Algunos
estudios fisiológicos se han empeñado en decir que Sigüenza no es Miró,
por una parte tienen razón porque lo que escribe Miró sobre Sigüenza es
imaginería lírica, y nada es verdad, no es biográfico, es como en las novelas,
todo es inventado o ficción dramatizada. Escritos recordados, experiencias
pasadas, que como Miró no tomaba notas a pie de obra, le salía todo poético.
Las experiencias recordadas son siempre producto de otra realidad, como afirma
Antonio Muñoz Molina. En este tema es interesante recordar también los
estudios de M. Carmen Díaz Bautista, Narración
y comentario en Años y leguas, que fuera doctora en Filología Hispánica y
catedrática de la Universidad de Murcia. Sí Murcia, una de las
universidades más prestigiosas en Literatura castellana.
Hay momentos en los que Miró se cree Sigüenza o piensa como él (los
personajes de novelas tiene capacidad para pensar por sí solos). En un carta
dirigida a su amigo Enrique Puigcerver de fecha 9 de agosto de 1921 (carta
mecanografiada) en Masía del Molino, Benimantell (Alicante, 12 kilómetros al
norte de Polop) cuando se despide de su amigo, y escribe los nombres de Oscar
(Esplá) Bernácer (Germán) y Sigüenza. Este es el testimonio inequívoco de que,
Miró usaba a Sigüenza para despedirse y tenía como moderno avatar de sus
aventuras literarias de ficción desde su novela Del vivir de
1904, donde el joven Sigüenza iba montado es asno, jumento, o burro al pueblo
alicantino de Parcent en el valle del Río Gorgos, el antiguo pueblo de los
leprosos en el Sanatorio de Fontilles. Que hoy es un bellísimo pueblo. En Años
y leguas, aparece en «La Llegada» (primer capítulo) el tal personaje
Sigüenza montado en un jumento, recordando que había estado allí veinte años
atrás. Los mironianos, se no viene a la cabeza su novela Del vivir. Y
no cuando Miró se fue a vivir a Barcelona.
La cuestión es que ensimismado en mis pensamientos sonó el timbre de aviso y ya
me tocaba a mí con mis paquetes a la
espalda, mostrador número cuatro. Los tres mes costaron 9.50 €.
***
Al salir a la calle Asturias de la oficina de Correos eran las 10.05 horas, es
decir que había tardado una hora completa entre llegar, esperar, enviar el
paquete y salir: tiempos muertos. Si no hubiera sido yo un jubilado, cuyo
todo su tiempo, está pagado con mi pensión, en otro caso, una persona
asalariada hubiera cobrado le hubiera costado a este país, una hora de trabajo
que está en 20 euros hora para un jornalero impuestos incluidos, es decir, que
yo consumí una horas, que más los 9.50 de gastos de envío, supone, o sea,
29.50 €.
Esto es un ejemplo de tiempo que se pierde en las esperar enviado paquetes y
que las empresas no tienen en cuenta los tiempos muertos; pero en mi caso valió
la pena. Y pensé que Miró en 1921 y en veranos sucesivos, hacía 8
kilómetros ida y vuelta desde su casa alquilada veraniega de Las Fons en Polop
a Callosa por un camino o senda de arrieros (no por la carretera de hoy en
día). Es decir que Miró para recoger el importe de algunos giros postales se
pasaba más de mediodía de viaje, madrugando, seguramente más que yo, y yo, hoy
me quejo por perder una hora. Los tiempos han mejorado, sin duda alguna.
A pesar de todo, no he perdido una hora, porque los destinatarios de mis
paquetes recibirán una alegría por recibir mi novela Al este del Cabo de
Gata. Pero además he recuperado una hora de estudio recordando
un tema para insertar en la preparación de mi ensayo sobre Miró y Años y
Leguas que estoy preparando para el 140º aniversario del nacimiento del
auto de El obispo leproso, que además haré ilustrado, por supuesto.
A mí me gusta escribir a pie de obra, que es como hacían los pintores
impresionistas, pintar del natural, porque escribir a distancias en el tiempo
como hizo Miró en su libro de Años y leguas, da como resultado que en el
capricho de la memoria, haga de las suyas: cometer errores. A mí
particularmente no me gusta leer novelas porque sé que son mentiras, en cambio
prefiero las biografías, los epistolarios y los libros testimoniales, como la
obra del hispanista británico Gerald Brenan en Yegen (Las Alpujarras), que
escribió Al sur de Granada. Por eso a mí, el libro de Miró no me
interesa, porque está compuesto de un 10% de testimonio y uno 90% de lirismo
poético más imaginación, que es alimento, para aquellos lectores que le gusta
leer poesía, pero a mí no me gusta perder el tiempo en entelequias imaginadas
de otros.
Miró no escribió el libro de Años y leguas, a pie de obra en Polop, sino
dos o tres años después en su casa de Madrid situada en el barrio de Argüelles,
en calle Rodríguez san Pedro, 46, 1º derecha, que escribía y enviaba a los
periódicos, entre ellos a la La Nación de Buenos Aires y El Sol de
Madrid, donde le debían pagar por sus trabajos. Años después cuando Biblioteca
Nueva le propone reunir sus Obras Completas, es cuando decide publicar
los artículos ya publicados y algunos más inéditos para componer su libro
alicantino Años y leguas (1928), que no es más que una recopilación de
los artículos o capítulos (17 en total), pero repito, su idea primera no era
escribir un libro, sino un bucólico libros del ya famoso persona de Sigüenza.
Por ello el libro de Años y Leguas, no tiene otra definición posible que
libro u obra, no se escribió como gozo propio, sino como un producto mercantil
folletinesco para la venta en periódicos, y no hay más. Porque cuando los
filólogos tratan de estudiar este libro argumentando y haciéndonos creer lo
contrario de lo que es, un libro lírico nada más, cercano a un poemario,
justificando lo injustificables, son ganas de perder tiempo.
Quien pretenda y desee saber sobre la vida real y cotidiana de Miró
y su familia en Polop debe leer el libro de Joaquin Fuster Gabriel Miró en
Polop, Alicante, Caja de Ahorros del Mediterráneo-Instituto de Cultura
«Juan Gil-Albert», 1996: el Epistolario, en la edición de los profesores
Ian R. Macdonald y Frederic Barcerá publicados en 2009, (libro del que yo
tengo un ejemplar), o las biografías que escribieran Vicente Ramos, o del
músico Oscar Esplá, en su conferencia Evocando a Gabriel Miró (dada en el casino de Alicante en 1961). Lo
que hizo Miró en Polop fue escribir cartas a sus amigos y familiares, peón de
campo y excursiones con Óscar Esplá, Germán Bernácer, su cuñado Enrique Falcó y
con el médico José Amador Asín.
Posterior a la publicación de Años y leguas en 1928, se hizo otra
edición en 1949 con un seudo-prólogo del duque de Maura, (Gabriel Maura Gamazo,
hijo de Antonio Maura), la edición que yo tengo es la de Salvat de 1970, con
prólogo del catedrático de Literatura Mariano Baquero Goyanes, que lo fue de la
Universidad de Murcia, cuya biografía la sabemos por un introito del también
catedrático Francisco Javier días de Revenga. Los estudiosos de Años y
leguas no deben dejar de consultar los ensayos del catedrático especialista
en Miró, Miguel Ángel Lozano Marco, que se pueden ver en Internet en la
Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.
A las 12.28 horas dejo este artículo finalizado, porque mi mujer insiste en que
yo me tome un zumo de frutas: Zanahorias, plátano y manzana pasadas por
la batidora, que no Turmix que es una marca. No tenemos tiempo, en este tiempo
actual para leer: Años y leguas del indiscutible maestro de la prosa
Gabriel Miró Ferrer (1879-1030)
Ramón
Fernández Palmeral
Alicante,
4 de agosto de 2018
A
33.30 grados en el exterior de la Plaza de la Viña
Miguel
Hernández gran admirador del alicantino, estuvo en la colocación del busto en
homenaje a Gabriel Miró el 1 de octubre de 1930 en Orihuela, obra del escultor
Seiquer Zanón.