Abro los ojos,
quien iba a decir
que se me perderían los recuerdos
sin equívocos.
Que, rendida, besaría tus mejillas,
sin escuchar ya el silencio,
que correría desnuda,
sin voz, sin tiento,
sin temer a la muerte.
Escribo en una tarde familiar
nuestro mundo en blanco,
me dejo llevar por el azar, sin azar,
al hechizo del sol
deshaciéndose por la ventana.
Parece la luz o la montaña,
un dardo leve
besando, de la muerte, su costado.
Un amor se inicia, se estremece,
se escapa,
al darse la vuelta
ríe
sin voluntad de morir.
*Cuadro: Water Nuymph” de Gaston Bussière