Piel atópica: causas, síntomas y alimentos que pueden ser un remedio efectivo
Esta afección dermatológica es un trastorno crónico que se caracteriza por una piel seca irritable. ¿Cuáles son sus síntomas y cómo podemos mantenerlos a raya con la dieta?
Tal y como explica la American Academy of Allergy, Asthma & Immunology (AAAAI), la piel atópica es una afección común de la piel que comienza generalmente en la primera infancia y que puede estar asociada con una infección por bacterias, hongos, virus o cándidas. Esta se caracteriza por una piel seca, descamada e irritable que suele afectar a alrededor del 4% de la población adulta y entre el 10% y el 20% de los niños.
Dicha enfermedad crónica e inflamatoria suele centrarse principalmente en la cara, pero también puede aquejar al resto del cuerpo. ¿Cómo? A través de síntomas tan comunes como la aparición de escamas en la piel, ampollas, costras, grietas, zonas brillantes, enrojecimiento y, por supuesto, un picor muy intenso que llega a ser muy desagradable y perjudica la calidad de vida del paciente. Además, los afectados suelen sufrir a menudo problemas relacionados como el estrés, la falta de autoestima o el empeoramiento del descanso nocturno, problemas laborales.
Sin embargo, estos no son síntomas exclusivos de la piel atópica: “El picor se da en muchas enfermedades de la piel. Lo mismo ocurre con las lesiones de enrojecimiento, inflamación y descamación, que aparecen en variadas enfermedades de la piel. La dermatitis atópica se diagnostica descartando otras enfermedades y por la coincidencia de síntomas típicos, y es muy importante valorar las zonas donde aparece”, explican desde la Sociedad Española de Inmunología Clínica, Alergología y Asma Pediátrica (SEICAP) pues, como hemos visto anteriormente, lo más normal es que aparezca durante los primeros meses de edad. Bajo esta premisa, ¿cuáles son las causas de dicha sintomatología?
Posibles causas de la piel atópica
Lo más habitual es que se relacione la piel atópica con algún tipo de alergia, de hecho, esta es la causa identificable más frecuente. No obstante, “aun más frecuente es que no se identifique ninguna causa, es decir, la dermatitis atópica más habitual es la dermatitis de causa desconocida”, añaden desde SEICAP. Por lo tanto, aunque no se sepa con certeza, las causas que suelen provocar esta afección en la piel son el clima, la contaminación, la genética, algunas infecciones, las alteraciones psicológicas o emocionales, las carencias nutricionales, el consumo de tabaco, la alergia a los ácaros, el polvo o el polen, el uso reiterado de tejidos que no transpiran o la sudoración excesiva.
Por otro lado, algunos expertos apuntan también al género, ya que las mujeres son más propensas a sufrir piel atópica; y a la edad de la madre en el momento del parto. Al parecer, cuanto mayor es la madre al dar a luz, más probabilidades existen de que el pequeño desarrolle esta afección. Viendo la dificultad para determinar unas causas claras, ¿cómo se diagnostica este problema?
Lo más normal es que no se identifique ninguna causa detrás de los síntomas de la piel atópica
“No existen análisis ni pruebas que diagnostiquen la dermatitis atópica. Se diagnostica por los síntomas típicos: lesiones, localización y picor. Para hacer un diagnóstico riguroso se exigen una serie de condiciones o criterios referentes a la duración, los síntomas, los antecedentes personales o familiares, y hallazgos en la exploración del paciente como las biopsias. Algunas personas tienen algunos de los criterios pero no todos los exigidos para un diagnóstico riguroso. Por eso algunos médicos la diagnostican a pesar de no cumplir todos los criterios”, asegura la SEICAP desde su portal oficial. Esto provoca que se recurra a un diagnóstico diferencial, es decir, que se descarten otras enfermedades de la piel que puedan confundirse con ella.
Cómo hacer frente a la piel atópica
El tratamiento dedicado a la piel atópica suele centrarse en controlar el picor, eliminar las lesiones o evitar la aparición de los mismos a través de cremas hidratantes o que incluyen medicamentos inmunomoduladores o corticosteroides. En cuanto a la prevención, se suele recurrir a ella en casos más severos o cuando el individuo en cuestión no responde a la medicación. Aquí entran otros hábitos como evitar las temperaturas extremas, tanto de frío como de calor; el uso de tejidos naturales, darse baños diarios -no muy largos y a una temperatura agradable- para mantener la piel limpia y eliminar las costras, utilizar jabones suaves con pH ácido o neutro y, por supuesto, la dieta.
A no ser que exista alguna alergia alimentaria, las personas con piel atópica deben seguir una dieta sana y variada que reduzca la presencia de comidas demasiado calientes, picantes, con azúcares ocultos, muy saladas o condimentadas, con hidratos de carbono refinados o irritantes hepáticos, entre otros. Además, aunque no se trata de una alergia, se ha demostrado que algunos ingredientes favorecen su aparición como las frutas cítricas (naranjas, kiwis), el marisco, la leche, los huevos, el chocolate o la soja, entre otros. ¿Y qué como: caviar?
En contraposición, también existen algunos nutrientes que alivian los síntomas de la piel atópica, sobre todo aquellos destinados a mejorar la salud de nuestra piel. En este grupo encontramos los ácidos grasos omega 3 (pescado y aceite de oliva), que evitan la sequedad cutánea y reducen la inflamación, como el pescado azul, los aceites vegetales, las algas o las semillas. También podemos añadir alimentos ricos en vitaminas C (pero no hemso dichoq ue los cítricaos empeoran) y E (pipas de girasol), antioxidantes por excelencia, con efectos antihistamínicos y beneficiosos para la piel. El pimiento rojo, el brócoli, el aguacate o el aceite de oliva son algunos de ellos.
Por otro lado, el déficit de vitamina A agrava la piel seca, de ahí la importancia de mantener unos niveles adecuados. ¿Cómo? Incluyendo melón, sandía, espinacas, zanahorias, calabaza o albaricoques en nuestra dieta. Y por último, y no menos importante, la biotina es famosa por mejorar el aspecto de la piel y el cabello. Conocida también como vitamina B8, está presente en los cereales integrales, el tomate, las legumbres, el plátano o las manzanas.