EL RAYO INCESANTE DE ESE POETA
que llaman por su bravura el poeta
de la revolución
se encaramó en la higuera de los
frutos teñidos
de color indigo, para destacar desde lo
alto, un paisaje rural,
de la Orihuela elegida, católica y
monumental, con sus
campanarios, cuales muletas de piedras
al cielo.
A
penas con veintiún años
recién celebrados, después de
conocer a otro de los
inmortales poetas del sacrificio como
Federico,
cuyo crimen fue en Granada, su Granada…
Publicó su perito de hurtas y muros,
de gallos y panaderos,
de monjas confitera y gitanas, con muros de vidrios enconados,
para marchar a Madrid. A este Madrid que hoy es una cuna
de razas
y gentes del mundo, y que por la Puerta del Sol,
cuando sales del Metro frente a
confitería,
algún banquero ejecutivo,
te puede robar la cartera
o mandan a otros para que monten un 15 M.
Y es
así como lo veo cumplir con
los deseos de libertad entregando con sus
ojos, sus brazos y sus pies
a los cirujanos, sin miedo y con
potencia verbal del canto
de los ruiseñores sobre los
fusiles, y en medio de la batallas
que es donde viven los valiente y
no los cobardes.
Un cielo con piel donde vives en
constante roce con los demás;
con esa gente contemporánea a la que no
conocemos, y que le ha tocado vivir
con nosotros en al mismo tiempo de la
orbita galáctica
del sol girando y el viento estela del
pueblo, de esta
silenciosa soledad de la tarde
clara, a la que
llamamos Universo.
Y
corriendo por esas
calles de Madrid llena de trincharan
en un “no pasarán
con el río Manzanares nadie lo pudo
herir, ni siquiera con las
más veloces balas, ni con los cañones de más grande calibre
en las entraña de su corazón de acero.
´¿Y es qué…, qué pasa...?
Aurtor: Ramón Palmeral, 104 año del
nacimiento de Miguel Hernández