sin las mentiras de su representación. Cabe decir también que sin las mentiras de la ideología.
Brillo y mugre
Sólo al final, en el epílogo, desvela Marta Sanz la poética que domina este libro.
El lector podría creer que «Farándula» habla únicamente del mundo de
los actores de teatro, cine o televisión, con un poco de brillo y mucha
mugre. Pero crea una narradora implícita, autora, que lleva la tesis de su novela hasta la generalidad de la escritura,
que también es esfera mimética aquejada del fin de fiesta teatral, como
si el «The End» que marca el apagón de la ficción y el comienzo de la
cruda realidad afectara a todo arte.
El
universo de los actores en nada se parece a las falsas alfombras rojas
de la entrega de los Premios Goya, donde fulgen su éxito muchos «rojos
clicquot», contradictorios como su Daniel Valls; se parece más a la indigencia de otros muchos actores que no son invitados y de los que nadie se acuerda. Marta
Sanz ha pivotado con inteligencia su novela sobre la triple suerte de
un elenco de actrices pertenecientes a tres generaciones: la antigua
estrella Ana Urrutia, en la indigencia total; la madura Valeria Falcón, y
la joven Natalia de Miguel. Son antológicas, por la ironía pero también
por su directa expresividad, las escenas imaginadas al mimetizar el movimientos de actores y de lenguaje en los «realities» televisivos.
Torrente de palabras
Incluso
cuando se sirve de la astracanada y disparatadas o inverosímiles
escenas de la plaza de los Vosgos y la exagerada convivencia de Ana
Urrutia y Charlotte Saint-Claire, Marta Sanz ha hecho teatro dentro del teatro,
e imagina en el fondo una «mise en abyme» en la que se tensan las
relaciones de la economía y el arte, desde la política de las
subvenciones a las mentiras de los eufemismos de la indigencia. «Farándula» es revolucionaria porque impone el lenguaje como forma de literalidad. El lector discurre por un torrente de palabras que ejecutan directamente su expresiva fonética porque la realidad las necesita para decirse. Cuando
hoy la literatura, incluso la que se dice apegada a lo social y reclama
nuevas formas de realismo, huye de su especificidad, Marta Sanz
encuentra en la veta valleinclaniana, radical y esperpéntica, la vía
para que la escritura recupere su corporeidad. En literatura ser cuerpo
es ser lenguaje, sin rehuir lo que todo cuerpo contiene de mocos y caca. Sin esa radicalidad expresiva todo realismo acaba siendo otra falacia.
Marta
Sanz
Marta Sanz (Madrid, 1967) es doctora en Filología Hispánica e imparte clases en la Escuela de escritores. Colabora con El País y Babelia. Ha participado con relatos en volúmenes colectivos y obtenido el premio Vargas Llosa-NH. Ha publicado las novelas El frío, Lenguas muertas, Los mejores tiempos (Premio Ojo Crítico en 2001), Animales domésticos, Susana y los viejos (finalista del premio Nadal en 2006), La lección de anatomía, Black, black, black, Un buen detective no se casa jamás, Daniela Astor y la caja negra, novela galardonada con los premios Tigre Juan, Cálamo-Otra mirada y Estado Crítico, Amor Fou… En 2016 ganó el premio Herralde con Farándula, elegida mejor novela española del año por Babelia y El Cultural. Sus poemarios son Perra mentirosa, Hardcore, Vintage (Premio de la Crítica de Madrid), y Cíngulo y estrella. Ha escrito los ensayos No tan incendiario y Éramos mujeres jóvenes. En 2017 regresó a los géneros autobiográficos con Clavícula. Su última obra es el ensayo Monstruas y centauras, publicado en 2019. Publicado por el escritor Ramón Fernández Palmeral
Los títulos que la Reina se ha llevado de la Feria del Libro de Madrid
Doña Letizia ha inaugurado en el Parque del Retiro una nueva edición de la cita libresca por excelencia de nuestro país
Inés Martín Rodrigo MadridActualizado:Libreros y editores esperaban la cita con ilusión. Saben que Doña Letizia es su mejor lectora, y que ella haya sido la encargada de inaugurar este año la Feria del Libro de Madrid
es la mejor manera, para ellos, de arrancar. Los medios estaban citados
a las 11 de la mañana y el sol, inclemente, ya hacía de las suyas en el
madrileño parque del Retiro. La Reina, con puntualidad británica,
descendió del coche oficial con unos pantalones tipo vaquero, camisa
blanca, sandalias color aguamarina y el pelo recogido en una coleta, y
la comitiva echó a andar por el Paseo de Coches del madrileño Parque del Retiro. Acompañada del ministro de Cultura, José Guirao, la directora general del Libro, Olvido García Valdés, y la alcaldesa de Madrid en funciones, Manuela Carmena, entre otras personalidades, Doña Letizia se detuvo, con interés, en numerosas casetas.
La
primera parada -fuera del recorrido institucional, que incluía las del
Ministerio de Cultura, del Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid y de la
República Dominicana, país invitado este año en la Feria- fue en la caseta de la librería Los Editores. En ella, Doña Letizia fue obsequiada con sendos ejemplares de «La amada más distante. Ensayo sobre "La voz a ti debida" de Pedro Salinas», de Felipe Baeza Betancort, editado por el sello independiente Bookman y «El hombre simiente», de Violette Ailhaud,
publicado por la editorial La Huerta Grande, dirigida por Phil Camino,
quien estuvo charlando durante unos minutos con la Reina. De hecho, Doña
Letizia le comentó que acababa de leer
«"Viaje de invierno" de Schubert» (Acantilado) y que su autor, Ian Bostridge,
le había parecido un «gentleman». En la misma caseta, la Reina también
recomendó la lectura de «La última modelo» (Acantilado), de Franck Maubert, y «Diario de 1926» (La Uña Rota), de Robert Walser.
A continuación, la comitiva se detuvo en la caseta de Media Vaca, premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural en 2018,
donde su editor, Vicente Ferrer, entregó a Doña Letizia tres títulos de
la colección «Libros para mañana», que intenta explicar la política a los más pequeños:
«La democracia», «La dictadura», «Hay clases sociales» y «Las mujeres y
los hombres». Acto seguido le tocó el turno a
Contexto,
la caseta que agrupa a los editores de Impedimenta, Libros del
Asteroide, Nórdica, Periférica y Sexto Piso, todos allí presentes; de
ella, la Reina salió con «Tsunami» (Sexto Piso), la colección de ensayos feministas coordinada por la escritora Marta Sanz -a la que Doña Letizia tiene «muy localizada»-, «Mitos nórdicos» (Nórdica), «Diarios del agua» (Impedimenta), de Roger Deakin, «Los sueños de Einstein» (Libros del Asteroide), de Alan Lightman, y «El ángel del olvido» (Periférica), de Maja Haderlap. En el estand de Páginas de Espuma, su editor, Juan Casamayor, entregó a la Reina «Retablo», un libro de relatos de nuevo a cargo de Marta Sanz e ilustrado por Fernando Vicente.
Después, en la caseta que comparten Fórcola y Antígona, Doña Letizia
fue obsequiada con «Cosas de España» (Fórcola), de Gerald Brenan, y «Monólogos teatrales para adolescentes por adolescentes» (Antígona), un título que le gustó «mucho», según aseguró su editor.
Editoriales de aniversario
Tras saludar a un numeroso grupo de alumnos del Colegio Gerardo Diego de Parla (Madrid), la comitiva llegó a Tusquets, editorial que este año celebra medio siglo de vida. Como bien dijo su editor, Juan Cerezo,
«cincuenta años se cumplen sólo una vez», así que no era de extrañar su
cara de satisfacción al entregar a la Reina los títulos que escogieron
para ella (un miembro de la Casa del Rey preguntó qué se debía, a lo que
Cerezo respondió que era «un regalo», anécdota que se repitió en cada
una de las casetas en las que Doña Letizia se detuvo):
«La muerte del comendador», de Haruki Murakami, «Lluvia fina», de Luis Landero, «De plantas y animales», de la premio Cervantes Ida Vitale, «Vetas profundas», de Fernando Aramburu, y «Agua por todas partes», de Leonardo Padura
(este último, en realidad, se le entregó a la Reina después de que se
interesara por la última novela del cubano, que en 2015 recibió el premio Princesa de Asturias de las Letras).
Enseguida, le tocó el turno a Anagrama,
que también cumple cincuenta primaveras en 2019. Los allí presentes
entregaron a Doña Letizia «The Game», de Alessandro Baricco, una nueva edición de «Los girasoles ciegos», de Alberto Méndez, y «Un día en la vida de un editor», las memorias de Jorge Herralde,
fundador de Anagrama, que este fin de semana no podrá estar presente en
la Feria. De lejos observaban pacientes, bajo el sol, los escritores Elvira Lindo, Rosa Montero, Juan del Val y Javier Sierra,
que esperaban a la comitiva en la caseta del Grupo Planeta; una vez
allí, Doña Letizia charló animadamente con ellos y se llevó sus últimos
títulos: «30 maneras de quitarse el sombrero» (Seix Barral), de Lindo, «Los tiempos del odio» (Seix Barral), de Montero, «Candela» (Espasa), de Del Val, último premio Primavera de Novela, y «El fuego invisible» (Planeta), de Sierra.
La última parada del paseo inaugural de la Reina por la Feria del Libro la protagonizó la caseta de Penguin Random House, donde se encontraban la editora Pilar Reyes,
Patxi Beascoa, director comercial del grupo, y su directora de
comunicación corporativa, Carlota del Amo. De allí, Doña Letizia se fue,
también, con un nutrido grupo de títulos, entre ellos:
«La vida nueva» (Lumen), el último poemario del chileno Raúl Zurita, del que la Reina es una «apasionada»; «Tú no matarás» (Plaza y Janés), de Julia Navarro, «Largo pétalo de mar» (Plaza y Janés), de Isabel Allende, «Reina Roja» (Ediciones B), de Juan Gómez-Jurado, o «Una historia de España» (Alfaguara), de Arturo Pérez-Reverte. Publicado por el escritor Ramón Fernández Palmeral
“La excavación”, cuento de Augusto Roa Bastos: una incesante lucha por la libertad y la vida
Fernando Chelle• Miércoles 29 de marzo de 2017
La guerra, los muertos, los túneles, las víctimas y los victimarios, el complot y la frustrada libertad. “La excavación”, uno de los relatos más representativos del Cervantes paraguayo.
El
texto elegido para el análisis literario pertenece al escritor
paraguayo Augusto Roa Bastos (Asunción, Paraguay, 13 de junio de 1917;
ídem, 26 de abril de 2005). Se trata de un cuento titulado “La
excavación”, perteneciente al libro El trueno entre las hojas, publicado por la editorial Losada, en la ciudad de Buenos Aires, en el año 1953.
El relato tiene como tema central la lucha agónica de Rodi por lograr la libertad, y con ella, la vida.
El trueno entre las hojas
es uno de los libros más importantes de Augusto Roa Bastos, es gracias a
él que el autor paraguayo comenzó a ser reconocido internacionalmente.
“La excavación”, el cuento a trabajar, es el quinto de diecisiete
relatos que componen la obra. Son textos que abordan temas como la
dominación política, el choque cultural, racial y lingüístico paraguayo y
la lucha de los individuos por la supervivencia. El trueno entre las hojas
es una obra que se nutre de la literatura oral-popular del Paraguay. A
través de los cuentos desfilan personajes sufridos, despojados de
libertad y de dignidad. Son hombres violentados, viviendo en medio de la
miseria y de la opresión. Roa Bastos, en esta obra, recurre
frecuentemente al grotesco como recurso descriptivo, para desde esa
perspectiva hiperbólica destacar la miseria y la injusticia. En la
mayoría de los relatos, no es el caso de “La excavación”, una comunidad
natural se ve violentada por la llegada de la civilización; frente a
esta situación, la comunidad primitiva no tiene otra alternativa que
luchar contra la violencia, la degradación y la esclavitud que trae el
triunfo civilizatorio. Las diferentes luchas que se ven a lo largo de la
obra van a estar marcadas por la esperanza de los desdichados
personajes. En “La excavación”, un recluso llamado Perucho Rodi,
que vive junto a casi un centenar de presos en una celda, se encuentra
prácticamente muerto en vida, llevando una existencia miserable. El
relato, que hace referencia tanto a las guerras intestinas paraguayas
como a la guerra del Chaco y que muestra las condiciones paupérrimas de
la vida carcelaria paraguaya, tiene como tema central la lucha agónica
de Rodi por lograr la libertad, y con ella, la vida. La voz del narrador
omnisciente es la que marca la estructura del relato. Comienza la
narración en el presente de la acción y luego hay dos analepsis
(retrospectiva), una para referirse a las crueles condiciones de vida de
los reclusos de la celda 4 (Valle-i) y otra que se centra en la
operación militar llevada a cabo por el protagonista en la guerra del
Chaco.
Líneas generales del argumento
Un
ex combatiente de la guerra del Chaco, de nombre Perucho Rodi, se
encuentra hacinado con otros presos en la celda 4 (Valle-i), un lugar
que en situaciones normales sólo hubiera contado con ocho reclusos.
Todos son presos políticos que están allí desde hace seis meses tras la
finalización de una guerra civil. En principio eran ochenta y nueve
presos, pero al tiempo del relato ya han muerto diecisiete, nueve por
diversas enfermedades, cuatro por las torturas recibidas, dos por tisis y
los otros dos se habían quitado la vida. La situación infrahumana que
viven los reclusos y el deseo ansioso por recobrar la libertad los lleva
a organizarse para excavar un túnel que les permita escapar de la
prisión. Turnándose el trabajo cada cuatro horas, cada día seis hombres
avanzan cincuenta centímetros hacia la libertad. Perucho Rodi, el preso
protagonista del relato, había sido estudiante de ingeniería y además
contaba con la experiencia de haber excavado un túnel anteriormente en
la guerra del Chaco. Ahora, con un plato de borde afilado que había
servido como un arma mortal para otro compañero de celda, excava el
túnel que, según sus cálculos, lo llevaría desde la celda 4 (Valle-i) al
barranco del río Paraguay. La situación de encierro,
enfermedades, torturas y suicidios que se nos cuenta en este relato es
verdaderamente trágica, espeluznante. La celda 4 (Valle-i) es un lugar
donde los hombres apenas sobreviven sostenidos únicamente por la
esperanza de que en algún momento recobrarán la libertad. Al momento de
la narración han pasado cuatro meses de asfixia y trabajo duro, faltan
sólo unos cinco metros para terminar el túnel, unos veinticinco días de
trabajo. El relato de Roa comienza con un desprendimiento de tierra que
al protagonista, en principio, no le parece alarmante. Pero
inmediatamente después se produce un segundo desprendimiento que deja
enterrada la parte inferior del cuerpo del excavador. Como lectores, con
la descripción que hace el narrador de la situación, tomamos conciencia
de que Rodi se encuentra definitivamente atrapado y que nada podrá
hacer para sortear esa situación. No hay forma de que vuelva a la celda
ni de que llegue al barranco, porque la distancia todavía es muy larga.
El narrador, en un estilo indirecto libre, comienza a mostrar cuáles son
los pensamientos de Perucho Rodi, que no interpreta con claridad lo que
le acaba de suceder. Su deseo imperioso por lograr la libertad lo lleva
a confundirse y a tener una desmedida esperanza. A medida que la
asfixia avanza el excavador comienza a recordar su etapa de soldado en
la guerra del Chaco. Hay en los pensamientos de Rodi una retrospectiva,
pareciera como si el túnel que está cavando al único lugar que logra
llevarlo es a donde viven sus recuerdos, donde casualmente se encuentra
otro túnel. En la guerra del Chaco, que enfrentó a paraguayos y
bolivianos, en el frente de Gondra, las trincheras enemigas estaban
apenas a cincuenta metros de distancia. Perucho Rodi, junto a otros
catorce hombres, cavó en dieciocho días un túnel de ochenta metros,
desde la trinchera paraguaya hasta la parte posterior de la retaguardia
de los bolivianos. Esto hizo que de esa batalla saliera vencedor, ya que
gracias a la estratagema del túnel pudo tomar por sorpresa al enemigo.
Los recuerdos de Rodi pasan a convertirse en una alucinación, en un
delirio, y el relato adquiere una característica de circularidad.
Perucho Rodi no logra distinguir, o mejor, interpreta que las ochenta y
nueve víctimas acribilladas en la noche de Gondra son los ochenta y
nueve reclusos de la celda 4 (Valle-i). Las caras de aquellos hombres de
la guerra del Chaco han pasado a ser las de sus compañeros de celda, y
aquel soldado boliviano a quien ametralla se le parecía tanto a él mismo
que lo hubiera tomado por su hermano mellizo.
La genialidad de Roa está en el juego que establece entre pasado y presente a través de los pensamientos de Perucho Rodi.
Perucho
Rodi muere asfixiado. El túnel no logra llevarlo a la libertad, ni a él
ni a ninguno de sus compañeros de celda; es más, será la excusa y la
fachada que utilizarán los guardias de la prisión para terminar con
todos los reclusos. Cuando los carceleros descubren el túnel de la celda
4 (Valle-i) se inspiran de forma macabra. La noche siguiente al
descubrimiento del túnel, los reclusos encuentran el cerrojo de la
puerta descorrido. Pese a lo inexplicable de la situación, no sospechan
de una posible emboscada. Salen, encuentran todo desierto, franquean una
puerta trasera que daba a una callejuela y caen en la trampa. Son
eliminados en pocos segundos por un fuego cruzado de ametralladoras. Es
una muerte similar a la que sufrieron los bolivianos del frente de
Gondra a manos de Rodi y otros soldados paraguayos. Los jefes de
la prisión pudieron tergiversar la verdad ante la opinión pública,
contaban con una explicación satisfactoria de los hechos, pudieron
mentir con la verdad. Allí estaba el túnel que nadie quiso examinar y
que hacía creíble la versión de que los reclusos habían querido fugarse.
El relato se cierra mostrando la invariabilidad de la situación
carcelaria, ya que se refiere que el túnel fue tapado y poco después la
celda 4 “volvió a quedar abarrotada”, lo que muestra que un ciclo
macabro volvió a comenzar.
Una pequeña reflexión
Este
es un relato que podríamos calificar como típico de Augusto Roa Bastos.
En él están implícitas la protesta social, la denuncia por las
condiciones de vida de los menos favorecidos, la defensa de los derechos
humanos y la lucha contra la injusticia. Está presente también algo que
se dijo al principio de este artículo, la esperanza del desdichado
personaje en medio de una situación completamente adversa. La esperanza
está presente ya en el hecho de la decisión de excavar el túnel por
parte de los reclusos, pero la vemos también en los pensamientos
confundidos del agonizante Rodi. Unos pensamientos que no están exentos
de culpa porque antes de su muerte Rodi recuerda lo que lo atormenta,
las muertes que carga de la guerra del Chaco. La genialidad de Roa está
en el juego que establece entre pasado y presente a través de los
pensamientos de Perucho Rodi. Este recluso, que se encuentra en el
presente de la narración en una situación infrahumana y que es víctima
de abusos e injusticias, en el pasado fue el victimario de ochenta y
nueve bolivianos a quienes masacró mientras dormían. Visto de esta
forma, él también resulta un traidor de la fraternidad humana, por eso
se siente culpable. Por eso los ochenta y nueve rostros de los soldados
bolivianos del pasado pasan a ser los ochenta y nueve rostros de los
reclusos paraguayos del presente, incluido el propio Perucho Rodi, que
se ve reflejado en aquel soldado enemigo a quien abatió con su
ametralladora en la noche inolvidable del frente de Gondra.
(Este artículo pertenece al libro El cuento latinoamericano en el siglo XX).
Escritor uruguayo (Mercedes, 1976). Autor de los libros Poesía de los pájaros pintados (2013), Curso general de lectoescritura y corrección de estilo (2014), El cuento fantástico en el Río de la Plata (2015), Muelles de la palabra (2015), Las otras realidades de la ficción (2016), El cuento latinoamericano en el siglo XX (2016), SPAM (2017) y Las flores del tiempo
(2018). Ha formado parte de diferentes antologías poéticas. Sus poemas,
ensayos y críticas literarias se han publicado en revistas, periódicos y
portales literarios de numerosos países. Parte de su obra ha sido
traducida al inglés, al italiano y al portugués. Es cónsul, en Uruguay,
del Parlamento Internacional de Escritores de Cartagena; coordinador, en Cúcuta, del Parlamento Nacional de Escritores de Colombia y miembro de la Asociación de Escritores de Norte de Santander.
Ha recibido, entre otros reconocimientos, el Premio Nacional de Ensayo
Literario (Colombia, 2017), el Premio Regional de Periodismo (Colombia,
2017) y el Premio Internacional de Poesía Caños Dorados (España, 2017).
Es coordinador del Laboratorio de Escritura Palabra Escrita, en la Universidad Francisco de Paula Santander (UFPS), y forma parte del programa radial Diáspora, que se emite todos los jueves y domingos por la UFPS Radio 95.2 FM.
Con su estilo lineal y sencillo, Carlos Bermejo recopila
en este volumen cuentos y relatos autobiográficos y otros escritos sobre
pintura y literatura; publicados unos en su cuenta de Facebook y otros
inéditos, con la intención de que no se pierdan en la selva oscura de la
red o queden sepultados para siempre en el cajón sin fondo del disco
duro de su ordenador. En «Ganándole tiempo a la muerte» y «La vista del
ladrón» juega a embaucar al lector haciéndole creer que está ante un
hecho real cuando tan solo es un sueño. Por el contrario en «El zapatón
del punto rojo» narra el trágico suceso de un crimen del que fue testigo
de cargo en su adolescencia, aunque las absurdas motivaciones del
criminal nos hagan dudar de su verosimilitud. Y para una posible segunda
parte de su entrañable autobiografía «Historia de yo», incluye ocho
capítulos nuevos. Para retroceder en el tiempo inserta algunas de las
crónicas que desde Madrid escribía para una emisión semanal en la
desaparecida emisora Radio Molina de la Red de Emisoras Populares de la
Iglesia. Tras ellos, y con el fino humor que lo caracteriza, flagela su
ego con una autocrítica llevada a cabo por su alter ego apócrifo y con
la opinión sobre su pintura de un crítico inexistente, un tal Carlos de
Villaelena. En línea con su faceta de pintor incluye dos relatos con los
títulos «La pintura: mi droga» y «Mi tema», en los que de forma
apasionada nos dice lo que representa para él la pintura y explica por
qué es pintor marinista. Continúan artículos de opinión sobre la pintura
en general, sobre sus amigos Vladimir Radionov, pintor, y Pilar Galán,
la escritora. Nos encontramos con otros sobre Turner, Sorolla y Antonio
López. Tampoco faltan en el libro artículos sobre su técnica narrativa,
para finalizar con la semblanzas de los trece compañeros pintores que
pasaron por el taller Miran un cuadro, que él dirigió durante doce años
en la Asociación de Artistas Alicantinos y que no están incluidos entre
los treinta y dos que figuran en el libro que con ese título editó.
Biografía del autor
Natural de Molina de Segura (Murcia), reside entre
Alicante y San Vicente desde mayo del 68. Lector empedernido desde la
niñez y escritor en la adolescencia, escribió su primera novela a los
catorce años. Con el secreto deseo de hacerse escritor marchó a Madrid a
mediados de los cincuenta. Frecuentó tertulias literarias y se presentó
a algunos premios literarios, sin éxito. Militar profesional, nunca
abandonó su afición por las letras, como así se refleja en sus veinte
años que estuvo como colaborador en varias publicaciones de prensa.
Actualmente escribe y hace crítica de arte en diversos medios.
Conferenciante, presentador en exposiciones y catálogos, ha escrito y
editado los libros Mirar un cuadro y algo más, en el que recoge las
semblanzas de numerosos pintores que han pasado por el taller que él
dirigió y presentó en la Asociación de Artistas Alicantinos; Sorolla
pintor de la luz, en colaboración con Pilar Galán; Historia de yo,
autobiográfico, y Carola Montes quiere ser tu amiga en Facebook, novela
de ficción. Figura en el libro Pintores alicantinos 1900-200 y en el
Diccionario de Artistas Valencianos. Administra
https://www.facebook.com/carlosbermejoescritor/
Todos
hemos pasado por eso. Te matas hasta las cuatro de la madrugada
escribiendo un cuento, dándole forma a una historia que, cuando se te
ocurrió, pensaste que destronaría a los pesos pesados del género;
escribiste sin parar inventando diálogos, ambientes y situaciones,
poniendo lo mejor de ti para lograr la gran meta, que no es otra que la
atención del lector. ¿Y qué pasa al final?
Nada. No pasa nada.
Envías
el cuento a un concurso y no recibes la tan ansiada llamada. Lo envías a
una revista y no te lo aceptan. Pruebas con otro concurso y otra
revista y el resultado es el mismo. Vuelves a probar, y nada. Apenas
consigues que lo lean algunos amables contactos en tus redes sociales
que te dirán: “Está muy bonito, sigue así”.
¿Sabías que Letralia te envía a tu correo material formativo como este? ¡Suscríbete ya!
No
existe una fórmula mágica para que un cuento tenga éxito. Pero sí
existen algunos errores que en definitiva impedirán que tu cuento llegue
a su objetivo, el lector. Aquí desenmascararé a los culpables más
culpables en el fracaso de un cuento.
Error 1: narración plana
Una de las primeras cosas de las que hablo en mi taller de cuento
es que toda la información con la que nos inspiramos para escribir un
cuento proviene de cuatro únicas fuentes. Dos de esas fuentes pertenecen
a la realidad en la que vivimos y las otras dos a esa supercomputadora
que tienes dentro del cráneo. ¿Cuál es el error? Narrar la historia
tratando de reproducir al milímetro cada detalle de la información que
extrajiste de esas fuentes.
Escribir un cuento es algo que va más allá de enumerar los hechos que componen una historia.
Es
común, en autores que se están formando, creer que escribir un cuento
consiste en enumerar uno a uno los hechos de la historia que recibieron
por una o más de esas cuatro fuentes. El problema es que enumerar hechos
es hacer una narración plana, es lo que hacemos cuando hablamos con
alguien, mientras que escribir un cuento es emprender una obra de arte.
Hay un trecho muy amplio entre una y otra cosa.
Cuando me topo con
un cuento que empieza con algo como “era una mañana fría y gris en
aquel pueblo de la costa…”, ya sé que el autor no escribió un cuento, no
hizo una obra de arte, sino que se dedicó a enumerar hechos. Lo más
probable es que en ese texto haya diálogos extensos en los que se
reproducen hasta los buenos días que se dan dos o más hablantes, o
complicadas explicaciones sobre los desplazamientos o sobre las razones
de tal o cual interacción entre dos o más personajes.
Todo esto no es más que grasa: es información que agrega poco o nada al cuento.
Un
cuento tiene su realidad interna y ésta es independiente de la realidad
real. Tratar de introducir a la fuerza cada detalle de la realidad real
por lo general convierte al texto en una enumeración de hechos y
termina espantando al lector.
Un
cuento debe ser conciso: cada frase, cada giro, cada palabra debe tener
precisión y peso y ser insustituible en el contexto de lo que se está
contando.
Error 2: personajes falsos
De todos los superpoderes que tiene un escritor, mi preferido es el de crear personajes.
¿Te
has puesto a pensar alguna vez en la importancia de darle forma a
alguien que tendrá un lugar en tu historia, que reaccionará ante
estímulos y resolverá situaciones, que quizás se enamorará o será un
héroe o un villano, que tendrá hijos o incluso morirá? A mi modo de ver,
crear un personaje es un poder que nos convierte un poco como en
dioses.
Pero ya nos lo dijo el tío Ben:
Y
la responsabilidad que tenemos para con nuestros personajes es
convertirlos en seres verosímiles, tan verosímiles que el lector se los
crea. Toma nota de esto: un personaje no es sólo un nombre que “hace cosas” dentro de tu cuento.
Siéntate
a pensar: ¿qué es lo que quiere un lector cuando se sienta ante un
cuento? Lo que quiere el lector es que lo engañes, que lo convenzas, y
eso sólo se consigue con lo que comenté al final del primer punto acerca
de que cada elemento del cuento tenga peso y sea insustituible.
Esto
incluye a los personajes: si los modelas con una personalidad pobre que
los lleva a tomar decisiones incomprensibles, nadie se los va a creer.
Ponlos también a resolver situaciones, porque un personaje perfecto, un
sabihondo o alguien a quien todo le sale bien es una vía rápida para que
tu cuento acabe en la basura.
Objetivo y coherencia son los dos pilares para construir personajes verosímiles.
Para construir un personaje verosímil tienes que valerte de dos pilares fundamentales.
El
primer pilar es que el personaje tenga un objetivo en la historia, y
que cada uno de sus movimientos se dirija hacia ese objetivo. No importa
que el personaje sea un héroe, un villano, alguien poderoso o un
completo perdedor: si está en el cuento es porque tiene un objetivo, así
que no pierdas tiempo en descripciones minuciosas si las
características que incluyes en esas descripciones no ayudan en nada a
que el lector comprenda ese objetivo.
El segundo pilar es que tus
personajes sean coherentes, lo que implica que deben ser coherentes con
la historia en la que están envueltos pero, mucho más importante, que
sean coherentes consigo mismos. La psicología del personaje es uno de
los principales ingredientes de la coherencia que debe prevalecer en la
realidad interna del cuento.
Error 3: escritura descuidada
Es muy importante que tu cuentos no tengan errores de redaccion o ortografia.
¿Lo
notaste? La línea anterior presenta seis errores. Considerando que son
sólo trece palabras, eso es ¡casi la mitad de la frase! Los errores
formales —ortografía, gramática, sintaxis, puntuación— dificultan la
comprensión de tu cuento y son un obstáculo para una buena figuración en
un concurso o para que te lo acepten en una revista.
Con frecuencia me encuentro con gente que dice cosas como: “Pero si apenas fueron unas tildes que me comí…”. ¡Craso error! No pongas excusas en este sentido.
Un
médico, un albañil o un mecánico deben mantener limpios y ordenados sus
herramientas e instrumentos, y deben tener la capacidad de usarlos de
forma correcta.
Imagina a un cirujano que se excuse de hacer mal
su trabajo: “Pero si apenas fue un pedacito de algodón que dejé dentro
del paciente”. La diferencia es que en el caso del cirujano el paciente
puede morirse, mientras que en el caso del escritor lo que se muere son
las posibilidades de que el cuento llegue a buen puerto.
El
escritor trabaja con el lenguaje y uno siempre debe tener respeto por
su trabajo. Al terminar de escribir un cuento, dedícale unas horas a
corregirlo.
Esfuérzate en
estudiar las normas del idioma. Aprende a conocer tus fallas y tómate tu
tiempo en solucionarlas. ¿Tienes problemas con la acentuación? ¿Se te
hace difícil entender los secretos de la puntuación? ¿No terminas de
entender bien los tiempos verbales? Hay abundante documentación
disponible sobre estos aspectos, tanto en Internet como en el mundo
real.
Algo que mucha gente ignora es que conocer a fondo el
idioma, quizás no al nivel de un lingüista pero sí como el trabajador
del idioma que eres, te permitirá subvertirlo y crear nuevas formas de
decir las cosas. Por otro lado, no te cierres a la posibilidad de contratar a un profesional que revise tus textos.
Bonus track: llover sobre mojado
Desde que J. K. Rowling se hizo famosa con Harry Potter han
aparecido millares de historias sobre chicos magos. Este fenómeno no es
nada nuevo: el vertedero de basura está repleto de relatos que se
parecen demasiado —en estilo y temática— a los de autores influyentes,
que pueden ir desde Gabriel García Márquez y Paulo Coelho hasta Isabel
Allende y Agatha Christie.
Plagios, plagios involuntarios e historias trilladas son la trilogía indeseable de la literatura.
Escribir
un cuento que ya escribió otro autor es un error imperdonable aunque
introduzcamos circunstancias, personajes, ambientes y lenguajes
distintos a los del original. A veces este es un error involuntario:
quien lee a un gran autor puede terminar copiando el estilo o los temas
de su ídolo. Es obvio que cuando se hace de forma voluntaria es más
grave, pues implica que se está cometiendo un plagio.
Por otro
lado, suele darse el caso de que el cuento no es una copia de algo
escrito antes por un autor concreto, pero sí es lo que llamamos “una
historia trillada”: un argumento que ya hemos visto de distintas formas
en la literatura o el cine. Cuentos así son, en el mejor de los casos,
predecibles, y no hay lector serio que quiera perder su tiempo con esto.
Un consejo final
Si aspiras a ser cuentista asume el compromiso de formarte
pero, por encima de todas las cosas, piérdele el miedo a los errores.
Cometer errores, revisarlos y esforzarse en evitarlos es la forma de
crecer en este oficio. Ya lo dije más arriba: no existe una fórmula
mágica para que un cuento tenga éxito. Pero sí que existe una para
evitar en lo posible estos errores, y no es otra que leer mucho a los grandes autores, escribir las historias que nos hubiera gustado leer y corregir una y otra vez.
Escritor
venezolano (Cagua, Aragua, 1971). Dirigió entre 1989 y 1990 la Peña
Literaria Cahuakao, en Cagua y, entre 1990 y 1993, el semanario El Tabloide, de la misma ciudad. Desde 1996 edita la revista literaria Letralia, Tierra de Letras, la primera publicación cultural venezolana en la red. Ha publicado, entre otros títulos, los libros de cuentos Dios y otros mitos (1993) y Uno o dos de tus gestos(2018), las novelas breves Los títeres (1999) y Juez en el invierno (2014), la antología de narrativa venezolana Próximos (2006; bilingüe, chino-español), la novela El rastro (2009) y la plaquette de poesía Mar baldío
(2013). Textos suyos han aparecido en diversas antologías dentro y
fuera de Venezuela. Ha obtenido, entre otros, el primer lugar en el X
Concurso Anual de la Universidad Central de Venezuela (Maracay, 2002) y
en el Concurso de Minicuentos Los Desiertos del Ángel (Maracay, 2012).
Además, con Letralia recibió el Premio Nacional del Libro
(Caracas, 2007) y ha sido en dos ocasiones finalista, y una vez mención
honorífica, de los premios Stockholm Challenge (Estocolmo, Suecia,
2006, 2008, 2010). Su novela El rastro, publicada en Internet entre 1996 y 2008, recibió en 2007 el puesto Nº 32 en la lista “Las mejores 100 novelas de la lengua española de los últimos 25 años”, de la revista Semana, de Colombia. Textos suyos han sido traducidos al francés, inglés, italiano, catalán, esloveno y chino.
Consuelo Giner, Poeta Invitada de “La Mirada Actual”
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Consuelo Giner Tormo
L.M.A.
24 de mayo de 2019
María Consuelo Giner Tormo, 1957 (Alicante, España).-Doctora cum laude en Filosofía por la Universidad de Murcia. Licenciada en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Alicante. Catedrática de Historia (Conservatorio Superior de Música de Alicante). Presidente de la Asociación artístico-cultural Espejo de Alicante, desde su creación, en enero de 2003. Miembro del grupo poético Amarilis. Ha editado varios libros vinculados con su profesión, comoMúsica para todos y todos para la Música; Manuel Berná, vida y obra;Estética aplicada a la música...Ha pronunciado más de 50 conferencias y participado en mesas redondas, con temas como “Óscar Esplá, un humanista del siglo XX”, “Ravel”, “Ruperto Chapí”, “El intérprete musical”, “El público”, “Las cantigas de Santa María”, etc. Ha ganado premios en tres concursos de poesía: “Cuevas de Canelobre” (Busot, Alicante), “Haikus” (Renfe, Madrid), y, recientemente, el Primer premio internacional “Rey Felipe VI” (Hermandad Nacional Monárquica de España, Madrid).