(Poemario épico de Ramón Fernández Palmeral)
EL FASTUOSO VIAJE DE HOMERO A TARSIS DE LA MANO DE PALMERAL POEMANDO LA BELLEZA.
Homero, aquel vate ciego, de orígenes
y tiempos desconocidos, nos lego los poemas épicos mas hermosos y acaso el
origen de todos los tiempos para quienes amamos la poesía y estamos orgullosos
de nuestro origen greco-latino.
Con esta emoción retoma el camino
perdido el gran escritor y poeta Ramón Fernández Palmeral en su reciente libro que titula “La Cólera de Aquiles”, como
“Poemario Épìco” para contribuir también
a llenar de belleza estos tiempos que vivimos que no pueden quedar reducidos a
un campo yermo y solo lleno de espinas.
Dedicado “A todos los hombres que
alguna vez quisieron ser héroes”, lo inicia “A modo de ventana que grita”,
diciéndonos cómo este poema épico es “un viaje de Homero a Tarsis, capital de
las Hespérides, en la delta de un gran río que los árabes, siglos después
llamaron Guadalquivir, reino de Argantonio del que hablara Anacreonte o
Herodoto”. Y al poco en su “Canto Primero”, Palmeral, nos regala un precioso
poema dedicado a Homero, que no me resisto a trasladar a este comentario, que
espero me permita su autor:
“Ojos de Zeus sin odio turbio
la herida de tu frío beso
la ceguera desde tu divina mano
protectora del Monte Olimpo
Viento que al alba la luz consume
y tu colérico ego borra,
detrás del paño, oculta
negro y vengativo el rostro
de los divinos rayos destructores.
Un día en Quios o en Ios; islas del Jónico,
un niño llamado Lysander, de apodo Homero
plantó pie en el mundo transitorio de la vida, siete
años para estar ciego por una abeja.
El divino ciego, iluminado por Zeus, el dios de
los dioses, concedió la gracia para: La Ilíada y la
Odisea las mayores aventuras
clásicas.”
Y Homero nos dejo las dos
epopeyas heroicas de todos los tiempos, La Ilíada y La Odisea.
La Iliada es un pasaje de
aquella guerra que duro diez años que se inició cuando Helena, mujer de Menelao,
rey aqueo, fue raptado o seducida por el príncipe Paris, hijo de Príamo rey de
Ítaca, también llamada Ilión, llevándosela consigo, y ocasionando tras un largo
asedio finalmente la destrucción de aquella.
Es un poema coral, como todas las
guerras. Coral y cuerpo a cuerpo, donde concurren dioses, hombres y estridentes armas en una
enorme tragedia cargada de emociones. Y es un pasaje presidido por la cólera de
Aquiles, hijo de la ninfa Tetis y de Peleo, nació en Ftia, ciudad de Tesalia,
al que su madre sumergió en la laguna Estigia para lograr su inmortalidad,
olvidando de sumergir su talón.
Acompañando a los aqueos en el rescate de
Helena, fue ultrajado por el propio jefe de las tropas griegas, Agamenón, al
sustraerle a su amada Briseida, por lo que juró no pelea más por la causa de los griegos,
encerrándose en su tienda durante un año entero permaneciendo alejado del combate.
Y Homero comienza su poema La Ilíada, con la expresión de
la cólera de Aquiles, ante tal hecho, diciéndonos en el Canto I:
“La cólera canta, diosa, de
Aquiles hijo de Peleo, cólera funesta que un dolor infinito causo a los aqueos
y tantas valerosas almas de héroes arrojo al Hades, haciéndolos presa de perros
y de todas las aves… ”
La guerra, empero continua. Héctor,
hijo de Príamo, mata en singular combate a Patroclo, el gran amigo de Aquiles,
lo que le hace incorporarse de nuevo al combate, ahora mas fieramente si cabe, para aniquilar a Héctor, al que perfora sus
tendones y arrastra su cadáver por la tierra, ultrajándolo hasta el límite, y
restituyendo por fin el cadáver, ante sus llorosos ojos, a su padre, Príamo.
Y nos dirá Palmeral en su libro:
“Y como si la cólera de Aquiles
no
fuera suficientes espada de temor
en
sangrienta lucha, volador de
piernas
y zancos en las rodillas, retó a
Héctor
en lucha terrible y tremenda de
rojos
carmines en la herida del pecho
incólume hasta darle vida.
Una vida que culmina con el pie
atado al carro de Aquiles por la
muralla de Príamo sin piedad de
padre en el honor de un muerto
acogido en el seno de la
sepultura de
los héroes.”
Finalmente, Aquiles es herido con
una flecha arrojada por Paris clavada en su talón, causándole la muerte al ser
el talón su único lugar mortal. Y sus cenizas serán depositadas en el promontorio de Sigeo.
Culminara la Ilíada, con el ardid del
caballo de madera que ideara Ulises y engaño a los Troyanos, y el principio del
regreso de los vencedores.
Ulises, en su viaje de regreso,
en su Odisea, entró en el reino de los muertos, en el Hades, donde entre otros
encontró a Aquiles, y tras alabarle su fama y notoriedad como gran héroe dejado
en la tierra, escuchó las doloridas palabras del Pelida cuando contestándole le
dijo: “No intentes consolarme de la muerte, esclarecido Odiseo; preferiría ser
labrador y servir a otro, a un hombre indigente que tuviera poco caudal para
mantenerse, a reinar sobre todos los muertos”.
Cambio de heroicidades del Aquiles vivo, que a
cada momento prefería la muerte a la deshonra… y estas palabras de ahora, de
preferir ocupar el lugar del ultimo de los vivos a la muerte.
Y Palmeral, en su nuevo libro, a
través de sus diecinueveavo cantos y tras evocar la guerra de Troya, después de
consultar el Oráculo de Delfos, emprende
de la mano de Homero, su viaje hacia Tarsis capital deTartessos.
“Como será el viaje a Tarsis?
El Oráculo responde:
-puede ser bueno o malo según el
capricho de Poseidón. Lo mismo
llegáis como que no llegáis
esta es mi sentencia”.
Y aparecerán ante nosotros, con
un hermoso lenguaje, la ciudad de Tarsis de la que dicen que Gárgoris fue su
primer rey: “Marismas como tierra que el mar invade, salino y blanco cuerpo…”;
Heracles, la sacerdotisa; los Argonautas; los escribas y los barbechos, y al
fin el Hades:
“Detrás de los muertos existe
paraíso de las flores
geométricas,
colectivas, eternas, agudas y de
espíritus vegetales.”
Me dice Palmeral, y ello es
cierto, que su poemario “no es un cuento ni un relato”, y que es una excusa
para poemar la Belleza
de las palabras, y que es para leerlo lento y sin ninguna prisa.
Yo he quedado maravillado de este
libro, poemario épico, “La
Cólera de Aquiles”. Lo voy volviendo a leer a pedazos y a
retazos. Me quedo con las ganas de contarles más, pero esto podría suponerme
una querella por plagio.
Lo dejo aquí, como está y les
invito a leerlo. Sobre todo a los que como Palmeral y yo mismo, amamos el mundo
de los griegos heroicos.
Editado lujosamente, con una
portada luminosa y expresiva, de la que es autor Ramón Palmeral, también
magnífico pintor, y cuajado en su interior de bellas ilustraciones, al tenerlo
entre las manos parece que contengamos en las mismas la Grecia heroica, el canto
del vate ciego Homero y Tartessos, con su río Guadalquivir, y cuyo ejemplar del
libro me ha llegado con la dedicatoria de mi amigo Palmeral que me dice: “Para
mi amigo escritor y poeta Julio Calvet, en correspondencia por su magnifico
libro “La Sirena”.
Muchas gracias, querido Ramón,
por llevarnos a la belleza en este tu magnifico libro, “La cólera de Aquiles”.
Muchas gracias por volvernos a
creer en el mundo de los dioses, de los héroes y de las ninfas.
Y volvernos un poco más a nuestros muy lejanos orígenes.
Julio Calvet Botella
Alicante y febrero de
2017.