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lunes, 18 de marzo de 2013

El dardo leve de los destinos ciegos





Abro los ojos,
quien iba a decir
que se me perderían los recuerdos 
sin equívocos.

Que, rendida, besaría tus mejillas,
sin escuchar ya el silencio,
que correría desnuda,
sin voz, sin tiento,
sin temer a la muerte.

Escribo en una tarde familiar
nuestro mundo en blanco,
me dejo llevar por el azar, sin azar,
al hechizo del sol
deshaciéndose por la ventana.

Parece la luz o la montaña,
un dardo leve
besando, de la muerte, su costado.

Un amor se inicia, se estremece,
se escapa,
al darse la vuelta
ríe
sin voluntad de morir.





*Cuadro: Water Nuymph” de Gaston Bussière