Una flauta se escucha muy temprano en el alba.
Las notas horizontales despuntan el campo y dan color a las malvas.
Una mujer que recoge hierbajos y adorna su casa.
Un gato que maúlla alucinado desde lo alto del tejado
y persigue libélulas de sal por los escondrijos y las selvas diminutas.
Y llego yo, a beber infusiones y a perderme en el mar y las montañas,
a sentarme cerca del fuego y a buscar amparo,
a preguntar por las palabras y descubrir la fragancia del agua.
Hay una amiga que sabe de árboles, estaciones y tristezas de leña.
Una boca sonriente que sabe de los pactos de las niñas y sus juegos.
Hay en su pelo estrellas que saltan a la comba.
Y estoy aquí apuntando con mi dedo la lavanda de los techos,
la hortaliza que descansa en la cocina y aquel grillo solitario
que duerme cantando en la maceta de un perro fantasma.
Hay una mujer que me abraza y mira conmigo
el horizonte del mar y las montañas.
Beatriz Giovanna Ramírez