Categoría (General, Marketing para vender libros, Publicar un libro) por Manu de Ordoñana el 20-11-2014
Tags : autoedición-pura-y-dura, editor unipersonal, ejercicio-narrativo, escritores-de-buena-fe, escritores-eruditos, escritores-primerizos, novela-de-diez
Cada vez hay
más gente que quiere escribir un libro y cada vez hay menos lectores. Si a
eso se añade la irrupción del libro digital, la piratería y el avance
progresivo del comercio electrónico, no me extraña que el sector editorial ande
un poco revuelto. En ámbito tan confuso, el
gran perdedor es el escritor honesto, con talento, que no encuentra el
camino para que su obra sea leída y poder así obtener un salario digno que le
permita seguir escribiendo.
Antes el escritor era un personaje singular que
gozaba de crédito, un erudito por quien el pueblo sentía admiración y respeto.
Hoy la democratización de la sociedad ha devaluado su figura, hasta el punto de
que ya el vulgo supone que la corona de laurel está al alcance de cualquiera.
El contenido importa poco, la técnica se aprende. ¿Cuántos
talleres de escritura se imparten hoy en España? Nadie lo sabe a ciencia
cierta, pero el número se ha disparado en los últimos años.
¿Cuál ha sido la semilla que ha hecho brotar
tantas vocaciones? Serán muchas, pero una —quizá la más importante— es la
facilidad que existe hoy para publicar un libro. No creo yo que ganar dinero
sea la motivación primera de un escritor sensato, en un mercado en que la
oferta supera ampliamente a la demanda.
Escribir libros es un oficio suicida, sólo se entiende como “hobby”… y para
satisfacer el ego.
Hoy en día existen múltiples formas de publicar
un libro, unas mediante un desembolso económico previo, otras totalmente
gratuitas. A poco que uno disponga de un ordenador y domine el tratamiento de
textos, está capacitado para escribir una novela, maquetarla y darle forma,
para imprimirla o convertirla en un ebook. Éstos son los viales más
concurridos:
1.- Buscar un editor tradicional,
preferible uno pequeño que uno mediano. El escritor ya sabe que el grande
no le va a hacer caso, así que mejor probar fortuna con uno de menor alcance.
Su modesta economía no le permite equivocarse muchas veces, lo que le hará ser
riguroso en la selección del manuscrito. Si se lanza a la aventura, por
la cuenta que le trae, va a destinar buena parte de su energía a promocionar el
libro y, aunque el éxito no sea masivo, dará al autor alguna satisfacción.
Cada vez son más numerosos
estos editores independientes, que se atreven a publicar obras de calidad
escritas por autores desconocidos. El problema es cómo conocerlos.
Afortunadamente, están apareciendo empresas de servicios literarios —Tregolam
es una de ellas— que, mediante un canon al alcance de cualquier
bolsillo, ayudan al escritor a ponerse en contacto con ellos, previa
elaboración de un informe literario favorable de la obra. Como conocen bien el
medio, saben elegir el “partenaire” adecuado, con lo cual sube la posibilidad
de que sea publicada.
2.- La
coedición es una fórmula que últimamente se ha puesto de moda. El autor
contrata el servicio de alguna de esas editoriales de nueva generación mediante
un acuerdo, en el que aquél —el autor— se compromete a financiar parte de la
inversión —si no el cien por cien—, a cambio de promesas que, cuando no se
cumplen—lo que ocurre con cierta frecuencia—, la
experiencia termina de mala manera. Y es que, con muy poco dinero,
cualquiera es capaz de montar una pequeña editorial —incluso en su propia
casa—, de carácter unipersonal y atraer a escritores de buena fe cuya sola
ilusión es que alguien le publique
3.- La
autoedición pura y dura. El autor lo hace todo: escribir, corregir,
maquetar, diseñar la portada, redactar la sinopsis, solicitar el ISBN y hacer
el pedido a la imprenta. Luego hay que almacenar, distribuir y vender. Para
ello, tendrá que crear su propia tienda online —no es tan complicado como
parece, si tienes una página web— o anunciarlo en los portales de venta de
libros que hay en Internet (del estilo de Amazon). Es un procedimiento algo
complicado que exige tiempo y dinero, pero que trae recompensa… si se hace
bien.
4.- La
impresión bajo demanda consiste en imprimir un ejemplar —o un número
reducido— cada vez que se recibe un pedido. El libro se incorpora a la librería
digital del editor-impresor y el autor no tiene que hacer desembolso alguno.
Como contrapartida, recibirá un porcentaje variable entre el 70 y 80% del
margen bruto resultante, tras descontar del precio de venta los costes de
impresión, manipulación y transporte.
Esta modalidad, que en principio parece un regalo
del cielo para los escritores primerizos, tiene su cara oculta. El coste de
imprimir un libro —o una tirada corta— en papel es alto y el precio de venta
que resulta, excesivo. Aun así es una fórmula que terminará por imponerse, ya
que la tecnología productiva seguirá avanzando hasta conseguir que el coste de
fabricar 50 o 100 ejemplares disminuya a valores razonables, con lo cual el
autor podrá asumir la inversión, sin quebranto grave de su economía.
De hecho, Penguin Random House,
el mayor grupo editorial del mundo, acaba de lanzar una nueva
plataforma de autopublicación de libros en español megustaescribirlibros.com
que ha tenido un cierto éxito entre los escritores no profesionales. Ofrece un
servicio de publicación bajo esta fórmula de “impresión bajo demanda”, tanto en
formato papel como en digital, así como el marketing para vender el libro a
través de Internet —al parecer, no con su sello editorial ni en su cadena de
librerías—. El programa incluye un servicio “obligatorio” de reconocimiento del
manuscrito para su evaluación por un editor, con lo cual, para tener alguna
posibilidad de éxito, hay que desembolsar “una pequeña cantidad”, no inferior a
3.000 euros. No está demás saber lo
que opina Mariana Eguaras sobre este proyecto.
Muy bien. De una u otra manera, el libro ya se ha
publicado y se puede comprar a través de Internet —llegar a las librerías es
más complicado— a un precio razonable. El autor se las promete muy felices, los
primeros días venderá unos cuantos ejemplares —los que compren sus familiares y
amigos—, pero pronto llegará la decepción. Una sequía de resultados que le causará
tristeza, dolor e impotencia, tras haber consumido dos o tres años de trabajo
intensivo para crear “su obra”, la ilusión de su vida.
Algo ha fallado… porque la novela es de diez. No
basta con que el producto sea maravilloso y dé respuesta a las exigencias del
cliente. Hay que cumplir los
requisitos que el marketing recomienda. El libro no deja de ser un producto
más de consumo y, por lo tanto, sujeto a las leyes de la mercadotecnia. Los
principios de esta ciencia dicen que, para maximizar las ventas de un producto,
en cada segmento de mercado, hay que combinar con acierto los cuatro elementos
que incitan al consumidor a comprarlo:
No basta con estar bien situado en una o en
varias de esas parcelas, hay que estarlo en todas y en cada una de ellas, de
manera armonizada. Los escritores, en general, saben construir el producto,
pueden dar un precio razonable si
prescinden de los intermediarios y tienen remedios para distribuirlo a
través de la web, las nuevas tecnologías se lo permiten. Tres de las
condiciones se han observado, pero no la última —la difusión del libro, la
promoción del autor—, sin la cual no hay venta posible.
Hasta no hace mucho tiempo, el responsable de esa
labor era el editor, a través de sus relaciones con los medios de comunicación,
cuyas secciones de cultura acaparaban las novedades que iban apareciendo en el
mercado. Hoy la influencia de los medios sobre el gran público se ha reducido y
han surgido otras fuentes de información que nutren a los cada vez más
numerosos lectores de la era digital.
Pues bien, el autor de talento que ha escrito una
novela, un libro de cuentos, un ensayo, una biografía —los poetas lo tienen más
difícil— ha de tener muy claro que la propaganda ha sido siempre el factor fundamental
que ha definido el éxito de cualquier producto de consumo nuevo —como es el
libro— que sale al mercado, incluso por encima de su valor literario. No hay
más que echar un vistazo a lo
que publican las editoriales de siempre para comprobarlo.
Y en este nuevo contexto, como esa labor ya no lo
hace el editor, el único que le puede sustituir es el propio autor. En el
modelo nuevo, si un escritor quiere triunfar, ha de ser “un poco empresario”
y dedicar su tiempo y su dinero a quehaceres más prosaicos que el mero
ejercicio narrativo. Y como esos dos oficios son contrapuestos —tanto por
actitud como por aptitud—, el desenlace no se ha hecho esperar: autores
competentes, que saben contar historias, nunca serán conocidos, sus libros
se pudrirán en el sótano de cualquier librería. Y lo que es peor todavía, el
espacio que ellos han dejado ha sido ocupado por escritores ingeniosos que, con
un discurso populista, han sabido descubrir la receta. La sociedad ha salido
perdiendo.
Y sin embargo, la solución no es tan compleja,
las nuevas tecnologías acuden de nuevo en nuestro auxilio. En Internet, hay
numerosos artículos que aconsejan sobre lo
que hay que hacer antes de lanzar un libro al mercado. Con poco dinero, se
puede organizar una campaña de publicidad, utilizando las herramientas que te
proporciona la web, para llegar a ese público perspicaz que anhela respirar de
nuevo aire fresco.
Por suerte, empiezan a surgir en el panorama
literario consultores externos que ofrecen ese servicio. Ya sólo falta que el
escritor se percate de su importancia, para que él se desvincule de esa tarea y
dedique todo su tiempo a lo que es su máxima aspiración: escribir.
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