POESIA PALMERIANA

Los poetas somos como los leones, después de que nos disparen podemos lanzar nuestras garras. Página administrada por el poeta Ramón Palmeral, Alicante (España). Publicamos gratis portadas de los libros que nos envían. El mejor portal de poetas hispanoamericanos seleccionados. Ramón Palmeral poeta de Ciudad Real, nacido en Piedrabuena.
Contacto: ramon.palmeral@gmail.com.
La mayor satifacción que tengo al escribir es saber que alguien me lea cuando yo esté muerto.

viernes, 30 de abril de 2021

"El cazador del arco iris" obra narrativa de Ramón Fernández Palmeral, disponible en Amazon

 


Este libro ambientado en El Acebuchal, el Mayarín, Frigiliana, Cómpeta, Torrox y Nerja es una de mi mejores obras y a la que le tengo más cariño, sobre la familia de los Simonte en Acebumeya.

Autor en Wikipedia: Ramón Fernández Palmeral

Disponible en Amazon:

https://www.amazon.es/El-cazador-del-arco-iris/dp/1517221919

“El cazador del arco iris” es una obra narrativa con elementos poéticos y cierto realismo mágico, es la saga de familia de “Los Simontes”, unos vecinos de Acebumeya (Málaga), la aldea donde suceden cosas extrañas, rodeadas de un mundo mágico y supersticiones, alcanza cotas de un lirismo inusual en estos tiempos de literatura de consumo. Combina curiosas anécdotas con reflexiones filosóficas y análisis subjetivos de un tiempo pasado, donde no existían medios de comunicación como los teléfonos móviles, ni electricidad, ni otras comodidades actuales.El narrador es un vecino que ha vuelto a la vida de los sentidos y al recuerdo de su biografía desde su nacimiento hasta su vejez, poeta de la palabra, pero también es un historiador ocasional que nos aproxima a los moriscos que vivieron en Acebumeya y Frigiliana del S. XVI, repasando por la Guerra de Norte de África en el Rif y Melilla, la II República, la dictadura de Franco y la dura posguerra vivida por un Guardia Civil, el maquis, y la democracia de las luces en color al final de terribles años en blanco y negro. Con un estilo ameno y prosa de fácil lectura, el narrador nos va sorprendiendo continuamente en un mundo propio donde nada es lo que parece, ni parece lo que es. Dilata al máximo su capacidad de percepción de la realidad y de la observación llevando a cabo un análisis de su entorno familiar y mental con una investigación profunda de las posibilidades del lenguaje y los giros narrativos donde aparecen otros narradores, lo que da a la obra una segunda perspectiva.

Consultar blog de este libro: http://ramonpalmeral2.blogspot.com/

El legado de Blasco Ibáñez, en pedazos

 

El legado de Blasco Ibáñez, en pedazos

La disputa judicial remata 20 años de desencuentros a cuenta de los fondos del escritor, que se reparten entre Valencia, Madrid y Menton | La herencia del autor se conserva en el chalet de la Malvarrosa, la Biblioteca Nacional, San Miguel de los Reyes, el Museo Nacional de Cerámica, la fundación, la familia y coleccionistas privados

Casa-museo Blaco Ibáñez/Irene Marsilla
Casa-museo Blaco Ibáñez / Irene Marsilla
Carmen Velasco
CARMEN VELASCO Valencia
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La historia se escribe con éxitos y fracasos. La gestión del legado de Blasco Ibáñez, también. La influencia política, la producción literaria, la trayectoria social del novelista y la reputación internacional del novelista son incuestionables. Todas las dudas, sin embargo, se focalizan cómo se han salvaguardado y administrado los fondos del autor de 'Entre naranjos', tanto el material documental y bibliográfico como los objetos personales.

La herencia de Blasco Ibáñez está despedazada en su doble acepción de la RAE: dividida y maltratada. La fragmentación puede ir a más dado el enfrentamiento entre la Fundación de Blasco Ibáñez y el Ayuntamiento a cuesta de la titularidad de la donación que realizó Gloria Llorca, nieta del fundador del periódico 'El Pueblo', al Consistorio en 1997.

El conflicto alcanza su máximo nivel de enfrentamiento tras dos décadas en las que la miopía cultural de los gobernantes se ha aderezado con el desprecio político hacia una figura tan incómoda como universal. Después de años de desencuentros, la fundación blasquista quiere retirar una parte de los fondos, cuya propiedad le corresponde, del chalet de la Malvarrosa. El Ayuntamiento tiene 90 días para devolvérselo. Se trata de 300 cartas personales, mil fotografías, 17 cuadernos con notas manuscritas, contratos y documentos conservados por su hija, Libertad Blasco-Ibáñez, y 900 libros del escritor o sobre él procedentes de la colección particular de Ricardo Bolinches.

Una iniciativa popular reclama firmas para frenar la marcha del legado de Valencia

Esta colección se cedió en virtud del convenio entre la entidad blasquista y el Ayuntamiento que caducó en 2018 y no se ha renovado. La Fundación prevé trasladar estos fondos a Madrid tras el contencioso con el gobierno municipal a cuenta de si el legado cedido en 1997 por Gloria Llorca es propiedad del Consistorio o de la entidad blasquista. Para la Administración local fue una donación y para los herederos, un depósito. La justicia, si las instituciones públicas no lo remedian antes, tiene la última palabra. Si los tribunales resuelven se evidenciará, otra vez, la falta de voluntad política por el fundador de la Universidad Popular.

La retirada de la colección de 1997 supondría el desmantelamiento del chalet de la Malvarrosa y fragmentaría aún más el legado de Blasco Ibáñez. No hay destino fijado para estos fondos en caso de que retornen a la fundación. Los descendientes, no obstante, desean que la herencia de su antepasado permanezca en Valencia y consideran evitable la vía judicial.

¿De qué fondos estamos hablando? De fotografías del escritor con Rex Ingram (guionista de 'Los cuatro jinetes del apocalipsis' y director de 'El prisionero de Zenda') y con los intérpretes Pearl White o William Farnum, que reflejan el reconocimiento internacional del autor de 'La barraca'; cartas a su mujer enviadas durante su exilio en París tras promover una manifestación contra Cánovas del Castillo; objetos personales, como su medalla de diputado, un juego de tocador de plata (regalo de boda de Joaquín Sorolla a la hija de Blasco Ibáñez), la partida de nacimiento, el título de bachiller, el carnet de prensa, postales de sus viajes y hasta telegramas en los que informa de su enfermedad antes de fallecer. Son piezas de alto valor que, desde 1997, están al alcance de los valencianos en el chalet de la Malvarrosa.

San Miguel de los Reyes. La Biblioteca Valenciana custodia la donación del exconseller Manuel Tarancón alrededor de la figura de Blasco Ibáñez.
San Miguel de los Reyes. La Biblioteca Valenciana custodia la donación del exconseller Manuel Tarancón alrededor de la figura de Blasco Ibáñez.

El legado del autor de 'Arroz y Tartana' está esparcido. Su fragmentación surgió en origen: se dividió entre los tres hijos del político republicano (el cuarto, Julio César, murió antes que su progenitor). El secretario de la Fundación Blasco Ibáñez, Ángel López, apunta que la parte que mejor ha podido conservarse es la que perteneció a Mario y Libertad Blasco Ibáñez (madre de Gloria Llorca). En manos de coleccionistas acabaron, según la entidad blasquista, los bienes que correspondieron a Sigfrido. Sobre ellos no hay pistas de su ubicación dado que los propietarios privados «son muy discretos», detalla López.

Un destacado y conocido coleccionista blasquista fue el exconseller Manuel Tarancón, quien legó su fondo a la Biblioteca Valenciana en 2003. En San Miguel de los Reyes encuentran cartas, manuscritos y rarezas bibliográficas recopiladas durante tres décadas. La cesión incluyó ejemplares originales de '¡Viva la República!' (1893) o 'La araña negra', las Obras Escogidas en ruso o cartas que escribió en la cárcel a José Benlliure.

Fundación Blasco Ibáñez. Custodia fotografías, cartas y manuscritos poco conocidos y menos estudiados. Su sede está en Burjassot.
Fundación Blasco Ibáñez. Custodia fotografías, cartas y manuscritos poco conocidos y menos estudiados. Su sede está en Burjassot.

Como presidente de la Diputación declaró 1998 como Año Blasco y más tarde, como conseller, compró material que pasó a engrosar los fondos de San Miguel de los Reyes. La Biblioteca Nacional y el fondo del Museo Nacional de Cerámica, señala el secretario de la entidad blasquista, también custodia un importante legado.

El archivo del centro González Martí, cuyo origen es la biblioteca personal del ceramista valenciano, cuenta con la donación de los fondos bibliográficos de Mario Blasco Ibáñez, hijo del escritor de 'Flor de mayo'. En el Palacio de Dos Aguas se puede encontrar ejemplares para la editorial Prometeo.

A la villa francesa Fontana Rosa, se exilió el político republicano a partir de 1923. Blasco Ibáñez logró reunir auténticas joyas bibliográficas en su casa francesa. No sólo había ejemplares valiosísimos de sus lecturas, sino también volúmenes propios. La biblioteca pública de Menton asumió algunos fondos, otros desaparecieron sin más y, a veces, aparecen en las subastas internacionales.

La posible salida del legado de Blasco Ibáñez de Valencia ha motivado una petición en change.org, impulsado por el profesor de derecho de la Universitat de València, César Marí Soucase. La recogida de firmas 'online' pretende frenar la marcha de los valiosos fondos de la capital del Turia. «Este legado pertenece a los valencianos. Nadie entendería que se condenara de nuevo a Blasco Ibáñez al exilio», sostiene el profesor.

La huella cultural del político republicano beneficia a Valencia, a los vecinos que valoran la figura del escritor, a los historiadores e investigadores interesados en el archivo del periodista y a los turistas con motivaciones culturales. El desmantelamiento de la casa-museo sería un fracaso, una derrota con la que escribir un capítulo deshonroso para la historia de la capital del Turia.

Dos décadas de desacuerdos

1997
cesión de los fondos al ayuntamiento. La nieta del autor lega los fondos al Ayuntamiento. Se exhiben en la casa-museo de la Malvarrosa
1999
escrito de revocación. Gloria Llorca presenta un escrito para revocar la donación al «no cumplirse» las condiciones del acuerdo. Sin embargo, no completó todo el proceso y la devolución nunca llegó a ejecutarse.
2001
nace la fundación. La Fundación Blasco Ibáñez surge en 2011 y comunica al Ayuntamiento que es la propietaria de todos los fondos de Gloria Llorca, incluidos los del chalet de la Malvarrosa. El Consistorio lo niega y dice que «no se cedieron en calidad de depósito, sino en virtud de donación».
2005
reclama la titularidad. La fundación reclama de nuevo la titularidad de los fondos de Gloria Llorca, pero renueva el convenio.
2012
nuevo convenio. La entidad blasquista pide otro convenio e insiste en la propiedad de los fondos. Llegan a un pacto.
2019
conflicto judicial. Expirado el convenio de 2017, la fundación quiere retirar el legado. Anuncia la vía judicial para exigir la titularidad de los fondos cedidos en 1997.

Más sobre el legado de Vicente Blasco Ibáñez

 

Películas de exiliados (4). La barraca (Roberto Gavaldón, 1944)

Por Luis E. Parés

En una huerta valenciana de 1880, la familia del tío Barret tiene que abandonar su hogar —la barraca— al no poder pagar las deudas contraídas con su propietario, don Salvador. El tío Barret, borracho y lleno de ira, mata a don Salvador y es encarcelado. La barraca es ocupada por la familia de Batiste que, debido a las circunstancias en que tuvo que ser abandonada la casa, se encuentra con un recibimiento hostil por parte de los huertanos. El rechazo inicial irá creciendo, dando paso a la violencia…

En la primera mitad del siglo XX, Vicente Blasco Ibáñez era un referente para el republicanismo español, ya que además de su gran fama como novelista y hombre de acción (había recorrido varias veces el mundo) era un republicano convencido (fue diputado por la Unión Republicana durante la Restauración). También era un regionalista sentimental que creía que la belleza de España estaba en su diversidad, que defendía haciendo hincapié en la belleza de su región con sus novelas ambientadas en Valencia y en el Mediterráneo.

En su época de mayor activismo político, la última década del siglo xix y la primera del xx, cuando fue elegido diputado y fundó el diario El Pueblo, escribió una serie de cinco novelas de tema y ambientación valencianos: Arroz y tartana, Flor de mayo, La barraca, Entre naranjos y Cañas y barro. Será la tercera de ellas, La barraca, la que lo consagraría como el gran escritor del momento. Una obra en la que el autor se hizo eco de unos hechos históricos acontecidos años antes en la huerta valenciana y que, como se indicó más arriba, le impresionaron hondamente. Pocos le escatimarían a esta célebre novela el mérito de ser una de las obras más notables y representativas del costumbrismo regional español. Con escrupulosa fidelidad, Blasco dejó registrados en ella los característicos usos, costumbres y modo de vida de un grupo social específico, el de una comunidad rural radicada en la huerta valenciana, durante un período bastante preciso, el de la segunda mitad del siglo xix.

En 1944 se rodó en México una adaptación al cine de la novela, con el mismo título, dirigida por Roberto Gavaldón. El guion fue escrito por la hija del novelista, Libertad Blasco Ibáñez, en colaboración con Paulino Masip y Abel Velilla; la escenografía fue diseñada por Vicente Petit y Francisco Marco Chillet y en la cinta trabajaron también los actores españoles José Baviera, Anita Blanch, Amparo Morillo, Luana Alcañiz y Micaela Castejón. La música es de Félix Baltasar Samper. Emilio García Riera contabiliza veinte españoles en el equipo, entre los cuales la mayoría son valencianos, lo cual contribuye a que desde el principio de la película se tenga la sensación de que ha sido hecha en Valencia. Durante años corrió el rumor de que se habían hecho copias dobladas al valenciano, aunque después se ha comprobado que no había el menor fundamento para ello. Lo que queda más que claro es que la película es ante todo una esmeradísima reconstrucción del ambiente valenciano que incluía tanto el tradicional paisaje de barracas como el no menos típico Tribunal de las Aguas o la Albufera, además de muchos apellidos valencianos (Llopis, Peris), palabras en valenciano (xiquet, bon dia) e incluso bailes y danzas típicas.

Este valencianismo entronca con una de las características del cine del exilio, la reivindicación de la patria perdida mediante la reivindicación de las peculiaridades regionales, como dejó claro Rafael de España: «Entre estas adaptaciones literarias se cuentan algunos títulos que pueden considerarse auténticas afirmaciones de españolidad desde el exilio, algo así como homenajes declarados a la patria perdida a través de sus regiones».1 Estas eran películas como Marina (Jaime Salvador, 1944) o Andorra (Joan Castanyer, 1940) en las que se reivindicaba Cataluña, o las muchas películas de ambiente andaluz, empezando por Bodas de sangre (Edmundo Guibourg, 1939).

Siendo obvia la españolidad de esta película, algunos historiadores han visto además en ella una celebración del espíritu republicano, como Emilio García Riera:

Que la novela de Blasco Ibáñez resultara algo pasada de moda y que la imbuyera un fatalismo algo melodramático, no impidió advertir en su naturalismo los elementos propicios a la vehemencia patriótica y liberal: la exaltación del trabajo, la solidaridad y el amor se oponían al irracionalismo criminal alentado por la tradición y el conservadurismo. Para muchos españoles, el incendio final de la barraca de Batiste debió equivaler al de la guerra que les había hecho perder su patria.2

José María Conget también enuncia ese espíritu reivindicativo (como era el caso de La dama duende):

[…] la película aparte de centrarse en la rivalidad entre Pimentó y Batiste, potencia los aspectos de la lucha contra el terrateniente y la injusticia que padecen los campesinos valencianos y adquiere así un carácter recordatorio del pasado inmediato, de la guerra que tal vez no se perdió en vano y al mismo tiempo de ímpetu hacia un futuro prometedor: después de todo, pensarían, el fascismo español tiene los días contados.3

Sin embargo es difícil hacer un análisis ideológico de esta película que ensalce su contenido republicano. A pesar de que Batiste dice en un momento: «la tierra para el que la trabaja», en otro momento, los amigos de tertulia de Pimentó comentan: «Las cosas de hombres las arreglan los hombres. Sólo nos interesa nuestra propia justicia». Es decir, lo que hay de nobleza en los personajes, que mantienen viva la memoria del tío Barret (trabajador honrado que ha sido expropiado por un avaro propietario), desaparece al mostrarlos como ciegos enemigos de un hombre tan honesto como Batiste que sólo quiere trabajar y sacar adelante a su familia (y que quiere incluso que sus hijos vayan a la escuela para que no sigan su camino). Incidir en la narración más que en los condicionantes socioeconómicos (de hecho, la escena en la que Pimentó va a negarle el pago a sus propietarias hace quedar mal al campesino al retratarlo como un pillo) hace que la película se convierta en un melodrama (a los que siempre han sido tan caros los mexicanos) con temas propios del género como las maldiciones, la muerte, la infortuna, el destino. Por ello, cuando Román Gubern dice que «la película constituyó un verdadero acto de afirmación política»,4 nosotros matizamos: la película fue ante todo un verdadero acto de afirmación identitaria, usando (como en la mayoría del cine del exilio) la sinécdoque como figura: al reconocerse la película como valenciana, se reconoce como española, y como tal, se convierte en un ejercicio de nostalgia y de fortalecimiento colectivo.

Con esta cinta, Gavaldón obtuvo diez premios Ariel, incluyendo los correspondientes a mejor película y mejor director, en la primera ceremonia de entrega de estos reconocimientos. Tres de esos galardones premiaron el trabajo de españoles exiliados: interpretación masculina, a José Baviera; adaptación, a Libertad Blasco Ibáñez y Paulino Masip; y escenografía, a Vicente Petit y Francisco Marco Chillet.

Ver todos los artículos de «Películas de exiliados»

  • (1) Rafael de España, «El exilio cinematográfico español en México», en Pablo Yankelevich, México, país de refugio, México D. F., Conaculta, 2002, p. 237. volver
  • (2) Emilio García Riera, Historia documental de cine mexicano, Guadalajara, Conaculta, 1992, p. 194. volver
  • (3) José María Conget, «El cine de los exiliados, el exilio en el cine español», en María Pilar Rodríguez Pérez, Exilio y cine, Bilbao, Deusto, 2012, p. 138. volver
  • (4) Román Gubern, Cine español en el exilio, Barcelona, Ed. Lumen, 1976, p. 15. volver

Instituto Cervantes: https://cvc.cervantes.es/el_rinconete/anteriores/diciembre_14/04122014_01.htm

La maleta de Libertad Blasco-Ibáñez Blasco, desposa del alicantino Fernando Llorca.

 

La maleta de Libertad Blasco-Ibáñez Blasco


12/09/2018 - 

VALÈNCIA. Ser la primera en llevar un nombre no debe ser tarea fácil. Si además esto sucede a finales del siglo XIX y eres la hija de uno de los periodistas, políticos y guionistas del mundo, mucho menos. Libertad Blasco-Ibáñez Blasco (Valencia, 1895-1988)  era hija [María Blasco del Cacho], por supuesot, de Vicente Bla, uno de los escritores valencianos más célebres, autor -entre otros- de Los cuatro jinetes del Apocalipsis, La barraca o Entre naranjos. Vicente era un anticleriral y republicano de manual que amaba, por encima de todo, los ideales franceses de libertad, igualdad y fraternidad. No en vano, en su vida como masón, adoptó el sobrenombre de Danton como homenaje a Georges-Jacques Danton, abogado y político francés que desempeñó un papel determinante durante la Revolución francesa. Sin pensárselo y con un gusto por lo estético que deslumbraría a su generación Vicente eligió que su hija se llamara Libertad. Más aún: eligió que su hija fuera la primera en llamarse Libertad.

Cuenta Mercedes de la Fuente en su libro Valencianas célebres y no tanto que Libertad era “buena pianista, como su madre, articulista ocasional, romántica, heredera de la magnética mirada paterna y aficionada a leer y apuntar frases en una libreta”. Desde muy jovencita mostró querencia por lo artístico

En una entrevista que Libertad coincidió en el año 1981 -ya anciana- en el diario El País recordaba cómo fue su infancia y la relación con sus hermanos: “Soy la tercera de los nacidos, pero la segunda de los que vivimos. Entre mi hermano el mayor, Mario, que murió de corazón cuando tenía setenta años, y, yo nació una chica que sólo vivió trece días. Se llamaba como yo, Libertad, o yo me llamo Como ella. Luego estaba Julio César, que falleció joven del tifus, y Sigfrido, que me lleva ocho años”.

De todos ellos, Libertad fue la que más custodió la obra de su padre, probablemente, la que más y mejor le leyó. El pasado año, con motivo del 150º aniversario del nacimiento de Blasco Ibáñez, se publicó una biografía inédita que Libertad acabó de escribir en el año 1977 cuando todavía estaba en México, país al que se exilió tras la Guerra Civil: Blasco Ibáñez. Su vida y su tiempo, publicada por el Ayuntamiento de Valencia. Fue su hija, Gloria Llorca, la que conservaba estos documentos personales del escritor valenciano.

Pero volvamos a atrás: Libertad se educó en la famosa Institución Libre de Enseñanza de Giner de los Ríos, en Madrid, cuando dirigía el centro Manuel Cossío. Esta institución fue creada en 1876 por un grupo de catedráticos que se apartaron -o fueron apartados- de la universidad por defender la libertad de cátedra, por negarse a impartir sus temarios acorde a injerencias políticas o religiosas. Allí Libertad coincidió, por ejemplo, con las hijas de periodistas conocidos como Luis Morote. Una de ellas acabaría siendo su cuñada al casarse con su hermano Mario.

Libertad también se casaría con otro periodista. En este caso con el alicantino Fernando Llorca, que también era director de la editorial Prometeo que publicó muchas de las obras de su suegro. Libertad y Fernando fueron padres de Mario y Gloria. Justo antes del estallido de la Guerra Civil, Libertad vivía con todo tipo de comodidades en una Valencia plácida y tranquila. Cuidaba de su familia y, como mujer adinerada, prestaba su imagen para causas sociales con los más desfavorecidos. La familia vivía en la sede del edificio de la editorial Prometeo, ubicado en el número 33 de la Gran Vía de Germanías. En el piso principal vivía Libertad y su familia, mientras que sus hermanos Mario y Sigfrido ocupaban las otras plantas. En el libro de Mercedes de la Fuente se recoge, gracias al testimonio de la hija de Libertad, cómo era aquella casa:

            Su hija recuerda los dos balcones y el mirador del despacho de su padre, con las paredes cubiertas por la valiosa y nutrida biblioteca, la del bibliófilo que fue Llorca (…); el dormitorio doble de sus padres comunicado por una puerta; el enorme salón dieciochesco; la colección de cerámica repartida por los pasillos de la casa (...); los cuartos de dormir y aseo de la cocinera y doncella que pernoctaban en la vivienda; el dormitorio de su hermano y el suyo propio (…) ; la sala de costura; la despensa; los rincones y pilas de las lavanderas, los espacios para tender, la gran terraza con parterres comunicada con la editorial por una escalera interna...

Gloria Llorca, nieta de Vicente, también recordaría aquellas meriendas con amigos en las que tomaban horchata y rosquilletas en verano y chocolate y churros en invierno.

En 1938, en plena contienda fraticida, Libertad y su familia abandonó Valencia para marcharse a Barcelona. Libertad se fue sin saber nada de su hijo Mario que se había alistado con el Ejército Republicano. Cruzó Port-Bou a pie en invierno, sin dinero. La escritora Mercedes de la Fuente cuenta así este periplo:

            Huye a Barcelona y, confiscados sus bienes y con su hijo en el Frente, tras un penoso     periplo acaba en el campo de concentración francés de Auterive-sur mer junto a su marido y su hija adolescente. Y su maleta.

Fernando Llorca murió muy poco tiempo de después en Toulouse. Libertad tuvo al más de suerte porque lo poco que quedaba del gobierno republicano le consiguió unos billetes para México. En aquel país, Libertad recordaría a su padre editando algunas de sus obras y empezaría a escribir su biografía con la intención, según ella misma afirmó, de que “mis hijos pudiesen tener una imagen cabal de su abuelo, distinta a la que figura en otros libros”. Esa maleta que Libertad se llevó fue clave para recuperar la obra de su padre que ahora custodia la Fundación Blasco Ibáñez.

En la década de los años 60 Libertad volvió a Valencia porque su hermano Mario estaba muy enfermo. Los nacionalistas no le dejaron quedarse más de tres días. No fue hasta la finalización de la dictadura cuando Libertad pudo volver definitivamente a su ciudad. En su retorno se dio cuenta de cómo tantos años de franquismo habían ensombrecido y ocultado la obra de su padre. Comprobó además el derrumbe de las casas que había habitado, del chalet de la Malvarrosa, de la sede de la editorial...

Libertad Blasco, Ibáñez, hija también de María Blasco del Cacho -una mujer perteneciente a la alta burguesía valenciana-, murió en Valencia en 1988 a los 86 años. Hasta los últimos años de su vida, ya anciana, no dejó de recordar a su padre y de guardar su legado. Gracias a esa maleta que conservó conocemos hoy la obra y trayectoria de los valencianos más importantes de nuestra historia reciente.

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Libertad Blasco Ibáñez: "Mi padre era optimista y confiado" 

Jaime Millas/El País

Libertad Blasco Ibáñez Blasco, 86 años, es la única hija del famoso escritor y político republicano Vicente Blasco Ibáñez, cuyo legado cultural va a ser revisado esta próxima semana con motivo del simposio internacional que se celebrará en Valencia. A raíz de esta oportunidad, Libertad Blasco Ibáñez ha accedido a romper su prudencia y ser entrevistada. Marca así la excepción a su norma de dirigirse a los medios informativos por medio de cartas abiertas. Su estado de salud y avanzada edad la mantenían inflexible en estas condiciones. No obstante, aceptó de EL PAIS la posibilidad de contar, en directo, por primera vez, algunos trazos de su trayectoria vital y perfilar una semblanza de su padre. «Soy la tercera de los nacidos, pero la segunda de los que vivimos. Entre mi hermano el mayor, Mario, que murió de corazón cuando tenía setenta años, y,yo nació una chica que sólo vivió trece días. Se llamaba como yo, Libertad, o yo me llamo Como ella. Luego estaba Julio César, que falleció joven del tifus, y Sigfrido, que me lleva ocho años».

Más información

El recuerdo del padre la emociona cada vez que la evocación se hace muy intensa al enseñar fotos de su vida.y hablar de su personalidad. «Le recuerdo admirablemente», afirma Libertad. «Mi madre le decía que nos portábamos mal cuando volvía de sus viajes. Cogía la servilleta y hacía un gesto para reñirnos. "¡Qué malos sois!", nos decía. Era optimista y alegre, como yo. Muy confiado con todo el mundo. A mí me quería mucho por' ser la única chica. Mi madre era de carácter inás pesimista. Tenía más predilección por Mario, porque estaba muy delicado».

Libertad no sabe elegir una faceta de la actividad de su padre. «Me gusta todo en su conjunto. Fue un excelente escritor, político, periodista. Como orador y cuentista fue también muy grande. De sus obras me quedo con La catedral. El protagonista es un anarquista idealista y utópico. Por esto ha tardado tanto en volverse a editar».

Pasó la frontera a pie

Libertad se educó en la Institución Libre de Enseñanza de Giner de los Ríos, en Madrid, cuando dirigía el centro Manuel Cossío. «Estudiaba con las hijas del gran periodista Luis Morote, primer corresponsal de guerra que tuvo España en la guerra de Ceuta y Melilla. Con el tiempo, su hija Elena secasó con mi hermano Mario». La impronta cultural que le dejó aquel período escolar se mantiene con la misma intensidad cuando. justifica su regreso a Valencia, desde el exilio, hace cinco años: «Volví con gran satisfacción porque, aunque soy republicana y seguiré siendo republicana, un rey constitucional era, para mí, un paso acertado».

En 1938 la familia salió de Valencia. «Antes enterramos a mi madre y también quise enterrar a mi padre, que estaba en la entrada del cementerio católico esperando que se terminara su mausoleo definitivo. Fui a hablar con el alcalde de entonces, Contreras Torres, y me dio un nicho en el civil. Cuando los nacionales entraron en Valencia, quemaron todos los libros y cosas personales que le habían acompañado provisionalmente en el cernenterio».

A partir de este momento, comienza su largo exilio. «Me fui a Barcelona sin saber nada de mi hijo, que luego llegaría a Francia con el Ejército republicano. Cruzamos la frontera por Port-Bou, todo el monte a pie, cargados con maletas. Cruzamos el mismo día del aniversario de mi padre, el 28 de enero de 1939, con lo puesto, sin un céntimo. Mi marido, Fernando Llorca, que fue gerente de la Editorial Prometeo, fundada por mi padre, murió poco después y lo enterramos en Hauterive, cerca de Toulouse. Desde allí el Gobierno republicano en el exilio nos arregaló unos billetes para ir a México. Mi hija se quedó en Valencia, porque era menor de edad, con unos amigos».

El retorno

Décadas después, en 1960, prepararía el regreso. «Este año volví a Valencia porque quería ver a mi hermano Mario, que estaba muy enfermo, pero los de Falange», afirma Libertad Blasco Ibáñez, «me dieron tres días para salir de Valencia». Luego, con la reforma política, resolvió su retorno definitivo. El desencanto por la falta de atención que había merecído durante el franquismo la obra y legado histórico de su padre es de las sensaciones que más recuerda al afincarse de nuevo en Valencia, en un piso moderno de la calle de Navarro Reverter. «En Valencia capital», asegura, «no hay ningún recuerdo de Blasco Ibáñez. Los edificios donde vivió han desaparecido. La casa donde se imprimía el diario El Pueblo -yo nací allí, en un piso encima de las máquinas del diario- es ahora un banco. Su casa natalicia, y donde tenla la Editorial Prometeo, en la Gran Vía Germanías, también se ha destrozado».

Pero, de todas estas Iristes comprobaciones, fue imborrable su visita a la Casa de la Malvarrosa, en el distrito marítimo, refugio de Blascd Ibáñez, frente al mar, elegido para escribir sus novelas de más difusión. «Tuve una impresión horrible», dice. «Quise entrar a mi habitación y no pude, porque había un agujero en el suelo que daba al piso de abajo. La chimenea de estilo valenciano, los flechas navales, que ocuparon aquella casa después de la guerra, la habían derribado para hacer un balcón. Las estatuas que hacían de columna en el gran mirador las habían quitado, tal vez porque era inmoral que llevaran el pecho descubierto. La mesa de mármol de Carrara estaba sin las patas y rota por la mitad. Recuerdo que mi padre dijo: «Sobre esa mesa, si me muero, quiero que me velen los pescadores».

Libertad Blasco Ibáñez pone punto final a sus recuerdos expresando un deseo: «Me gustaría que se dedicara a casa de la cultura. El Ayuntamiento de ahora la ha comprado la casa de Malvarrosa para reconstruirla. Si en cinco años no se hace nada, el contrato dice que volverá a la familia. Este alcalde me lo ha prometido y confío que lo hará. Conmigo, el anterior alcalde, Ramón Izquierdo, y todos, se han portado bien. Fue siempre correcto. Pero no quise vender mi parte porque era de Franco».

Obras de Vicente Blasco Ibáñez.

 Actas del XVIII Coloquio de Historia de la Educación. Vol. 2. Sección 4448 |

 En París coincidiendo con el inicio de la Primera Guerra Mundial, recibió el encargo personal del propio Presidente francés Raymond Poincaré de escribir una novela sobre la guerra, así nació Los cuatro jinetes del Apocalipsis (1916), que llegó a ser la obra más leída a nivel internacional. La novela ha sido llevada al cine en dos ocasiones, la primera en 1921 y más recientemente en la segunda mitad del siglo XX.Características personales del autor Muchos autores (Gasco, León, Pitollet) lo definen como un gran vitalista, con grandes habilidades comunicativas y una personalidad arrolladora e impetuosa. Además de po-seer alta capacidad de estudio, poder de orador y ser muy persuasivo.Le tocó vivir en una época donde se daban grandes desniveles sociales y mucha po-breza con gran analfabetismo en las clases socioeconómicas más bajas. Hecho que ocurría tanto en nuestro país como en toda Europa. Por eso, se sintió con la necesidad moral de denunciar los abusos y la realidad del momento. El mismo se defi-nía como un hombre de acción, antes de como un literato.Entre sus gustos personales le apasionaba la música clásica, sobre todo Wagner, tam-bién la pintura, la historia y la literatura española siendo gran conocedor y admirador de todas las obras de Miguel de Cervantes y Saavedra. Es evidente que para un personaje como Blasco, tan idealista y tan comprometido, el tiempo y los acontecimientos que tan de cerca le tocó vivir, marcaron de manera indele-ble, tanto su vida como su obra literaria.4 Se le enclava dentro del movimiento pertene-ciente al realismo y al naturalismo literario. Obras Es autor de una producción literaria muy amplia y variada. Cultivó varios géneros den-tro de la narrativa con gran variedad temática. Según José Luis León supo reflejar con acierto la Valencia de la época, en su primera fase sus escritos denotan claros elementos costumbristas, de ambiente valenciano como en Arroz y tartana, Flor de Mayo, La barra-ca, Entre naranjos, Cañas y barro, Cuentos valencianos, La condenada; novelas sociales tales como La catedral, El intruso, La bodega, La horda; de temática psicológica, Sangre y arena, Los muertos mandan, Los enemigos de la mujer,La maja desnuda; novelas de temas america-nos, Los argonautas, La tierra de todos, novelas sobre la guerra, la más conocida, ambien-tada en la Primera Guerra Mundial Los cuatro jinetes del Apocalipsis (1916);novelas de exaltación histórica española, El Papa del mar, A los pies de Venus, En busca del Gran Kan, El caballero de la Virgen; novelas de aventuras, El paraíso de las mujeres, La reina Calafia, El fantasma de las alas de oro; novelas cortas tales como El préstamo de la difunta, Novelas de la Costa Azul, Novelas de amor y de muerte, El adiós de Schubert; libros de viajes como La vuelta al mundo de un novelista; En el país del arte, Oriente, la Argentina y sus grandezas, entre otras muchas obras.

jueves, 29 de abril de 2021

DOÑA MARÍA BLASCO NO SE MERECIÓ TENER A VICENTE BLASCO IBÁÑEZ COMO MARIDO

 



 

Para mí Vicente Blasco Ibáñez (1867-1929) como político, periodista y novelistas me parece único, excepcional y genial; sin embargo, como marido y esposo fue un egoísta y un desastre que no supo valor a su mujer doña María con la que contrajo matrimonio en Valencia el 11 de noviembre de 1891. Le dio cinco hijos, la primera hija llamada Libertad falleció al poco de nacer. Tuvo otra hija llamada Libertad, Mario, Julio César (muerto a los 23 años) y a Sigfrido. Aguantó en silencio las ausencias e infidelidades de Vicente. Siempre viajaba solo con la querida Elena Ortúzar  (Chita) dio la vuelta al mundo en un crucero de lujo –y la mujer en Valencia– a Chita la que había conocido en 1906 en el estudio de Joaquín Sorolla en Madrid estaba casada. Aguató María los destierro y huidas a París o Italia, las multas, las innumerables prisiones de su marido, un republicano convencido y en contra de la monarquía. Durante muchos aguantó los ruidos nocturnos de las máquinas de la imprenta del periódico  El Pueblo que la tenía debajo del primer piso donde vivía.  Y murió sola en su casa de Malvarrosa, casa familiar que si no lleva a ser porque ella se la vente Vicente para pagar  deudas. Aguantó los sinsabores de los duelos de su marido y las heridas. Cuando en 1921 vino a Valencia a recibir homenajes desde d su triunfo en Norteamérica no fue a verla. Murió sola el 21 de  enero de 1925. A Sigfrido lo habían metido en la cárcel. Vicente no vino al entierro de su mujer. A los nueve meses de la muerte de Doña María, y sin guardar un tiempo de luto contrajo matrimonio con la amante Elena, que se había quedo viuda en 1917 en París.

Podemos pensar que como las mujeres de aquella época no tenían derechos, el marido podía actuar adúlteramente o pensar que en su tiempo los hombre eran así de déspotas con sus esposas pero inconcebible hoy día. Y eso que Vicente se consideraba u hombre progresista pero que hogar para fuera.

 

 


 

Tomo prestadas  las siguientes  páginas 498 a 499 del libro  Vicente Blasco Ibáñez de León Roca. 2002:

 

Doña María Blasco del Cacho demostró en todo momento un re- i signado y sufrido espíritu de sacrificio. Su bondad innata trató de atem­perar en todo momento la acometividad del escritor, pero fracasó por su carácter excesivamente bondadoso. De noble cuna, educada en un ambiente de austeridad, debió acusar el choque de una improvisada manera de vivir distinta a la que en su juventud llevara. Los primeros años de lucha de Blasco Ibáñez, duros y apasionados en todos los ór­denes, los vivió doña María con la entereza de un carácter hecho para el sacrificio. Su bondad se derramó como bálsamo bienhechor a todos los que de cerca trabajaban en aquella empresa arriesgada y zozobrante de El Pueblo. Ella era la que proporcionaba abrigo y comida a los vendedores humildes del periódico. Ella, la que repartió, durante años,  recluida en el palacete de la Malvarrosa del que no quiso jamás des­prenderse, todo cuanto tenía, con una largueza que emanaba de su co- j razón. Quienes llamaron a su puerta invocando la caridad o pidiendo ayuda, no pudieron jamás decir que salieron con las manos vacías. Ro­berto Castrovido, el articulista fecundo, le dedicó un sentido recuerdo en uno de sus artículos. Su muerte fue sentida y compartida por miles y miles de valencianos. Fue una impresionante manifestación de duelo.

     La leyenda popular hizo correr la versión de que en el acto del en­tierro de doña María, un aeroplano sobrevoló la ciudad. La gente dijo: «¡Es Blasco Ibáñez que viene!» No había tal. Doña María tal vez estuvo esperando hasta el último momento la llegada del esposo. Quizá en las horas de su agonía, cuando la policía le arrebataba a sus hijos y la casa toda adquiría ese aspecto de soledad inconfundible que establece la persecución, cuando todo parecía hundirse para siempre en el fondo sin esperanza, tal vez esperó que el novelista entrase para depositar so­bre su frente el beso de la reconciliación que le hiciera recordar su ju­ventud. Doña María se llevó consigo la amargura de la soledad en que vivió y la tristeza de la separación irreparable. La «otra» [Elena Ortúzar] había vencido.

El 24 de enero de 1925, tres días después de la muerte de su espo­sa, Blasco Ibáñez sigue escribiendo contra el rey de España. Escribe en la revista España con honra, «La pluma y la revolución», «Ladridos junto al camino» y un interesante artículo, «Alfonso XIII intenta perseguirme en Francia», en el que cuenta el intento de procesarle en París «por ata­ques a un soberano extranjero».

      Nueve meses después de la  muerte de su mujer se casa en el mes de octubre con su amante chilena Elena Ortúzar Bulnes. La ceremonia se celebró en el ámbito privado del palacete de la “Fontana Rosa” en Menton con asistencia del presidente de la república de Chile.

 

  Reflexiones:

¿Qué podía hacer una mujer del tiempo de María Blasco? Una mujer de su casa, que no trabajaba en la calle con hijo que alimentar. Sin derecho y sin poder contar con una cuenta corriente. Sin el sufragio universal, Dependiendo absolutamente de marido o del padre. Pues lo que hacía todas: aguantar y mirar para otro lado. Por ello considero que la libertad de la mujer reside en el trabajo, y para ello ha de estudiar y licenciarse en alguna carrera igual que el hombre. A partir de aquí podrá negociar, en caso de matrimonio con separación de bienes, y en otro caso auto-mantenerse como soltera, separada o viuda con independencia y libertad laboral.