El 22 de enero de 1939, don Antonio Machado partió desde Barcelona al exilio en el que sería su último viaje. Exactamente un mes después, el 22 de febrero del mismo año, fallecería en el pueblecito francés de Collioure, tal como él profetizó:

Y cuando llegue el día del último viaje
y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,
me encontraréis a bordo, ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar.

El nueve de marzo de 1938, el ejército franquista lanzó una ofensiva en el frente de Aragón que hizo que se alterara profundamente la situación de la guerra. Debido a ello, se corría el peligro de que Cataluña quedara aislada del resto de la España republicana, como realmente ocurrió tras la caída de Vinaroz el quince de abril del mismo año.

Viendo el cariz que tomaba la situación, Antonio Machado decidió marchar a Barcelona, alojándose en el hotel Majestic del Paseo de Gracia, lugar en el que se encontrará con José Bergamín y León Felipe, entre otros intelectuales. Como el trasiego del hotel no era de su agrado, logró que, un mes más tarde, unos amigos le buscaran otro alojamiento en el que poder estar algo más tranquilo, así fue acogido en Torre Castanyer, sita en el Paseo Sant Gervasi número 21, al pie del Tibidabo y desde donde se puede ver el mar.

Este palacete fue incautado por el Gobierno de la Generalitat y había sido propiedad de la duquesa de Moragas. A pesar de las precariedades del lugar, Machado pudo reanudar allí su actividad literaria. Colaboró regularmente con La Vanguardia en una serie de artículos que tituló «Desde el Mirador de la guerra», también hizo dos prólogos, uno para una reedición de La corte de los milagros de Valle Inclán y otro para un libro de Manuel Azaña titulado Los españoles en guerra, que nunca se llegó a distribuir, puesto que la edición fue destruida por el régimen franquista. En Torre Castanyer recibía a sus amigos y pasó los últimos días más o menos felices en España. Entre las personas que regularmente le visitaban se encontraba el doctor Puche, Director General de Sanidad, que nos relata el precario estado de salud de Machado: «Pronto me di cuenta de que tenía ante mí a una máquina gastada». Las palabras de Luis Capdevila también abundan en esta impresión, «Don Antonio está flaco, macilento. Tiene la cara descarnada, amarillenta y angulosa».

Mientras tanto, la guerra continuaba y, después de 114 días de combate en la Batalla del Ebro (del 25 de julio al 15 de noviembre de 1938), con más de 100.000 bajas entre ambos bandos, fracasaba la última ofensiva del ejército republicano. Tras su pérdida, la guerra ya estaba sentenciada.

El 15 de enero de 1939, las autoridades anunciaron al poeta, ante la llegada inminente de las tropas franquistas, que debía prepararse para marchar al exilio. La marcha definitiva del poeta fue el domingo 22 de enero. Partió en un coche enviado por el doctor Puche en el que sería su último viaje. La mañana del 23, llega a Gerona y se encuentra con una ciudad invadida de vehículos, por lo que tiene que esperar varias horas con gran riesgo para su vida debido al incremento de los bombardeos.

Se calcula que, durante esos días, pasaron la frontera francesa alrededor de 400.000 personas, muchas de ellas, como es el caso de don Antonio y de su madre, nunca más volvieron.