Si no leemos, no sabemos
escribir, y si no sabemos escribir, no sabemos pensar
- 24 Octubre 2016
Es así de
contundente. Si no leemos, es difícil que podamos pensar bien.
Hoy todos
escriben, todos quieren expresar sus sentimientos y opiniones, pero, ¿quién lee?
En cierta forma la lectura es una actividad superior a la escritura; sólo
podemos escribir con el lenguaje que hemos adquirido leyendo.
La lectura es la materia prima de la escritura y la posibilidad de crear una obra que tenga belleza y profundidad o simplemente claridad, se basa en las lecturas que hemos hecho y lo que hemos aprendido de otros autores (sus palabras se vuelven las nuestras, se mezclan con nuestros pensamientos y experiencias).
Así se destila la escritura, como una refinación del pensamiento no sólo personal, sino del tiempo mismo.
La lectura es la materia prima de la escritura y la posibilidad de crear una obra que tenga belleza y profundidad o simplemente claridad, se basa en las lecturas que hemos hecho y lo que hemos aprendido de otros autores (sus palabras se vuelven las nuestras, se mezclan con nuestros pensamientos y experiencias).
Así se destila la escritura, como una refinación del pensamiento no sólo personal, sino del tiempo mismo.
Para muchas
personas es más atractivo escribir, tiene más glamour –algo que quizás se deba
a la inmadurez y al egoísmo–, pero grandes escritores nos dicen que la
felicidad en realidad está en la lectura. Borges es especialmente fértil en
este sentido: "la felicidad, cuando eres lector, es frecuente". Y la
célebre: "Que otros se jacten de las páginas que han escrito; a mí me
enorgullecen las que he leído".
Hay una
frase contundente, que si no mal recuerdo es de Juan José Arreola, "Si
no lees, no sabes escribir. Si no sabes escribir no sabes pensar". Una
sencillez aforística que debe ser el fruto de la labor intelectual de un buen
lector.
Edmund
Husserl escribe en su Lógica formal y Lógica trascendental: "El pensamiento
siempre se hace en el lenguaje y está totalmente ligado a la palabra. Pensar,
de forma distinta a otras modalidades de la conciencia, es siempre lingüístico,
siempre un uso del lenguaje". Así que si no tenemos palabras, si no
tenemos lecturas en nuestra memoria que enriquezcan nuestro lenguaje, nuestro
pensamiento será muy pobre.
Las personas toleran no ser buenos lectores, pero si se les dice que no saben pensar, esto lastima su orgullo y, sin embargo, una condiciona a la otra.
Las personas toleran no ser buenos lectores, pero si se les dice que no saben pensar, esto lastima su orgullo y, sin embargo, una condiciona a la otra.
Así, la
lectura es una herramienta de desarrollo fundamental. Y donde mejor se
desenvuelve esta herramienta es en los libros, no en los pequeños artículos que
dominan la circulación de la Web; el encuentro con el lenguaje merece un
espacio de concentración –el medio es también el mensaje–, un encuentro a fondo
con la mente de un autor que puede haber muerto hace cientos de años pero que
vive, al menos meméticamente, en el texto que se trasvasa a nuestra mente.
Podemos
también preguntarnos si es que existe o no la conciencia sin el lenguaje.
Aunque una primera lectura de las filosofías de la India parecería indicar que
para los pensadores que nos dieron el yoga y la meditación, la conciencia
existe más allá del pensamiento lingüístico (que es, de hecho, todo lo que
existe), como ocurre en los estados de absorción meditativa (jñanas), también
se debe notar que en el hinduismo el universo es generado a partir de la letra
A del sánscrito, de la cual también se deriva la sílaba creadora OM.
Posteriormente,
en el budismo tibetano la letra A del alfabeto tibetano (parecida a la A del
sánscrito) es también considerada una especie de fuente cósmica creativa, y se
representa como emanando los cinco elementos en un thigle (bindu en sánscrito).
Tenemos por supuesto la cábala, donde el universo entero es lo que se produce
cuando se pronuncian los nombres divinos; la letra Aleph, tiene suprema
importancia (como exploró Borges en su cuento, donde el Aleph es justamente
como una especie de thigle o punto donde se encuentra la totalidad del
universo).
Sin embargo,
el mundo es creado con la letra Bet, con la palabra Bereshit, que David Chaim
Smith traduce no como inicio, sino algo así como "inicialidad"
(beginingness), para denotar la constancia de la creación, un acto perenne que
no ocurre en el pasado, sino en el presente. En suma, el mundo se crea con la
palabra y esto es así no sólo en una visión esotérica o religiosa de la
realidad, lo es en nuestra vida cotidiana: sólo alcanzamos a distinguir las
formas una vez que tenemos los nombres.
De cualquier
manera queda claro que la lectura como surtidor de las palabras que animan
nuestra conciencia es un aspecto esencial de lo que es un ser humano que piensa
el mundo. Podemos existir sin pensar, y a veces el pensamiento se convierte en
un ruido que enferma la mente, pero en el pensamiento, con el poder de la
palabra, tenemos una potencia divina. Como escribió Hölderlin:
Sin embargo,
nos compete, bajo la tormenta de Dios,
Oh poetas,
erguidos y con la cabeza descubierta,
Asir con
nuestras propias manos el rayo de luz del Padre,
Y pasar,
envuelto en canción, ese regalo divino a la gente.