POESIA PALMERIANA

Los poetas somos como los leones, después de que nos disparen podemos lanzar nuestras garras. Página administrada por el poeta Ramón Palmeral, Alicante (España). Publicamos gratis portadas de los libros que nos envían. El mejor portal de poetas hispanoamericanos seleccionados. Ramón Palmeral poeta de Ciudad Real, nacido en Piedrabuena.
Contacto: ramon.palmeral@gmail.com.
La mayor satifacción que tengo al escribir es saber que alguien me lea cuando yo esté muerto.

lunes, 7 de diciembre de 2020

ACERCA DE VALENTE, por José Manuel Caballero Bonald

 


ACERCA DE VALENTE

Entre la veintena de libros de cuya relectura me ocupo desde hace años figura el primer volumen de las 'Obras completas' de José Ángel Valente (Galaxia Gutenberg, 2006), donde se recogen todos sus libros de poesía publicados. Releer a Valente es una actividad que indemniza de no pocas lecciones deficientes. En efecto, su poesía siempre tiene algo de remuneradora, de avecindada en una situación límite a partir de la cual sólo hay un silencio poblado de compensaciones sensitivas. Pienso que Valente fue decantando libro a libro su propia tradición. Se valió para ello de un censo de saberes universales que fue adecuando metódicamente a su empresa poética. Todo un arduo proceso de exclusiones y apropiaciones, una lúcida tarea selectiva conducente a esa última independencia que lo mantuvo como enemistado con su propia inclusión en la historia lineal de la literatura. Basta revisar su 'Diario anónimo' (2011) para corroborar hasta qué punto el poeta rechazó toda adherencia de cánones preestablecidos e hizo de la reflexión intelectual y del oficio de lector un sistema impecable para la formulación de sus propias ideas estéticas. Algo de todo eso quedó consignado ejemplarmente en sus ensayos, reunidos sobre todo en 'Las palabras de la tribu' (1971), 'La piedra y el centro' (1982) y 'Variaciones sobre el pájaro y la red' (1991). Los paulatinos despojamientos de la obra de Valente, las deliberadas pérdidas ornamentales, la palabra reducida paso a paso a su más iluminadora desnudez, la perplejidad cognoscitiva generada por la propia estructura poética, pueden ser otros tantos aparejos formales de una poesía que se ha ido identificando con su difícil tendencia a la esencialidad. La evolución fue desde luego tan coherente como sistemática: de la palabra explícita, informadora, a la palabra elusiva; de la lógica verbal al hermetismo regenerativo de un lenguaje que se reinventa a sí mismo. "La poesía lleva el lenguaje a una situación extrema", diría el propio poeta. En esa misma esfera de la lucidez teórica de Valente, hay que referirse a su alianza con la poética del silencio, por supuesto que en su más sutil afirmación de que el texto escrito genera unos significados que permanecen a veces en silencio y conectan de pronto con nuevas percepciones sensibles. Es lícito aceptar que lo que el poeta dice vale tanto como lo que no dice. Pero ese no decir en poesía, como ocurre en la música, puede contener -contiene de hecho- una expresividad particularmente intensa. Es el espacio en blanco, el punto cero de la locución. "Toda palabra poética ha de dejar al lenguaje en punto cero, en el punto de la indeterminación mínima, de la infinita libertad", afirmaría alguna vez el poeta. Es posible que ese texto tácitamente verbalizado, esa especie de libre sugerencia conceptual, sea realmente uno de las más notorias constantes semióticas de la poesía de Valente. De una poesía que se asoma a veces a una sima donde la razón más que una facultad que valga como método indagatorio, es ya reemplazada por la percepción inmanente de lo oculto: lo que Octavio Paz llamaba "la visión de la no-visión" y define en muy buena medida lo que puede tener de visionario el acto poético. La impregnación mística, esa extrema apelación a una plenitud no necesariamente vinculada a la divinidad, concuerda con la idea de que la poesía permite acceder a unas nociones previamente desconocidas, sólo descubiertas por una expresa conjunción verbal. Desde su excelente prólogo a la 'Guía espiritual' de Miguel de Molinos a sus sondeos extraordinariamente develadores en la poesía de Juan de la Cruz, Valente va a otorgar a la indagación interior un sentido creativo esencial. Una heterodoxia reflexiva que conecta, aparte de con la mística cristiana, con los sufís musulmanes y el budismo zen, es decir, con ciertos referentes ultrasensibles del conocimiento: algo asociado de algún modo a la práctica de "la contemplación del muro". Creo que por ahí habría que buscar uno de los ingredientes básicos de la última fase poética de Valente, aquella en que la interiorización llega a la hermética linde del silencio, al secreto no decir, a la "visión mental" de la experiencia mística, al "entender no entendido" de Juan de la Cruz. Cualquier estorbo retórico queda desplazado por la limpieza de los significantes verbales. A partir de ahí, se llega a un territorio simbólico donde la poesía también incumbe taxativamente a una "situación extrema" del lenguaje, a la plenitud de los límites. / 

JOSÉ MANUEL CABALLERO BONALD

 

Valente siempre

  • La 'Poesía completa' (con numerosos inéditos), 'Palais de Justice' (su ácido recuerdo sobre el proceso de divorcio de su primera mujer) y 'Valente vital (Ginebra, Saboya, París)' dan fe de la pervivencia del autor de 'No amanece el cantor'.

  • Su radicalidad literaria, su carrera poética en solitario, su vida en el extranjero, sus ensayos, sus traducciones... le hacen necesario.

  • Ver más

En los primeros versos del primer poema del primer libro, José Ángel Valente comentaba que allí estaba su mandorla, la esencia diáfana y profunda de su creación: "Cruzo un desierto y su secreta/ desolación sin nombre".

Valente (Orense, 1929-Ginebra, 2000) surcó muy pronto una aventura poética solitaria, exigente, llevada al límite. Tensó la palabra hasta el desnudo. "Mientras pueda decir/ no moriré./ Mientras empañe el hálito/ las palabras escritas en la noche/ no moriré./ (...) No moriré/ ni tú conmigo".

La edición de las poesías completas, y con jugosos inéditos que felizmente ha recuperado Andrés Sánchez Robayna, su albacea literario, subraya la vigencia (y necesidad) de la voz estilizada (como esas esculturas de Giacometti) de quien sostenía: "Sólo se es escritor cuando tienes una relación carnal con las palabras".

El poeta de 'Al dios del lugar', 'No amanece el cantor', 'Tres lecciones de tinieblas' y 'Mandorla' sostenía que hay que escribir "'pericolosamente', afrontar el riesgo. Cuando ya no veas a nadie, cuando estés solo, tienes que seguir corriendo". ¿Y el miedo, el pavor ante el abismo, dónde, cómo vivir la soledad, en la soledad? "Claro que hay miedo a escribir solo. Caminemos y defendámonos juntos, dicen los mediocres". Esto nos confesaba tres años antes de morir, atravesado el cuerpo por un cáncer, en Ginebra. Y abrió un encuentro en la Universidad de Barcelona en 1992 con una cita muy significativa del 'Canto espiritual' de San Juan de la Cruz en la que se dice que hay que "satisfacerse en lo que no entendieres". "En lo que ya entiendes", declaraba Valente días después en un encuentro con la revista 'El ciervo', "no hay aventura ninguna".

Y sobre 'Canto espiritual' -pero vale el ejemplo para otros libros- el escritor sostenía: "No terminas nunca de leer ese poema, es el típico poema lleno de apariciones y una vez que lo has leído, y que lo has visto y que has escrito sobre él, lo vuelves a leer otra vez y vuelves a tener la misma impresión. Esa impresión que tienes de que no sabemos aún lo que dice, porque la palabra poética es una palabra que queda diciendo, que te dice cosas que tú las incorporas y esa palabra todavía no ha agotado su decir, tiene una especie de decir interminable. Hablo de la gran poesía, que es la única que merece la pena. Recuerdo que cuando era adolescente leí una carta de Hölderlin, cuando empezó a imitar a Klopstock, y le reprochaban este tipo de imitación; el escribió muy joven: 'Hay que seguir el vuelo de los grandes o morir'".

Murió ya algo Valente antes de morir definitivamente. Cuando su hijo Antonio falleció, también en Ginebra. De esa sombra que le acompañaría siempre surgió 'Paisaje con pájaros amarillos', segunda parte de No amanece el cantor y estas palabras: "Soy débil. No sé dónde apoyarme. Vacío está de todo ser el aire. No estás. No estoy. Qué giratorio cuerpo el de la nada". Una amargura que le descuadernó: "Para cuán poco nos sirvió vivir. Qué corto el tiempo que tuvimos para saber que éramos el mismo. Mientras el pájaro sutil de aire incuba tus cenizas, apenas en el límite soy un tenue reborde de inexistente sombra".

Otro trago amargo lo soportó en el proceso de divorcio de su primera mujer. Aquella experiencia la hizo palabra y la tituló 'Palais de Justice' y que Galaxia Gutenberg publicó hace sólo unos meses -y tras la muerte de Emilia Palomo-, un texto que intentó fuera báculo donde apoyar el dolor. "El presidente de la Sala C del Tribunal de Primera Instancia tenía un tiempo moroso. Oía con detenimiento (...) Estuvo amable, delicado, contigo, cuando la parte adversa hizo que te leyeran los castigos previstos por la Ley para penalizar el falso testimonio (...) Hasta qué punto, pienso, toda una vida puede aniquilarse a sí misma, convertirse en rencor, en persecución".

También en 'No amanece el cantor' podemos encontrar textos de una desolación deslumbrante: "Y tú ¿de qué lado de mi cuerpo estabas, alma, que no me socorrías?".

Amor y traducciones

Pero el goce también fue parte, y muy destacada, en su poesía. El poema que le dedicó a Coral [Gutiérrez] en 'Fragmentos de un libro futuro' (1991-2000) lo refleja meridianamente: "Al norte/ de la línea de sombras/ donde todo hace agua,/ rompientes/ en que el mar océano/ se engendra o se deshace,/ y el naufragio inminente todavía/ no se ha consumado, ciegamente/ te amo".

Mas su espectro fue amplio. Por ejemplo, ese poema, que tanto le gustaba a Calvert Casey, que en principio podría resultar algo ajeno a su galaxia, 'Maquiavelo en San Casciano' (del libro 'La memoria y los signos'): está basado en la carta que el político italiano envió a un amigo desde el confinamiento en un pueblo lejos de Florencia.

Y faceta no menos relevante en su quehacer fueron las traducciones. Desde sus atalayas de Oxford, Ginebra y París alertó y ofreció versiones de voces apenas conocidas o poco valoradas, como Edmond Jabès. Desde el exilio llegaban sus versiones de Paul Celan, Hölderlin y Cavafis. De John Donne, John Keats, Dylan Thomas y Eugenio Montale.

Y el reconocimiento hacia autores que no ofrecen concesiones, como Lezama Lima, a quien conoció en La Habana. O Blas de Otero. O Miguel de Molinos. Santa Teresa y San Juan de la Cruz. Stephen Spender y Auden. Y Eliot.

Andrés Sánchez Robayna cita a Eliot (y a Rilke y a Montale) cuando le pido tres conceptos que sean fundamento en su trayectoria: "El primero, su europeísmo. Fue un gran lector, desde que tenía 20 años, de Eliot. Y de Rilke, y de Montale". Segundo: "su radicalidad. Fue siempre a las raíces. Por ejemplo en el caso de Luis Cernuda. Se interesó mucho por él, pero no lo imitó: bebió en sus fuentes, en el romanticismo inglés, en la metafísica británica, mientras otros le imitaban".

"Y su modernidad. Valente estaba muy comprometido con la transgresión, con la literatura como indagación. Con el viaje al interior de las palabras, la interioridad de las palabras", agrega Andrés Sánchez Robayna.

- Elija un libro.

- Muy difícil, pero el que significó un punto de inflexión fue 'Material memoria'. A partir de él se hizo más radical.

- Por qué cree que perdurará.

- Porque fue muy lejos. La gente joven lo está leyendo y mucho. Y se van a cumplir muy pronto los 15 años de su muerte [el próximo 18 de julio].

Y Sánchez Robayna destaca una faceta, quizá no tan valorada como la de poeta: "Sus ensayos. Fue un gran poeta pero también un gran crítico. Claudio Rodríguez era un gran poeta pero no un crítico. Era un pensador muy profundo".

Otra de las inquietudes de Valente fue el arte. Y de ello da buena cuenta el encuentro que mantuvo con Antoni Tàpies (en el taller del pintor en el otoño de 1995) y que se recogió en 'Comunicación en el muro'. Valga este mínimo fragmento:

A. Tàpies.- Es algo que me ha interesado desde muy joven: no describir la nada, que es imposible, pero sí encontrar un mecanismo que por lo menos la sugiera al espectador. Es lo que intento hacer cada día, mi máxima aspiración artística.

J. A. Valente.- Tú has escrito: "Un día trataré de llegar directamente al silencio". Justamente ese silencio sería la nada, el lugar de la materia interiorizada.

Y para cerrar el círculo, hay que destacar 'Valente vital (Ginebra, Saboya, París)', recién publicado por la Universidad de Santiago de Compostela y que dirige (como la cátedra Valente en esa universidad) Claudio Rodríguez Fer. De su conocimiento de la obra del poeta que nos ocupa da fe este volumen, faro por la vida, lecturas, cartas, encuentros, viajes de Valente desde 1958, en que viaja a Ginebra procedente de Oxford, hasta su muerte.

La muerte le llegó tras haber contraído un cáncer 10 años antes. Entonces decidió poner en marcha Fragmentos de un libro futuro, libro abierto que sólo cerraría su propio final. La última anotación está fechada el 25 de mayo de 2000. Es un haiku. Quizá traducido. Puede que juegue con el pájaro de San Juan de la Cruz -"la cima de la poesía en castellano", para Valente-, aquel que "se va a lo más alto, que no sufre compañía, que pone el pico al aire, que no tiene determinado color» y «que canta suavemente", en palabras de Juan de Yepes. Quizá.Puede que fuera así, mas éste fue su último suspiro:

Cima del canto.

El ruiseñor y tú

ya sois lo mismo.

(Último texto de Valente escrito dos meses antes de morir).

 

................................