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martes, 14 de octubre de 2014

Poema para el 104º aniversario del nacimiento de Miguel Hernández

EL RAYO INCESANTE DE ESE POETA
que llaman por su bravura el poeta de la revolución
se encaramó en la higuera de los frutos teñidos
de color indigo, para destacar desde lo alto, un paisaje rural,
de la Orihuela elegida, católica y monumental, con sus
campanarios, cuales muletas de piedras al cielo.
                                        A penas con veintiún años
recién celebrados, después de conocer a otro de los
inmortales poetas del sacrificio como Federico,
cuyo crimen fue en Granada, su Granada…
Publicó su perito de hurtas y muros, de gallos y panaderos,
de monjas confitera y gitanas,  con muros de vidrios enconados,
para marchar a Madrid.  A este Madrid que hoy es una cuna
 de razas  y gentes del mundo, y que por la Puerta del Sol,
cuando sales del Metro frente a confitería,
algún banquero ejecutivo,  te puede robar la cartera
o mandan a otros  para que  monten un 15 M.
                                           Y es así como lo veo cumplir con
 los deseos de libertad entregando con sus ojos, sus brazos y sus pies
a los cirujanos, sin miedo y con potencia verbal del canto
de los ruiseñores sobre los fusiles, y en medio de la batallas
que es donde viven los valiente y no los cobardes.
Un cielo con piel donde vives en constante roce con los demás;
con esa gente contemporánea a la que no conocemos, y que le ha tocado vivir
con nosotros en al mismo tiempo de la orbita galáctica
del sol girando y el viento estela del pueblo, de esta
silenciosa soledad de la tarde clara, a la que
llamamos Universo.
                                         Y corriendo por esas
calles de Madrid llena de trincharan en un “no pasarán
con el río Manzanares nadie lo pudo herir, ni siquiera con las
más veloces  balas, ni con los cañones de más grande calibre
en las entraña de su corazón de acero. ´¿Y es qué…, qué pasa...? 


Aurtor: Ramón Palmeral, 104 año del nacimiento de Miguel Hernández