RAYOS
QUE ABRASAN
Rayos de fuego entran por el hueco de mi ventana,
destellan sobre espacio lúgubre, de paz y sosiego,
y fusionan con partículas de polvo en suspenso,
cual diminutos fantasmas vigilan mi entorno
en soledad y en silencio de figuras flotantes.
Desde la ventana siento deslumbrar la vida a través
de abejas que zumban sobre requiebros de macetas,
se posan sobre rosas y degustan pétalos de amores,
a esquiva de gorriones que gritan, entonan conquista
y pleitean poderío entre saltos y bailes pomposos.
Una letrilla suave escapa al viento, lo escucho
sublime,
desde la soledad de mi lecho de jovenzuelo confinado,
y percibo susurros que anhelan paz y preparan
batalla
sobre onda de primavera, dulce y suave como la seda.
Me arrimo al ventanal, despacio, y descubro dos
piernas
de mariposa sobre tela rabicorta, torneadas, y magnetizo.
Mi corazón despierta, late deprisa, sobre llama de
fuego
que se agita y perturba a través de furia que
ametralla.
Sus manos suaves, como terciopelo sobre piel labrada,
despiertan mi deseo, dirijo la vista a sus ojos de
cristal,
me alejo de fantasías de noche misteriosa, de
tiniebla,
y centro atenciones sobre mimos y caricias,
despierto.
Añoro la dulzura del cielo sobre algodones plateados
que ocultan la luna, como sociedad a señora desnuda,
y corre por mis venas en caudal de río que se despeña
por altura de caída, en furia de enamorado, y me
lanzo
sobre la cuenca del pantano que entra en su pecho
y me contengo sobre la presa de sus labios.
Por Agustín Conchilla