(Antonio de Nebrija. 500 años de su muerte)
El próximo 2 de julio 2022 se cumple el quinto centenario de la muerte de Antonio Martínez de Cala (Lebrija, 1444-1522) —conocido hoy como Elio Antonio de Nebrija—, una de las figuras más relevantes del humanismo español y el primer filólogo que se aventuró a estudiar una lengua romance —la castellana—, rompiendo así la tradición de que solo las lenguas clásicas —el latín y el griego— merecían ser objeto de meditación.
Ocupa un lugar destacado en la historia de la lengua española por ser autor de la Gramática castellana —la primera que se ha escrito—, publicada en 1492, de un primer diccionario latino-español ese mismo año y de otro español-latino hacia 1494, con bastante anticipación al resto de las lenguas vulgares que se hablaban en Europa en aquella época.
Su primera obra fue Introductiones latinae —una gramática latina con tan solo cincuenta hojas de paradigmas bien presentados y escuetas normas gramaticales— cuyo objetivo era extender el uso del latín en las clases populares y proporcionar una herramienta imprescindible para leer a los clásicos. Sin ese conocimiento, los teólogos y los biblistas no tenían acceso directo a los padres de la Iglesia y habían de conformarse con las versiones de las escuelas europeas de la Baja Edad Media que subordinaban la razón a la fe y la filosofía a la teología. El buen latín era también la base del derecho, de la medicina y de la ciencia y, al no saberlo, los expertos en esas materias interpretaban mal las fuentes y caían en los más grotescos errores, como aquel medicastro que confundía la úvula con la vulva.
El libro tuvo un éxito extraordinario, con no menos de cuarenta ediciones en vida del autor. Sin perder su condición de gramática latina elemental, el propio autor fue modificando y ampliando su contenido hasta convertirlo en una monumental enciclopedia de lingüística. Con él, se extendió el estudio de las humanidades y el cultivo renacentista de las letras, lo que sirvió para frenar la barbarie escolástica, conducir el país hacia la modernización y preparar el camino para el surgimiento de la mejor literatura española del Renacimiento.
Nebrija nació en Lebrija —la antigua Nebrissa Veneria—, a 72 kilómetros de la ciudad de Sevilla; fue el segundo de cinco hermanos: tres varones y dos mujeres. Sus padres eran agricultores acomodados descendientes de hidalgos llegados de Castilla para repoblar los territorios conquistados a los árabes en la zona fronteriza. Vieron que el niño apuntaba la virtud de los sabios y decidieron enviarlo a estudiar a Salamanca cuando cumpliera los catorce años. Mientras tanto, contrataron a un preceptor para que le enseñara nociones de latín, gramática, retórica y lógica.
Fue un alumno aplicado y, cuando llegó a la universidad de Salamanca, ya poseía unos conocimientos avanzados de la lengua latina que le permitieron no solo obtener el grado académico de bachiller, sino también denunciar la barbarie de los profesores que explicaban las lecciones en un latín viciado, por su costumbre de romancear, hablando una lengua aberrante que mezclaba palabras castellanas con latinas, lo que, para un purista como él, solo tenía una explicación: “luego que me pareció que según mi edad sabía alguna cosa, sospeché que aquellos varones, aunque no en el saber, en el decir sabían poco”.
Muy pronto, sintió el deseo de escapar de un ambiente que él juzgaba corrupto. Era preciso completar sus estudios de latín allí donde permanecía puro, en el lugar en que había nacido la lengua de los sabios, así que, al terminar sus estudios de bachiller, obtuvo una beca para estudiar teología y se marchó a Italia para dedicarse a lo que a él más le interesaba: hacerse un caballero de las letras. Tenía tan solo diecinueve años cuando embarcó en Barcelona con destino a Roma.
Estuvo algo más de un año en la ciudad pontificia y, en marzo de 1463, ingresó en el colegio San Clemente de los Españoles, en Bolonia. Por aquel tiempo, su universidad gozaba de merecida fama en Europa como cuna de la cultura, por sus escuelas de Humanidades: el latín, el arte, la retórica y el derecho, especialmente el Canónico. Era el camino habitual que seguían los jóvenes que querían dedicarse a la carrera eclesiástica.
Pero Antonio tenía otros planes. No fue a Italia para ganar rentas de la Iglesia, adquirir títulos para medrar en la Corte o enriquecerse con el trueque de mercaderías. Su objetivo era dominar las lenguas clásicas y aprender gramática y retórica, con la intención de restituir la pureza del latín y fomentar el gusto por la antigüedad grecolatina. Y lo cumplió con holgura: regresó a España en 1470, siendo un docto latinista. A pesar de que Italia era el foco que más atraía a los hombres sabios de la época, creía que su misión estaba en su tierra natal.
Durante tres años, trabajó en Sevilla para el arzobispo Alonso de Fonseca— señor de las villas de Coca y Alaejos— como maestro de latín y preceptor de su sobrino, don Juan Rodríguez de Fonseca, que más tarde fue obispo de varias diócesis en España e Italia. Pero la muerte del arzobispo en 1473 le obligó a cambiar de planes y a retornar a la ciudad del Tormes, dispuesto a “desarraigar la barbarie de los hombres de nuestra nación”. La Universidad de Salamanca se le aparecía como “la fortaleza de la ignorancia tradicional”.
En esta segunda etapa, permaneció doce años. Primero obtiene el cargo de docente en Gramática y Retórica, con el compromiso de dar dos lecciones diarias, una de elocuencia y otra de poesía. Y luego oposita a la cátedra Prima de Gramática que había quedado vacante, de la que toma posesión en enero de 1476. La llegada de la imprenta en 1478 le permitió publicar sus Instituciones latinas, con las lecciones que él impartía en clase, lo que le supuso obtener una remuneración extra, ya que sirvió de libro de texto en todas las universidades españolas.
En 1486, a su regreso de una peregrinación a Santiago de Compostela, los Reyes Católicos se detuvieron en Salamanca y a Nebrija se le ocurrió componer un poema para narrar el viaje de los piadosos monarcas. Con tal motivo, fue presentado a la reina Isabel por fray Hernando de Talavera —gran amigo de los tiempos de estudiante en Salamanca— como el hombre más sabio del reino. Nebrija le expuso su proyecto de escribir una Gramática Española, pero la reina le pidió —más bien, le ordenó— que antes tradujera al romance sus Introducciones, “para que las mugeres religiosas y vírgenes dedicadas a Dios, sin participación de varones pudiessen conocer algo de la lengua latina”.
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Antonio de Nebrija (1444?-1522)
Gramática castellana
Salamanca : [Juan de Porras], 1492
BH INC I-334
Enlace al catálogo y al texto completo
El 18 de agosto de 1492 se terminó de imprimir en Salamanca la primera gramática europea de una lengua romance. Con esta obra el autor se adelanta a su tiempo y abre el camino a los estudios gramaticales modernos. Nebrija, que cuenta con un sólido conocimiento de los gramáticos latinos, aplica sus conocimientos a una lengua viva, en pleno desarrollo, a la que proporciona un instrumento de estabilidad que le permite alcanzar la madurez de una lengua culta.
Antonio de Nebrija (1444-1522) nació en la antigua Nebrissa Veneria (hoy Lebrija), en la comarca sevillana del Bajo Guadalquivir. A los diecinueve años marcha a Italia becado en el Colegio de los Españoles de Bolonia para estudiar Teología. En Italia permanecerá alrededor de diez años profundizando en el estudio de los textos clásicos latinos y tomará contacto con la lengua griega y hebrea. Comienza a enseñar en la Universidad de Salamanca, como lector de poesía y oratoria, hasta que en 1476 obtiene la cátedra de Prima de Gramática. En 1487 entra al servicio de Juan de Zúñiga, futuro cardenal de Sevilla, bajo cuyo mecenazgo desplegará una gran actividad intelectual.
Convocado por el cardenal Cisneros, se suma al grupo de hebraístas, helenistas y teólogos del gran proyecto de la Biblia Políglota Complutense, dedicándose a la revisión del texto de la Vulgata. Tras sus divergencias con los teólogos del equipo cisneriano, vuelve a Salamanca donde ocupa la cátedra de Retórica. En 1514 Cisneros le concede la cátedra de Retórica a perpetuidad en la recién creada Universidad de Alcalá donde permanecerá hasta su muerte acaecida en 1522.
Tras la famosa dedicatoria a la reina Isabel la Católica "a la mui alta i assi esclarecidad princesa doña Isabella..." la Gramática castellana comienza con un prólogo, al que siguen cinco libros o partes dedicadas a la Ortografía, Prosodia, Etimología, Sintaxis e Introducciones de la lengua castellana para los que de extraña lengua querrán deprender.
La edición príncipe se hizo en Salamanca, en el taller de Juan de Porras. Es un volumen en cuarto. Para el texto se utiliza tipografía gótica redonda a dos tintas, rojo y negro con huecos en blanco para las iniciales que figuran en letra pequeña. El ejemplar de la Biblioteca Histórica con signatura BH INC I-334 presenta la hoja 2 incompleta en la parte inferior, con el texto que falta copiado a mano. En la primera página se encuentra una anotación manuscrita de D. Angel Gregorio Palomino. También presenta en la hoja de guarda posterior una anotación manuscrita de "Thomas de Yepes de Alcalá en el año de 1596". La encuadernación es de pasta con super libros de la Biblioteca Complutense.
MÁS INFORMACIÓN:
"La primera edición incunable de la Gramática castellana de Antonio de Nebrija". Noticia en Folio Complutense.