Seis poemas de Gladys Ramos
La tristeza
La tristeza inventaferoces mimetismos
para engañarnos
A veces llega
como serpiente
Se mueve rápido
nos amarra
con su piel
vieja de estaciones
Su lengua viperina
nos inyecta
veneno en el oído
y nutre
los malos pensamientos
Se convierte en león
y nos arropa
con su larga melena
de melancolía
Rasguña las entrañas
Su uña
no se desgasta nunca
De noche la casa no está silenciosa
De nochelas paredes de la casa
conversan
Entre murmullos de madera
y mimbre, puertas,
ventanas y muebles
comparten historias
Al amanecer la casa
calla y observa
Oración
Miro al sol. Le pido me guardede la ceguera de no encontrar luz
dentro de mi potro salvaje
diástoles y sístoles recorriendo
mis venas una a una
Que me guarde de la ineptitud
de los apremios
y me devuelva el secreto escondido
detrás del altar de mis ancestros
Que me abra la puerta
para echar la oscuridad de lo imposible
Y bendiga el patio abierto de la casa
donde esparzo mi grito
Cordero
Agazapada, inmóvilesperando
el minuto oportuno
de allá arriba
donde los perros
ladran a la noche
que no escapa
Donde los gatos
renuevan
la séptima existencia
y el silencio es
exacta respuesta
Mansa, dócil
cordero dispuesto
en el altar del tiempo
Esperando
la decapitación
del sueño
Protocolo
La mesa está dispuestaLos comensales se reúnen
consultan la hora
La señora de la casa
sirve platos, copas
cubiertos pulidos
Muy seria se sienta
a la mesa
Cuidadosamente
dobla la servilleta
sobre sus rodillas
La señora de la casa
espera su ración
de pájaros
en salsa de silencios
Este huracán que anda por ahí
Este huracán que anda por ahíme sorprende
Trae piedras de lluvia en la solapa
y golpea el techo de mi casa
Viento y agua se conjugan
en las gotas en fuga
de las nubes y la humedad
amenaza las entrañas
como un cuerpo alargado
que me envuelve
Este huracán sin nombre
me arrastra, me da latigazos
amenaza mi descanso habitual
y me lleva al borde del presagio
de la caída en los acantilados
Echo cerrojos, pongo candado
en puertas y ventanas
invento un vidrio templado
para proteger el techo
No quiero que este huracán
sin nombre que anda por ahí
derrumbe la casa que ahora habito