EN EL OSARIO *
Estuve
genial en los bares y tabernas,
discutiendo y dando consejos y jugando
al dominó
“organismo vivo” secuencial,
fui un
orador tabernero, elocuente poeta,
amado y
reconocido; sin embargo,
nadie,
ningún amigo me saluda ahora
en este
osario revuelto de huesos y
desintegrándome al ritmo lento
de la
química evolutiva.
¿Acaso
alguien me quiso cuando mi temperatura
era
confortable y podía engendrar?
¿Acaso
este fémur de un viejo enano
no parece
el húmero de un niño?
¿Acaso no
se parecen todas las narices de los cráneos?
Todos las
calaveras se llenaron con tierra
con
arcilla roja de los botijos blancos.
Muy cerca
de mí se pudre una materialista
que tan
sólo se conformaría con que le quitaran
de encima
la pelvis de un poeta, la mía,
y yo me
contentaría con que me quitaran
la
costilla de una bailarina que a mi clavícula oprime.
Pude haber
sido un conocido artista,
a quien la fama encarcela en afán y su ambición,
un disparo
joven me alcanzó en una manifestación
de
pacifistas contra las guerras y contra
las
torturas del tigre uniformado contra el hombre.
Me
gustaría contar los huesos,
todos, de
este osario o fosa incomún,
si supiera
el número de cadáveres,
si no
fuera porque muchos huesos fueron
destrozados por los disparos,
mordidos
por los canes antidisturbios,
destrozados por la vida misma.
Fosas
sociales que la historia descubrirá
como
yacimientos arqueológicos
de un
tiempo de locura fascista
de
intolerancia y de violencia de locos
amados y
amantes de la sangre ajena.
Me
autodestruyo a cada segundo
que mi
corazón angustias, late,
que mi
fama se marchita, olvidada,
que mi
fuerza se debilita, rodilla,
como los
cojinetes giran, dinamo,
que el
universo destruye, círculos.
Libro "Anlogia abierta" ediciones LULU