(Intelectualismo I, Palmeral)
Señor, no sé lo que me aprisiona y desengaña,
no sé lo que me encierra y tortura,
no sé lo que me pasa ni lo que quiero,
no sé lo que me satisface ni me agrada.
Paso por esta senda de llagas y espinas sangrientas,
de parte a parte, diaria senda de pedregal,
mis manos se cansaron de adorarte,
de suplicarte,
de amarte en lo imposible,
de encenderte velas con mi corazón.
¿Por qué ya no tengo fe?
¿Por qué me has hecho dudar de tu existencia?
¿Por qué no siento TU omnipotencia ni TU divino poder?
¿Por qué me has abandonado?
¿Por qué ya no me das respuestas,
¿Por qué me avergüenzo al confesar que ya no te amo?
¿Por qué no me fulminas con la lanza que te hirió?
¡oh!, cruz que me agota y me rinde,
¡oh!, cruz callada de mis pasos caídos
en este cuerpo que ya no es humano ni terrenal,
sino una amasijo de sombras y dudas.
¿Qué extraña tentación material y mezquina
[me ha trasformado?
¿Qué ingrato y sucio estoy por dentro?
Estoy lleno de preguntas y porqués,
Estoy preso de sepulturas y humanos muertos, de
inocentes que caen en el crisol del fulminante asfalto.
Estoy cansado de ver injusticias
y gente que guerrea por ti, Señor.
No sé qué me pasa, estoy atado por grilletes
invisibles, hachas y medias lunas homicidas,
descarrilamiento de trenes,
bombas indiscriminadas. Sudor y yerro...
¿pero quién eres tú, asesino, para derrrrramar la sangre,
humano tesoro, dignidad del líquido hermano,
con tu carnívoro cuchillo de rayo crispado.
Perdón Señor, por esta confesión a puro grito pelado,
al aire que muge y grita de un instante de éxtasis,
labrados a golpes, una nana a un dios menor,
a un dios que es un instante de venganza,
de un carril de hierros retorcidos,
de vías que nos llevan a los infiernos.
Es tiempo de estaciones y paisajes oxidados,
y me llenan de preguntas, preguntas sin respuestas,
por qué, por qué, este odio y esta lenta agonía,
sangre entre los ojos explotados,
de cunas vacías, y chupetes rotos,
vientres que esperan a los que ni siquiera nacieron.
Quiero rezar y llorar...
he olvidado rezar, ya no sé el Padrenuestro.
ya no sé quién soy, no sé suplicarte,
ya no soy aquel niño inocente de corazón fresco.
Quiero confesar públicamente mis pecados,
oh, dios menor de un cielo menor, sin azul que nos ilumine
estas noches de terrores y angustias,
en el que mi espíritu se niega a ser semejante a ti.
Ya solamente creo en la teología de la pintura,
en la atmósfera que respiro, y en lo que puedo tocar
[y comprar o vender.
No sé lo que me pasa, Señor, ni lo que me aprisiona
ni lo que me tortura, ni lo que me encarcela ni lo que me duele,
no sé, no lo sé.
¡Señor, perdóname, Señor sálvame!
Ramón Palmeral 2002