CONCURSO DE RELATO CORTO Tercer premio: ¿SE PUEDE COMPRAR EL FUTURO?
Iba yo con mi coche por una carreta segundaria dirección Albacete para incorporarme a mi nuevo destino, y, a la altura, de Caudete paré en una gasolinera a repostar: «diesel y depósito lleno». Cuando salía lentamente después de parar en la señal de Stop, a lo lejos se veían unos molinos de viento, que no me parecían gigantes, sino aerogeneradores productores de electricidad. Tuve que dar un frenazo porque no había visto a un autoestopista que se me echó encima, tuve que parar a la fuerza. Era un hombre que frisaba los cincuenta con sombrero de fieltro gastado, barba de mucho tiempo y aspecto de mendigo, pero como iba solo y tenía ganas de mover la lengua para no pensar en el destino que me esperaba, le pregunté:
–¿A dónde va usted? ¿Es que no me ha visto…?
–Voy cerca a unos kilómetros, es que no puedo andar y por eso hago autoestop a los coches que pasan.
Le dije que se subiera en la parte de atrás, y dejara un saco que olía como a frutas podridas. El hombre también olía a sudor rancio. Tenía un poco de nicotina en la nariz.
–Echamos un cigarro –me dijo el hombre, y sacó del bolsillo de la chaqueta un paquete de Ideales amarillo, una marca que ya no estaba ni en las tabacaleras.
–Yo no fumo, gracias.
–Bueno pues si usted no «juma» yo tampoco.
Le pregunté cuando tiempo llevaba en la gasolinera esperando. Le oí decir «unos años», pero como no quería entrar en investigación fónica, me dije «habría querido decir unos ratos», estos campesinos manchegos tienen una jerga propia, ¡y vaya usted a saber lo que dijo!, además, a mí no me importaba el tiempo que llevara allí esperando un coche, un camión o un avión, si fuera menester.
-¡Hay que ver cómo está la política, el paro, el campo!, -exclamé para oír su parecer.
–Vivimos en una sociedad de consumo liberal –argumentó el barbudo– de humanidad que se vuelve cada vez más narcisista e insolidaria. La libido se invierte, sobre todo, en la propia subjetividad de individuo. El narcisismo no es ningún amor propio, sino una actitud de vida social. El sujeto sin amor propio hace una delimitación negativa de sí mismo y frente al otro, lo ajeno ¡vaya!, para entendernos, a favor del poder y de la tiranía. En cambio, el sujeto narcisista puede fijar rotundamente sus propios límites. De esta forma, se diluye el límite entre él y el otro como si fuera un espejo cóncavo. El mundo se le presenta únicamente como proyecciones de sí mismo...
–Por su forma de hablar, usted no pareces un campesino de Caudete, sino un séneca romano, o un filósofo.
–No soy filósofo, ni teólogo, ni político, soy un cabrero de Caudete que piensa cuando pastorea sus cabras y escucha mucho la radio.
Más que un pastor de cabras parecía el hombre un pastor de almas, y pensé, para mí que su discurso era de muy alto nivel intelectual.
–¿Ha leído usted el libro –me pregunto el barbudo– Ni Marx, ni Jesús, de Jean Françoise Revel, publicado en 1970.
–Lo siento, yo no leo esas cosas, del Marca no salgo.
–Pues debería usted leerlo. Este libro causó un impacto profundo en la opinión pública francesa, europea y en Estados Unidos, y todo el Hemisferio Norte. Los liberales no utilizan su capacidad racional para acercarse a la verdad, sino más bien para diseñar tragedias que logren ocultar, dulcificar o tergiversar las duras verdades que revelan tanto la teoría como la práctica histórica del socialismo.
El barbudo autoestopista-cabrero, según él, yo dudaba que lo fuera, me dejaba en inferioridad de debate.
–Jean Françoise Rever era un filósofo y periodista francés, librepensador como yo. Le he leído en francés como debe ser, cuando estuve en la vendimia en Francia. Ni comunismo ni religión, son los caminos que bebíamos evitar con fe ciega, sino con la razón, que para eso los occidentales somos hijos de La Ilustración... Me voy a bajar pronto. Cuando pase el rasante donde está el aerogenerador, enfrente, antes de llegar a la curva que es muy peligrosa.
–De acuerdo, iré despacio, es la primera vez que paso por esta carretera secundaria, es que no quería coger la autovía, para tener tiempo de pensar en mi nuevo destino.
–¡Cuidado con el rasante y la curva! –Me repitió varias veces–.
Pasé la curva cerrada de 180 grados muy despacio. Y cuando miré por el espejo retrovisor el hombre barbudo ya no estaba en mi coche, cómo se había bajado sin oír yo la puerta, y sin decirme siquiera adiós, gracias por el trayecto. Se había esfumado y en el asiento de atrás dejó olvidado el paquete de Ideales.
El paisaje tras la curva, advertida como peligrosa reiteradas veces y sin señales, era dantesco, gris, todo lleno de chatarras oxidadas como si fuera un gran desguace de coches, motos, camiones y hasta un autobús, como una escena de guerra tras un bombardeo. Era como un inmenso cementerio de vehículos.
No me salí de la curva de milagro, gracias a las advertencias del hombre sabio barbudo que me avisó. Es decir, que me vendió el futuro y yo se lo compré.
Nota.-
Ramón Fernández Palmeral. Ganador del 3º premio de relatos cortos de la revista La Cambra de Caudete (Albacete). 17-06-2021
Publicado en la revista La Cambra:
Enlace al número 2 de la revista "La Cambra"
https://manolobeltran.files.wordpress.com/2021/07/lacambra_02.pdf
Relato ganador del tercer premio de Ramón Fernández Palmeral
Pagina 52 a 53
Diploma del 3º premio ganador