ABC, 12 de julio de 2013 /por el maestro Antonio Burgos |
Cómo Madejado... |
Qué bien los nombres ponía
quien puso Sierra Morena
a esta serranía.
Pues hablando de Sierras Morenas y de poner nombres, quien los pone bien de verdad es la juez Alaya o la Guardia Civil, o quien quiera que haya bautizado como Operación Madeja el cerco a los trincones y mangones de la época de Monteseirín en el Ayuntamiento de Sevilla. Digo lo del bautizo relacionado con Sierra Morena porque en Sierra Morena estaban los bandoleros hasta que el Asistente Olavide plantó las Nuevas Poblaciones desde La Luisiana a La Carlota para que los bandidos no asaltasen por aquellos desiertos caminos las diligencias de Carmona, aunque dejasen a Fernando Villalón sin tema para su Romance del Ochocientos. La ola de corrupción que nos invade (como los mosquitos de Matalascañas, una cosa así, o coma esta calor de la levantera, algo por el estilo) es como si el mito de los bandoleros de Sierra Morena hubiera bajado de las cimas de los montes al llano de los despachos y las instituciones públicas. Diego Valderas o Diego Cañamero son cada vez más tocayos de Diego Corrientes. Por eso digo que pone los nombres muy bien quien ha bautizado como Madeja la operación policial para investigar la Muy Antigua, Nada Noble y Desleal Mangoleta en el Ayuntamiento de la Ciudad de Sevilla.
Punto en el cual me corrijo en mi recurrente apreciación de que en Sevilla parece a veces que Monteseirín no se ha ido. Eso es sólo en el modelo de ciudad, en la circulación y en las mamarrachadas. En el modo de administrarla es otra cosa, en la manera de no tirar (demasiado) el dinero, en el modo de acabar con el compadreo y con el por aquí te quiero ver. Y recuerdo que del hilo de esta madeja empezaron a tirar los beneméritos empresarios del restaurante La Raza, que en vez de tragar como tantos colegas, y callar, y largar la morterá del convoluto para el unto de la manteca colorá, denunciaron todo lo que había que denunciar en esas prácticas de las que ahora nos ilustrará convenientemente la jueza Alaya, menuda es esta señora para dejar por atar ningún cabo de madeja alguna.
Y a ver si aprovechamos la collada (sic) colada y la marea de esta madeja para que no siga el lío del monteseirinismo en el modelo de ciudad. Hubo dos madejas en el tiempo de Monteseirín: la madeja de las "mordidas" y la madeja de Cómo-8-Sevilla, "cómo me ha dejado Sevilla". Mordidas aparte, Monteseirín:
Madejado Sevilla que no se parece nada a lo que Sevilla era.
Madejado la línea de horizonte de talm modo la Giralda parece liliputoense al lado de la Torre Pelli y las dos torres de la Plazaspaña, los enanitos toreros.
Madejado la Puerta Jerez que no hay quien la conozca.
Madejado un tranvía carísimo, que va de ningún sitio a ninguna parte.
Madejado las absurdas e innecesarias Setas por pagar, después de gastarse lo que no había, y con el compromiso (verbal) de seguir largando dinero a los que las perpetraron.
Madejado el Palacio de Congresos con una deuda que veremos a ver cuándo se termina de pagar.
Madejado la urticaria y las ronchas de las plazas de La Piel Sensible.
"Mordidas" aparte, por cualquiera de estas cosas sí que habría que empapelas a Monteseirín, a los suyos y a su tiempo. La maraña de esa madeja antisevillana sí que no hay quien la deslíe, y a la vista está en el continuismo actual...