(Solo al atardecer)
Soy consecuente
de que las amistades epistolares no se pueden
forzar, sino que han de surgir espontáneamente por simpatía, como los cardos
silvestres o borriqueros en los márgenes de los caminos.
Lo
cierto es que alguien –acaso el viento- debió de llevar la ansiada semilla al
terreno contrario como una invitación o un requiebro.
Yo
ha plantado varias semillas y he intentado plantar amistades epistolares y
poéticas en sus caminos. Salieron foscas o vanas pues no han respondido a ni han
puesto una miserable nota en sus blog respectivo.
Pero
como a buen entendedor, pocas palabras bastan, que os vaya bien en el camino de la
luz sobre la cumbre. Porque no tenemos tiempo, el tiempo se nos acabó, se nos
fue. Sin embargo, en esta vida social moderna y actual interesada, todo depende
de quien te escriba.
Uno
se decepciona al pensar que tienes a un amigo al otro lado de las cartas
manuscritas.
Ramón
Palmeral
13-03-2017