POESIA PALMERIANA

Los poetas somos como los leones, después de que nos disparen podemos lanzar nuestras garras. Página administrada por el poeta Ramón Palmeral, Alicante (España). Publicamos gratis portadas de los libros que nos envían. El mejor portal de poetas hispanoamericanos seleccionados. Ramón Palmeral poeta de Ciudad Real, nacido en Piedrabuena.
Contacto: ramon.palmeral@gmail.com.
La mayor satifacción que tengo al escribir es saber que alguien me lea cuando yo esté muerto.

jueves, 29 de abril de 2021

DOÑA MARÍA BLASCO NO SE MERECIÓ TENER A VICENTE BLASCO IBÁÑEZ COMO MARIDO

 



 

Para mí Vicente Blasco Ibáñez (1867-1929) como político, periodista y novelistas me parece único, excepcional y genial; sin embargo, como marido y esposo fue un egoísta y un desastre que no supo valor a su mujer doña María con la que contrajo matrimonio en Valencia el 11 de noviembre de 1891. Le dio cinco hijos, la primera hija llamada Libertad falleció al poco de nacer. Tuvo otra hija llamada Libertad, Mario, Julio César (muerto a los 23 años) y a Sigfrido. Aguantó en silencio las ausencias e infidelidades de Vicente. Siempre viajaba solo con la querida Elena Ortúzar  (Chita) dio la vuelta al mundo en un crucero de lujo –y la mujer en Valencia– a Chita la que había conocido en 1906 en el estudio de Joaquín Sorolla en Madrid estaba casada. Aguató María los destierro y huidas a París o Italia, las multas, las innumerables prisiones de su marido, un republicano convencido y en contra de la monarquía. Durante muchos aguantó los ruidos nocturnos de las máquinas de la imprenta del periódico  El Pueblo que la tenía debajo del primer piso donde vivía.  Y murió sola en su casa de Malvarrosa, casa familiar que si no lleva a ser porque ella se la vente Vicente para pagar  deudas. Aguantó los sinsabores de los duelos de su marido y las heridas. Cuando en 1921 vino a Valencia a recibir homenajes desde d su triunfo en Norteamérica no fue a verla. Murió sola el 21 de  enero de 1925. A Sigfrido lo habían metido en la cárcel. Vicente no vino al entierro de su mujer. A los nueve meses de la muerte de Doña María, y sin guardar un tiempo de luto contrajo matrimonio con la amante Elena, que se había quedo viuda en 1917 en París.

Podemos pensar que como las mujeres de aquella época no tenían derechos, el marido podía actuar adúlteramente o pensar que en su tiempo los hombre eran así de déspotas con sus esposas pero inconcebible hoy día. Y eso que Vicente se consideraba u hombre progresista pero que hogar para fuera.

 

 


 

Tomo prestadas  las siguientes  páginas 498 a 499 del libro  Vicente Blasco Ibáñez de León Roca. 2002:

 

Doña María Blasco del Cacho demostró en todo momento un re- i signado y sufrido espíritu de sacrificio. Su bondad innata trató de atem­perar en todo momento la acometividad del escritor, pero fracasó por su carácter excesivamente bondadoso. De noble cuna, educada en un ambiente de austeridad, debió acusar el choque de una improvisada manera de vivir distinta a la que en su juventud llevara. Los primeros años de lucha de Blasco Ibáñez, duros y apasionados en todos los ór­denes, los vivió doña María con la entereza de un carácter hecho para el sacrificio. Su bondad se derramó como bálsamo bienhechor a todos los que de cerca trabajaban en aquella empresa arriesgada y zozobrante de El Pueblo. Ella era la que proporcionaba abrigo y comida a los vendedores humildes del periódico. Ella, la que repartió, durante años,  recluida en el palacete de la Malvarrosa del que no quiso jamás des­prenderse, todo cuanto tenía, con una largueza que emanaba de su co- j razón. Quienes llamaron a su puerta invocando la caridad o pidiendo ayuda, no pudieron jamás decir que salieron con las manos vacías. Ro­berto Castrovido, el articulista fecundo, le dedicó un sentido recuerdo en uno de sus artículos. Su muerte fue sentida y compartida por miles y miles de valencianos. Fue una impresionante manifestación de duelo.

     La leyenda popular hizo correr la versión de que en el acto del en­tierro de doña María, un aeroplano sobrevoló la ciudad. La gente dijo: «¡Es Blasco Ibáñez que viene!» No había tal. Doña María tal vez estuvo esperando hasta el último momento la llegada del esposo. Quizá en las horas de su agonía, cuando la policía le arrebataba a sus hijos y la casa toda adquiría ese aspecto de soledad inconfundible que establece la persecución, cuando todo parecía hundirse para siempre en el fondo sin esperanza, tal vez esperó que el novelista entrase para depositar so­bre su frente el beso de la reconciliación que le hiciera recordar su ju­ventud. Doña María se llevó consigo la amargura de la soledad en que vivió y la tristeza de la separación irreparable. La «otra» [Elena Ortúzar] había vencido.

El 24 de enero de 1925, tres días después de la muerte de su espo­sa, Blasco Ibáñez sigue escribiendo contra el rey de España. Escribe en la revista España con honra, «La pluma y la revolución», «Ladridos junto al camino» y un interesante artículo, «Alfonso XIII intenta perseguirme en Francia», en el que cuenta el intento de procesarle en París «por ata­ques a un soberano extranjero».

      Nueve meses después de la  muerte de su mujer se casa en el mes de octubre con su amante chilena Elena Ortúzar Bulnes. La ceremonia se celebró en el ámbito privado del palacete de la “Fontana Rosa” en Menton con asistencia del presidente de la república de Chile.

 

  Reflexiones:

¿Qué podía hacer una mujer del tiempo de María Blasco? Una mujer de su casa, que no trabajaba en la calle con hijo que alimentar. Sin derecho y sin poder contar con una cuenta corriente. Sin el sufragio universal, Dependiendo absolutamente de marido o del padre. Pues lo que hacía todas: aguantar y mirar para otro lado. Por ello considero que la libertad de la mujer reside en el trabajo, y para ello ha de estudiar y licenciarse en alguna carrera igual que el hombre. A partir de aquí podrá negociar, en caso de matrimonio con separación de bienes, y en otro caso auto-mantenerse como soltera, separada o viuda con independencia y libertad laboral.