POESIA PALMERIANA

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La mayor satifacción que tengo al escribir es saber que alguien me lea cuando yo esté muerto.

sábado, 7 de marzo de 2020

Biografía del poeta argentino Raúl González Tuñón, amigo de Miguel Hernández

Biografía del poeta argentino Raúl González Tuñón

"Mi infancia fue la infancia de un nieto de obreros, hijo de obreros. Una dulce infancia porque mi padre trabajaba". RAÚL GONZÁLEZ TUÑÓN
Wikipedia
Raúl González Tuñón (Buenos Aires 29 de marzo de 1905 - 14 de agosto de 1974) fue un poeta, periodista y viajero argentino. Contenido
   1 Vida
   2 Obra
   3 Bibliografía
   4 Referencias
Vida
Participó de la vanguardia literaria argentina de los años 1920 y viajó luego a Europa. Vivió en París y en Madrid, en 1934 ciudades en las que hizo amistad con poetas como Robert Desnós, César Vallejo, Rafael Alberti, Miguel Hernández, Federico García Lorca y Pablo Neruda.

González Tuñón fue también periodista. Trabajó en el diario "Crítica", un vespertino de los años '20 y '30, de marcado tinte sensacionalista, pero que reclutó a notables escritores de la época (entre ellos Jorge Luis Borges, Roberto Arlt, Enrique González Tuñón, Carlos de la Púa, Nicolás Olivari), y en el diario "Clarín", donde escribió crítica de artes plásticas y crónicas de viajes. Se casó con Amparo Momm y trabó una profunda amistad con Pablo Neruda y su esposa Delia del Carril (también argentina). Cuando estalló la Guerra Civil Española, ambas parejas se trasladaron desde Madrid a Santiago de Chile y compartieron una misma casa. Secundó al poeta chileno en la fundación de la sección chilena de la Alianza de Intelectuales para la Defensa de la Cultura, organización antifascista surgida del Congreso Escritores de Valencia, realizado en Barcelona, en medio de los bombardeos franquistas. Posteriormente influyó decisivamente en la cultura argentina de los años '50 y '60 y es considerado uno de los fundadores de una corriente moderna de poesía urbana. Póstumamente se han publicado "El banco de la plaza" y "Los melancólicos canales del tiempo".

Obra
Su obra se inicia con "Las puertas de fuego", que publicó en Buenos Aires en 1923, a los 21 años. En esa época, colaboró con la revista Martín Fierro, en la que también escribieron Jorge Luis Borges, Oliverio Girondo, Francisco Luis Bernárdez,1 Leopoldo Marechal, Macedonio Fernández y Eduardo González Lanuza, entre otros.
La revista solía polemizar burlonamente con el llamado Grupo de Boedo, que agrupaba a los escritores identificados con la literatura social, quienes a su vez denominaban a sus colegas de "Martín Fierro" como el "Grupo de Florida". Siendo Boedo un barrio entonces proletario y Florida la calle elegante de esa época, los polos de la polémica eran más políticos que literarios, aunque en Tuñón sucedía justamente lo contrario: muchos de los escritores de Boedo eran sus camaradas tal el caso de Álvaro Yunque o Elías Castelnuovo. González Tuñón mantuvo entonces relaciones cordiales pero también coincidencias con el Grupo de Boedo y muchos de sus integrantes, especialmente el poeta Nicolás Olivari, se encontraban entre sus amigos. Solar de Raúl González Tuñón.
En 1928, y poco antes de embarcarse rumbo a Europa, González Tuñón publicó "Miércoles de ceniza". Ya en París, escribió uno de los libros considerados fundamentales en su obra: "La calle del agujero en la media", publicado en 1930. Poco más tarde, en 1936, publica otro de sus libros claves, "La rosa blindada", inspirado en un levantamiento minero en la provincia española de Asturias. Esta obra fue de gran importancia ya que Raúl González Tuñón, con esos versos, fue "el primero en blindar la rosa" (tal las palabras de Neruda). Su obra por tanto no sólo se enmarca dentro de las llamadas vanguardias de principios del Siglo XX, sino que además constituyó una de las más firmes influencias de los posteriormente llamados "poetas de la Guerra Civil española"(muy en particular de Miguel Hernández uno de los más representativos).

Afiliado al Partido Comunista de la Argentina, Tuñón permaneció siempre fiel a sus credos estéticos. Esto lo llevó a polemizar muchas veces dentro de la organización con otros artistas o eventuales funcionarios. Muchas de estas polémicas quedaron registradas en los emblemáticos "Cuadernos de Cultura" publicados por el PCA. Se destaca allí su defensa de Roberto Arlt ante los juicios negativos de dirigentes como Rodolfo Ghioldi. En líneas generales no compartió muchas vulgarizaciones efectuadas en nombre del "Realismo socialista". Esto explica su relación "a medio camino" entre las dos "capillas" fundadoras de la moderna literatura argentina: Florida (generalmente homologada a la vanguardia) y Boedo (al realismo socialista).

Sus poemas que aludían a viajes, barrios de París y de Buenos Aires, pueblos de la Cordillera de los Andes o de la Patagonia, personajes de circo, lugares lejanos, tugurios extraños, marineros, hampones o contrabandistas, denotan influencias tan disímiles como Villón, Rilke, Evaristo Carriego, o payadores como Bettinotti y Gabino Ezeiza. Juancito Caminador, un personaje inspirado en un artista de circo y en una marca de whisky (Johnny Walker) se convirtió en un álter ego literario del autor.
Es al mismo tiempo uno de los precursores de la poesía social y combativa en la Argentina: sus "poemas civiles", referidos a acontecimientos políticos y sociales, influyeron junto con los de la bohemia a autores como Julio Huasi, Juan Gelman (los poetas del "Pan duro"), Roberto Santoro, Francisco Urondo y en líneas generales a toda la generación de los años 60.
Fue un intelectual políticamente comprometido y en más de una oportunidad asistió a eventos internacionales que convocaban a intelectuales y artistas de los cinco continentes ya sea por la lucha contra el fascismo o en pos del socialismo, cuya causa abrazó.

Bibliografía

-Las puertas de fuego (1923).
-El violín del diablo (1926).
-Miércoles de ceniza (1928).
-La calle del agujero en la media (1930).
-El otro lado de la estrella (1934).
-Todos bailan, poemas de Juancito Caminador (1934).
-La rosa blindada (1935).
-Ocho documentos de hoy (1936).
-Las puertas del fuego (1938).
-La muerte en Madrid (1939).
-Canciones del tercer frente (1939).
-Nuevos poemas de Juancito Caminador (1941).
-La calle de los sueños perdidos (1941).
-Himno de pólvora (1943).
-Primer canto argentino (1945).
-Dan tres vueltas y luego se van.
-Hay alguien que está esperando (1952).
-Todos los hombres del mundo son hermanos (1954).
-La cueva caliente (1957).
-La Luna con Gatillo (1957), dos tomos, Edit. Cartago.
-A la sombra de los barrios amados (1957).
-Demanda contra el olvido (1963).
-Poemas para el atril de una pianola (1965).
-La literatura resoplandeciente (ensayos, 1967).
-Poemas para el atril de una pianola Crónicas.
-Crónicas del país del nunca jamás (1967).
-La veleta y la antena (1969).
-Selección de Poesía (1926-1948).
-El Rumbo de las islas perdidas (1969).
-Antologia poética, edit. Losada (1970).
-El Caballo Muerto.
-El banco de la plaza: los melancólicos canales del tiempo (1977). Referencias
   ↑ Francisco Luis Bernárdez (en inglés)
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http://www.superchatarra.com.ar/edanteriores/diciembre2002/cancionbaraja.htm
Una biografía en poemas: la vida de Raúl González Tuñón.
canción, paloma y baraja
 
CRONOLOGÍA 
En la literatura hay una creencia popular (infundada, por otra parte), la de creer que el escritor necesariamente escribe de lo que ha vivido. Esta superstición es fácilmente refutable: ¿en qué hechos de su vida se inspiró Ray Bradbury para escribir "Crónicas marcianas", por caso? Lejos de nuestro ánimo caer en esa superchería, preferimos seguir el camino inverso: vincular la vida de Raúl González Tuñón a sus poemas, sus anécdotas y las opiniones de los que lo conocieron, sin ningún afán explicativo, sólo como una forma de abrir una dimensión adicional al poeta y su obra.
Advertimos que la siguiente cronología de González Tuñón debe seguirse con el puntero del ratón, atento a los hiperlinks que se abren sobre el texto, como caminos a otras realidades paralelas. Para facilitar la excursión, las palabras elegidas para abrir las puertas a otras ventanas, estarán subrayadas y en otro color. Basta presionarlas, para observar que tienen que decirnos de Tuñón y su obra.
29/03/1905 Nace en Buenos Aires el 29 de marzo, en una casa con dos patios y un níspero de la calle Saavedra 614, en el barrio del Once, frente al muro de un asilo.
Hijo de Remigio González y Consuelo Tuñón inmigrantes españoles de origen obrero, el sexto de siete hermanos.
Su abuelo materno, Manuel Tuñón, era un minero asturiano y socialista quien fue el primero en llevarlo a una manifestación. Al venirse a Buenos Aires, se empleó como tornero en la casa Snokel, de Belgrano y Pichincha.
Su otro abuelo, Estanislao González fue un imaginero borracho y aventurero, que jamás salió de España. Se quedó pintando el manto de la virgen que sus vecinos llevaban en las procesiones, recorriendo bares y persiguiendo muchachas. Las malas lenguas decían que se había muerto persiguiendo a una muchacha por los tejados.

1913 Muere Consuelo Tuñón, la mamá de Raúl. Una semana después, con sus hermanas Irma y Elena, viaja Morón, para vivir los meses siguientes en la casa de la tía Luisa.
1918 Vive con su familia cerca de Plaza Constitución.
Estudia en el Colegio Nacional Central, el hoy Nacional Buenos Aires ("Gigante pétreo que me mataba de álgebra"), estudios que dejará incompletos. Descubre una frase de Roger Bacon que lo marca a fuego: "Contempla el mundo".
Participa en las manifestaciones de la Reforma Universitaria.
1922 Viaja a Montevideo con su hermano Enrique.
Recibe $15 por su poema "A Frank Brown" (el payaso), publicado en la revista "Caras y Caretas".
1923 Integra la redacción de Proa, dirigida por Ricardo Güiraldes. Colabora con la revista Martín Fierro, integrantes del grupo Florida (Borges, Girondo, Marechal, entre tantos). Sus consignas: verso libre, inconformismo, irreverencia frente a los hispanófilos y cuestionamientos a Leopoldo Lugones, el poeta oficial argentino. Desde la vereda de enfrente, el grupo Boedo, se los acusabas de "niños bien". Los hermanos Tuñón como Roberto Arlt fueron un puente entre ambos grupos.
1924 Viaja a Santa Fe, Córdoba y La Rioja, ciudad en la que permanece más de un año y medio, escribiendo los poemas de "Miércoles de ceniza", y trabajando en el diario "El látigo".
1925 El editor Manuel Gleizer organizó un concurso literario con Alfonsina Storni, Carlos Alberto Leumann y Evar Méndez como jurados. Enrique junto los poemas de Raúl y los envío. Ganó el concurso. "Fue el concurso de Enrique, en el que yo sólo puse los versos" diría Raúl, tiempo después.
1926 Publica "El violín del diablo".
Alvear dicta una amnistía para los infractores del servicio militar, a la que se acoge Raúl González Tuñón quien se había olvidado de hacer la conscripción.
Con el premio, Enrique se animó a recomendarlo a Natalio Botana, director del diario "Crítica" quien se vanagloriaba de tener a los mejores poetas y talentos en su redacción. Ingresa a "Crítica" donde compartió la redacción con Conrado Nalé Roxlo, Jorge Luis Borges, Roberto Arlt, Ulises Petit de Murat, Carlos de la Púa, Sixto Pondal Ríos, Roberto Tálice, Edmundo Guibourg y Nicolás Olivari, entre otros.
Pasa a ganar $250 pesos por su sección "Crónicas de la semana". Natalio Botana descubre su vocación andariega: "Raúl es un pájaro que tiene que estar fuera de la jaula". Se convierte en el corresponsal del diario.
Viaja al sur cubriendo los sucesos de la Patagonia trágica. Habla con los obreros, las familias, las viudas y huérfanos de las víctimas. Esa experiencia lo conmueve.
1927 Corresponsal en Tucumán, envía crónicas sobre la vida en los ingenios.
1928 Publica "Miércoles de ceniza" con el que gana el segundo Premio Municipal.
1929 Con los $500 del premio viaja a Europa e invita a acompañarlo a Sixto Pondal Ríos. Cuando llegan a París, ya no les alcanza la plata. Viven gracias a Edmundo Guibourg, corresponsal de "Crítica" en Francia y a las notas que escriben para ese periódico y "La Nación", destacándose el reportaje que le hizo a Pablo Picasso en el café-concert "El buey sobre el tejado" de Jean Cocteau. De ese tiempo es donde nacen los versos de "La calle del agujero en la media".
Viaja a Barcelona.
1930 Regresa a Buenos Aires.
Publica "La calle del agujero en la media".
1931 "Crítica" lo envía a Brasil, para cubrir la revolución de Getulio Vargas. En la escala en Montevideo del barco "Conte Rosso", conoce a Carlos Gardel quien iba a rumbo a Francia.
1932 Como cronista invitado, Raúl González Tuñón viaja por la línea aérea de la Dirección Aeronáutica Civil, comprada a la empresa francesa en donde volaron Mermoz y Saint Exupéry. En la edición de "Crítica" del 19 de febrero de 1932, escribe: "No dejemos que el desierto gane otra vez a la Patagonia".
En octubre, de regreso de un viaje a Barcelona, cubre la guerra del Chaco Paraguayo entre Bolivia y Paraguay.
1933 Para Raúl González Tuñón la Década Infame comenzó el día que cayó al Riachuelo, en medio de la niebla, un tranvía en el que viajaban numerosos obreros que iban a su trabajo, entre ellos un chico de 12 años al que Tuñón vio muerto. En uno de sus bolsillos, envuelto en un papel de diario, llevaba un sandwich de milanesa. Con ese nombre tituló una nota en primera plana de "Crítica", en la cobertura del accidente.
A Botana se le ocurre enviar a uno de sus hombres a Villa Desocupación, una villa miseria en Puerto Nuevo, haciéndose pasar por uno de ellos. El elegido fue Tuñón quien, con un pantalón raído, un suéter viejo y una barba de tres días, se metió en el barrio de las arpilleras. Allí conoció a los personajes que describiría en sus notas "La ciudad del hambre", al polaco Basilio Milenio cortándose las venas con una lata de sardina, o al yugoslavo Estaban Radeschi que deliraba, todas las noches, con volver a Huclevie, su aldea, hasta que una noche se tiró al Río del a Plata, creyendo ver en el horizonte la torre de la iglesia de su pueblo. Asiste también a la represión policial de la Marcha del Hambre.
Funda la revista "Contra" y escribe "Las brigadas de choque" poema por el que sufre la cárcel y un proceso judicial que se resolverá recién en 1965 con dos años de prisión condicional. Sale bajo "caución juratoria", por "no tener condena anterior ni antecedentes policiales de ninguna especie".
Muere su padre, Remigio González, atropellado por un ómnibus.
Viaja a Brasil, donde escribe parte de su libro "El otro lado de la estrella".
Se exilia en España.
1934 En un hotel de Pocitos, Montevideo, conoce a su primera esposa, Amparo Mom.
Publica "El otro lado de la estrella".
1935 Viaja a España y se radica en Madrid.
Publica "Todos bailan", poemas de Juancito Caminador, alter ego inventado por González Tuñón, a partir de la etiqueta del whisky Johnie Walker y de un presdigitador homónimo, que conociera en 1926 en Bahía Blanca.
La violenta represión de los mineros asturianos, en octubre de 1934, lo inspira a escribir "La rosa blindada"; conoce a Dolores Ibarruri, "la Pasionaria" y traba amistad con Pablo Neruda (cónsul en Madrid) y su mujer, la pintora argentina Delia del Carril, Federico García Lorca, Miguel Hernández, León Felipe y Rafael Alberti.
En setiembre de 1935, León Felipe organizó un acto en el Ateneo de Madrid, donde Raúl González Tuñón lee varios de los poemas inspirados en la insurrección minera en Asturias.
Se casa con Amparo Mon.
A fines de diciembre, vuelve a Buenos Aires, poco antes del estallido de la Guerra Civil Española, con el fin de organizar la Sección Hispanoamericana de la Alianza de Intelectuales Antifascistas.Se organizó una comida de despedida.

1936  Publica "La rosa blindada". 
Publica "Ocho documentos de hoy" reuniendo su trabajo solidario con la República.
Se entera de la muerte de Federico García Lorca.
1937 Vuelve a España como corresponsal de "La Nueva España" y "El diario", publicaciones de los republicanos españoles. Se encuentra con Rafael Alberti, conoce a Ernest Hemingway, John dos Pasos, Antonio Machado.
Resisten los bombardeos al hotel Victoria, atacado por las fuerzas franquistas, en conocimiento que se encontraban "los escritores con sus queridas".
Escribe los poemas de "La muerte en Madrid".
Asiste al II Congreso Internacional de Intelectuales Antifascistas en Valencia, en Madrid y en Barcelona. Del 4 al 17 de julio 1937. Viaja a París, para participar en la sesión de clausura del congreso. Se encuentra con Miguel Hernández, Vicente Hidobro, César Vallejo, Tritán Zara...
La República está al caer. Tuñón abandona España, previendo el final.
Viaja a Chile con Amparo Mom y con Pablo Neruda y Delia del Carril.
1938 Pablo Neruda le pide que lo ayude a fundar la Alianza de Intelectuales de Chile. Tuñón acepta quedarse pero sólo por quince días. "Y me quedé quince años".
Publica, en Santiago, "Las puertas del fuego".
Recita "Busco un marido para mi mujer" en el film homónimo de su cuñado Arturo Mom, su única participación en cine, una actividad que amó en sus años juveniles. La película, estrenada el 21 de septiembre, estaba protagonizada, entre otros, por Luis Arata, Nedda Francy y Santiago Gómez Cou
1939 Publica, en Buenos Aires, "La muerte en Madrid".
Amparo Mom, su esposa, enferma de cáncer.
1940 En Santiago de Chile, funda el diario "El siglo", con Volodia Teitelboim y Pablo Neruda, entre otros.
1941 Publica "Canciones del tercer frente", donde ser reúnen cuatro libros ("A nosotros la poesía"; "Las calles y las islas"; "Caprichos de Juancito Caminador" e "Himnos y canciones"). Libro de desniveles: junto al burdo homenaje a Stalin, fiel a la política del partido, se asiste a la imagen lírica de la "Luna con gatillo".
1943 Publica "Himno de pólvora", textos escritos por Tuñón en Chile.
Muere su esposa, Amparo Mom.
El 9 de mayo de 1943, murió en Cosquín, Córdoba, su hermano Enrique González Tuñón.
Retoma su vida en Santiago de Chile, sufre un infarto, vuelve a enamorarse. En un comité de ayuda a la Francia de la Resistencia conoce a Irma Falcón.
1945/6 Hacia el final de la guerra, vive con Irma, pero no por mucho tiempo. Raúl regresa a Buenos Aires. Un año después nace Aurora Amparo, su hija.
Publica "Primer Canto Argentino", poemas donde evoca a las figuras de la historia argentina (Rosas, Sarmiento, Moreno, Rivadavia, Echeverría). Enuncia su propósito: "Vuelvo para meterme / igual que se metieron los que hicieron mi pueblo con la pluma y la espada".
Cubre las luchas obreras en artículos publicados en los periódicos comunistas "Orientación" y "La Hora".
Se edita "Selección de Poesía (1926-1948)", dedicado a María Soledad, una muchacha nicaragüense.
1952 Se casa con Nélida Rodríguez Marqués, su compañera hasta el fin de su vida.
Publica "Hay alguien que está esperando (El penúltimo viaje de Juancito Caminador)".
1952 Viaja a la URSS y Checoslovaquia.
Publica "Todos los hombres del mundo son hermanos".
1953 El primer día del año nace su hijo, Adolfo Enrique.

1957  Publica "A la sombra de los barrios amados". 
1958 Viaja a Taschkent (Uzbekistán) invitado al Primer Congreso de Escritores de Asia y África.
Visita Moscú, Estocolmo, Ámsterdam y Ginebra.
Publica sus impresiones de viaje en el diario "La Hora".
1963 Viaja a Cuba e integra el jurado de poesía del IV Congreso de Escritores Hispanoamericanos.
Publica "Demanda contra el olvido".
1965 Publica "Poemas para el atril de una pianola" y "Crónicas del País de Nunca Jamás".
1969 Publica "El rumbo de las islas perdidas" y "La veleta y la antena".
1970 Termina su colaboración con el diario Clarín, iniciada en 1948.
1971 Viaja a la URSS, para asistir en un homenaje al poeta Alexander Pushkin.
1974 La noche del 13 de agosto, escribe su último poema en homenaje a Víctor Jara, asesinado por la dictadura de Pinochet. Al día siguiente, a la hora de la siesta, Raúl González Tuñón muere en Buenos Aires.
1977 Se publica, post-mortem, "El banco de la plaza".
Todo se ha ido, todo, menos lo que vendrá. RAÚL GONZÁLEZ TUÑÓN


FUENTES: Dos libros nos guiaron por la vida y obra de Raúl González Tuñón. El primero, "El hombre de la rosa blindada" de Pedro Orgambide, fundamental para comprender la obra del poeta. El segundo, fue la antología poética de Tuñón seleccionada por Jorge Boccanera, "Juancito Caminador".
Agotados, desde hace mucho, están los libros de Héctor Yánover, de 1962, y el libro de charlas entre Tuñón y Horacio Salas de 1974. De este último pueden obtenerse algunos fragmentos en Internet, en el sitio de La Maga (www.lamaga.com.ar). Otros sitios de interés se enumeran a continuación. Hacemos votos porque la obra de González Tuñón, así como sus crónicas periodísticas, puedan ser recopiladas y publicadas en los próximos años.

http://www.canaltrans.com/literatura /biografias/tunon.html
http://www.poesiaargentina.8k.com /otrosdoc/docsalastunon.htm
http://www.babab.com /no07/gonzalez_tunon.htm
http://members.fortunecity.com /detalles2002/poesia/raul/raul.html
http://www.cinenacional.com /personas/?persona=2099
http://www.portaldellibro.com /argentina/bibliografia.htm
http://www.nuestrapropuesta.org.ar /anteriores/505/Nota%208.htm
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El barrio Vi la luz en el barrio del Once, en el surero. Cerca de allí nació también Julio de Caro y escribió De la Púa sus memorables versos. Entonces aún la luna bajaba hasta los patios. ¿Era todo mejor? No lo sé. Era distinto. Había carnaval, Nochebuena, organitos, herrerías, corralones y mágicos baldíos. Y en mi bario nacieron la poesía y el tango... Yo amaba ya la lluvia; era un niño perplejo. Del almacén vecino salía un denso tufo a lata ultramarina, a vino grueso y truco. Y la siesta en el barrio con sus perros tendidos, los últimos faroles de gas en las esquinas, el enorme fonógrafo con su disco inquietante: ("Alfredo, mi querido Alfredo, vamos a la tumba, a morir los dos"...), la frontera del muro del Asilo de enfrente, y hoy, a veces, escucho en el fondo del tiempo, la risa de mi madre detrás de los postigos.
RAÚL GONZÁLEZ TUÑÓN
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En un hotel de Pocitos, Montevideo, conoce a su primera esposa, Amparo Mon, hermana de Arturo S. Mom, crítico de cine y compañero de redacción de "Crítica". Estaba con la prima hermana de Amparo, Salvadora Medina Onrubia, esposa de Natalio Botana. Pasaron juntos varios meses en Montevideo, en una temporada de muchas lluvias. De esa época nace "Lluvia", poema que dedica a Amparo.
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LLUVIA
Entonces comprendimos que la lluvia también era hermosa. Unas veces cae mansamente y uno piensa en los cementerios abandonados. Otras veces cae con furia, y uno piensa en los maremotos que se han tragado tantas espléndidas islas de extraños nombres. De cualquier manera la lluvia es saludable y triste. De cualquier manera sus tambores acunan nuestras noches y la lectura tranquila corre a su lado por los canales del sueño. Tú venías hacia mí y los otros seres pasaban: No habían despertado todavía al amor. No sabían nada de nosotros. De nuestro secreto. Ignoraban la intimidad de nuestros abrazos voluptuosos, la ternura de nuestra fatiga. Acaso los rostros amigos, las fotografías, los paisajes que hemos visto juntos, tantos gestos que hemos entrevisto o sospechado, los ademanes y las palabras de ellos, todo, todo ha desaparecido y estamos solos bajo la lluvia, solos en nuestro compartido, en nuestro apretado destino, en nuestra posible muerte única, en nuestra posible resurrección. Te quiero con toda la ternura de la lluvia. Te quiero con toda la furia de la lluvia. Te quiero con todos los violines de la lluvia. Aún tenemos fuerzas para subir la callejuela empinada. Recién estamos descubriendo los puentes y las casas, las ventanas y las luces, los barcos y los horizontes. Tú estás arriba, suntuosa y bíblica, pero tan humana, increíble, pero, tan real, numerosa, pero tan mía. Yo te veo hasta en la sombra imprecisa del sueño. Oh, visitante. Ya es seguro que ningún desvío nos separará. Iguales luces señaleras nos atraen hacia la compartida vida, hacia el destino único. Ambos nos ayudaremos para subir la callejuela empinada. Ni en nuestra carne ni en nuestro espíritu nunca pasaremos la línea del otoño. Porque la intensidad de nuestro amor es tan grande, tan poderosa, que no nos daremos cuenta cuando todo haya muerto, cuando tú y yo seamos sombras, y todavía estemos pegados, juntos, subiendo siempre la callejuela sin fin de una pasión irremediable. Oh, visitante. Estoy lleno de tu vida y de tu muerte. Estoy tocado de tu destino. Al extremo de que nada te pertenece sino yo. Al extremo de que nada me pertenece sino tú. Sin embargo yo quería hablar de la lluvia, igual, pero distinta, ya al caer sobre los jardines, ya al deslizarse por los muros, ya al reflejar sobre el asfalto las súbitas, las fugitivas luces rojas de los automóviles, ya al inundar los barrios de nuestra solidaridad y de nuestra esperanza, los humildes barrios de los trabajadores. La lluvia es bella y triste y acaso nuestro amor sea bello y triste y acaso esa tristeza sea una manera sutil de la alegría. Oh, íntima, recóndita alegría. Estoy tocado de tu destino. Oh, lluvia. Oh, generosa.
RAUL GONZALEZ TUÑON
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Clarín, Buenos Aires, Argentina, Revista Ñ Revista de Cultura Jueves 25 de octubre de 2012, 01:06hs.
Poesía
   21/10/11
La poesía y la vida en la obra de González Tuñón
El origen obrero, la pasión del viaje, el "color local" y el cosmopolitismo, el periodismo en Crítica, en El Siglo de Santiago de Chile y en Clarín, fueron no sólo vicisitudes de la existencia del gran poeta argentino, sino el material, la estructura de su poesía íntima y a la vez internacional y revolucionaria. POR RODOLFO EDWARDS
   Imágenes
PARIS, 1937. Pablo Neruda, Amparo Mom (primera esposa de Tuñón), Emile Savitry (fotógrafo), Delia del Carril (pintora argentina casada con Neruda), Tuñón y dos escritores miembros de las Brigadas Internacionales en el Segundo Congreso Internacional de Escritores Antifascistas.
(Esta foto está en el perfil de Amparo Mom.)
Pocos poetas logran fundir matrices en la memoria, Raúl González Tuñón es uno de ellos. El verso “Eche veinte centavos en la ranura/ si quiere ver la vida color de rosa”, como aquel otro de Jorge Luis Borges: “No nos une el amor sino el espanto/será por eso que la quiero tanto”, persisten como un banner entre las cosas cotidianas que nos invita a aventurarnos en la espesura de la poesía. Todos nos animamos a citar de corrido esas líneas que son tatuajes dibujados para siempre en el imaginario nacional. A Tuñón dan ganas de decirlo en voz alta, sus poemas tienen implícitas como una condición íntima, un “cantito”, una melodía que enseguida resuena en el lector. El “Tata” Cedrón y su Cuarteto musicalizaron los poemas de Tuñón en el recordado disco Cuarteto Cedrón canta a Raúl González Tuñón, logrando bellezas como “La polka de la tarjeta de cartón” o “Milonga de la ganzúa”.
El poema funciona como tarjeta de presentación y carta de identidad, como un pasaporte que Tuñón usaría tantas veces en sus andanzas por el mundo: “Cuando a Enrique (González Tuñón) le decían ¿vos no viajás?, él contestaba: “Raúl viaja por mí”; y (Nicolás) Olivari que oyó eso también decía: “Yo viajo con Raúl, porque cada vez que vuelvo me cuenta todo”. Esta condición de viajero es determinante en la vida de Tuñón. A edad muy temprana comienza su labor como periodista. En 1925 escribe sus primeras notas para el diario Crítica de Natalio Botana, también colabora en La Nación, El Hogar, Mundo Argentino y en 1948 comienza a trabajar en Clarín, diario donde se jubilaría en 1969. Botana lo designa corresponsal en varias misiones periodísticas que sazonan el espíritu aventurero de Tuñón: por esos años viaja a Tucumán (1927), a Brasil (1931) y al Chaco paraguayo en 1932 para cubrir la guerra entre Bolivia y Paraguay; también visita la Patagonia en 1933. Con el correr de los años, sigue cultivando su vocación viajera y en 1943, 1958 y 1971 viaja a la Unión Soviética.
En 1926 se publica su primer libro de poemas, El violín del diablo , cuando ya descollaba en la revista vanguardista Martín Fierro donde también militaban Jorge Luis Borges, Oliverio Girondo y Nicolás Olivari. Esta revista era uno de los órganos de difusión de lo que más tarde se conocería como el grupo de “Florida”, opuesto ideológicamente a “Boedo”, que practicaba una literatura de denuncia social, muy crítica con los arrebatos estetizantes de sus oponentes. Tuñón, como también Olivari, se mantuvieron en una posición equidistante entre los dos antagonismos, ya que si bien sus convicciones políticas coincidían con las propuestas boedistas, no evitaban experimentar con los juguetes nuevos que repartían el futurismo, el surrealismo y otros tantos movimientos europeos.
Ya pasados los enfrentamientos juveniles de la década de 1920, un Tuñón más maduro funda la revista Contra con la que tendría un gran dolor de cabeza: su beligerante poema “Las brigadas de choque”, publicado allí, provoca su detención, pero sale en libertad bajo “caución juratoria”. Recibe la noticia de su condena estando en España, a la que había arribado en 1935, e inmediatamente recibe el apoyo incondicional de sus colegas extranjeros que firman un manifiesto en repudio de la sanción jurídica que pendía sobre Tuñón. Nada menos que César Vallejo redacta el documento y suscriben Tristán Tzara, André Gide, Louis Aragón, Waldo Frank, entre otros.
“Nací en Buenos Aires el 29 de marzo de 1905. Casi niño, anduve por ahí aprendiendo a querer mi ciudad y salí a otros caminos. Aquí, en Santa Fe y en Montevideo, fueron escritos los apresurados versos del Violín del diablo . Tengo en preparación Don Juan de las Casas Blancas y un viaje a Europa. Tuve algo que ver siempre con acreedores y malandrinos. Estoy trabajando en algunos poemas criollistas que me dijeron los aires riojanos. A fuerza de sufrir por esos caminos, me hice optimista. Esa mujer que pasa, mi plato en ‘El puchero misterioso’ y ese vendedor de globos y aquel vaso de vino me reconcilian a cada rato con la vida. Ojalá se reconcilien conmigo los lectores”. Así se anunciaba Raúl González Tuñón en la antología Exposición de la actual poesía argentina , compilada por César Tiempo y Pedro Juan Vignale en 1927; en el índice del libro también se consignaba la dirección de la casa de Tuñón: “Yapeyú 578, Buenos Aires”. Jovencísimo, en esta autopresentación ya ponía todas sus barajas sobre la mesa. Enunciaba no sólo un proyecto literario sino que también desplegaba un mapa donde la poesía y su vida estarían unidas por un lazo indestructible.
No está debidamente enfatizado el descollante papel que desempeñó Tuñón en campos culturales extranjeros. Su participación en la Guerra Civil Española no se limitó a la crónica de guerra, Tuñón adhirió a la causa republicana, como un militante apasionado. Su influjo ideológico y estético llegó a poetas de la talla de César Vallejo, Pablo Neruda, Federico García Lorca, Miguel Hernández y Robert Desnos, entre otros, que rápidamente lo tomaron como un referente cultural y político. En cierta manera, en esa coyuntura, la poesía de Tuñón fue modélica e inaugura un linaje con los libros España en el corazón de Pablo Neruda y España aparte de mí este cáliz de César Vallejo. “Para esa generación escribir poesía combativa era escribir a la sombra de Raúl González Tuñón, es el Rubén Darío de la poesía social”, afirmó cierta vez Octavio Paz.
Por esa época también interviene activamente en cruciales encuentros internacionales de escritores como los Congresos de Intelectuales para la Defensa de la Cultura donde se discuten acontecimientos de extrema gravedad que estaban ocurriendo durante el enfrentamiento entre el gobierno republicano y la insurgencia falangista, como el asesinato de Federico García Lorca, perpetrado el 16 de agosto de 1936. Entre 1940 y 1945 vive en Chile, regresando a Buenos Aires periódicamente. En el país trasandino funda el diario El Siglo junto con Pablo Neruda y Volodia Teitelboim y publica el libro Himno de pólvora .
El adjetivo o la nada
“El adjetivo cuando no da vida, mata”, preconizó Vicente Huidobro, pero Tuñón (como Neruda) no le temía al adjetivo y siempre lo consideraba un aliado, dador de vida, alimento esencial del decir. El verdadero temor era al vacío, a la nada, a la neutralidad indolente de los que no toman partido. El adjetivo es para Tuñón unción de su bondad, es una forma de acariciar a sus criaturas desvencijadas, bendición del verbo a todo lo descarriado. Bondad y belleza son las dos virtudes que sostienen toda la obra poética de Tuñón, más allá de consideraciones técnicas y críticas. “Con este olor, que viene de las trincheras, de los hospitales de sangre, de los conventillos y los caserones sombríos que van del Riachuelo al East Side, del puerto de Marsella a Whitechapel? No os atreveréis a decirme a mí, que he recorrido tantas leguas, que con tranquilidad de conciencia se puede ser neutral en este momento”, escribe en “Blues de Cuatro Centavos”.
Tuñón es ecuménico, simultaneísta, ubicuo, cosmogónico y cosmopolita, pincha un compás en un globo terráqueo y traza curvas inauditas, marcando ciudades, puertos, pueblos, suburbios, selvas y parajes que humillarían a un agente de viajes. Etnólogo musical, prefigura la moda de la world music , por esa persistencia en la escucha de ritmos globales que estallan a todo volumen en muchos de sus poemas viajeros. “La música de feria y de barraca, la chanson , los sonidos y los instrumentos de jazz o de las orquestas de circo, las cajas de música y las canciones del guignol lo atrae y se convierten en leit-motiv formal y temático de muchos poemas posteriores a Miércoles de ceniza (...) La imagen que diseñan estos sonidos es la de una ciudad construida de fragmentos de ciudades. Los ritmos internacionales del parque de diversiones o del chansonier internacionalizan la poesía de Tuñón, a la que el impacto de España incorpora el romance y el compás de marcha”, señala Beatriz Sarlo en un ensayo incluido en el “Dossier Tuñón”, publicado en el número 6 del “Diario de Poesía”, en 1987.
La poesía de Tuñón contradice al ensayo “El escritor argentino y la tradición”, donde Borges señalaba que “en el Corán no hay camellos”, aconsejando a los escribas de evitar “el color local” al que consideraba una anomalía perniciosa. A Tuñón se le fue la mano porque coloreó su tierra natal y le alcanzó la pintura para colorear otras naciones del mundo, porque sus cavilaciones excedían largamente la mera realización estética o las regulaciones estilísticas: “Detesto al erudito minucioso y oscuro, increador y frío. ¡De sangre es la cultura! Idolatro ese fresco, humano, impuro y puro realismo-romántico de la ‘literatura’”, decía en “Poema en yo menor hacia una poesía mayor”. Según las teorías de Tuñón “el poeta de gabinete” debe tener un contacto efectivo con el exterior, de lo contrario se convierte en un sociópata. Tuñón era básicamente un optimista y creía firmemente en la función social del arte. “Yo sé que todo cambia,/ que nada se detiene (...) En vano os empeñéis/ en detener la Historia/ ¡Sé que llegará un día!/ También lo sabe el sol.”, proclama en el poema “El optimismo histórico” ( Primer canto argentino , 1945).
Después de jubilarse, conservó su escritorio en Clarín, donde escribía todas las mañanas y recibía la visita de poetas jóvenes. “Raúl nos acompañó mucho, porque además de ser un gran poeta era un hombre muy generoso, dispuesto a leer los originales de los jóvenes, a dar una opinión delicada y ayudadora”, comentó Juan Gelman. Con la magia de sus palabras, Tuñón alivia los dolores de los desastres humanos, pone paños fríos en la frente febril de los caídos del sistema. Entre ladrones y prostitutas, como un ángel de la guarda de tiempo completo, derrama su emocionada mirada sobre las injusticias naturales y sociales, admitiendo el fracaso de la especie pero también se siente confiado en que una final solidaridad universal redimirá toda maldad, barrerá la Historia y habrá tiempo de empezar de nuevo.
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Periódico Primera Página
Nació como medio alternativo en septiembre de 1993 con la intención de reflejar la identidad de los barrios de Balvanera y Almagro y su historia, brindándole al vecino un instrumento para ayudar a mejorar su calidad de vida en el presente. En el año 200l recibió el Primer Premio de la “Orden Civil Heráldica de la Amistad”, entre más de 130 Barriales de Capital y Gran Bs. As. y hoy ocupa un lugar preferencial entre quienes mensualmente lo buscan en los 250 lugares de distribución gratuita.
martes, 4 de septiembre de 2012 RAÚL GONZALEZ TUÑÓN
EL POETA  EN SU BARRIO NATAL
                                         
“Vi la luz en el barrio del Once, en el surero. Cerca de allí nació también Julio de Caro
  y escribió de la Púa sus memorables versos.
          Entonces aún la luna bajaba hasta los patios…”
En su acontecer histórico el barrio de Balvanera se caracterizó por albergar varias generaciones de poetas, escritores, dramaturgos y compositores, por lo que se ha consolidado como depositario de un patrimonio literario inconfundible. Transitaron por su damero geográfico personajes que aportarían una obra substancial a la literatura nacional e internacional, de referencia ineludible como; Enrique Santos Discépolo, Carlos de la Púa, Alfonso Daniel Rodríguez Castelao, Julio de Caro, Ramón Gómez De La Serna, Leopoldo Marechal, Roberto Jorge Santoro, Edmundo Guibourg, Roberto Tito Cosa, y los hermanos Enrique y Raúl González Tuñón entre tantos otros.
“EL NIÑO triste mira con asombro el patio donde había cielo. La marca que dejó en el muro la fotografía de la boda. El sitio donde estuvo el piano (su música, como la lluvia). La ventana donde el otoño daba su luz a los malvones. ¿Y cómo la verá un día, vaga, distante, en el recuerdo?
La carta que cayó del mueble como una hoja del tiempo.”
Raúl González Tuñón, el poeta que blindó la rosa, como lo calificó una vez, Pablo Neruda, nacía en una modesta casa colonial de la calle Saavedra 618, un 29 de marzo de 1905, cuando el barrio dormía su siesta de bodegones, corralones y patios, de parras y letargos de perros echados al sol. Allí, en la casona frente al Convento que lo cautivó de niño y lo inspiró de joven. Hoy la casa ya no existe, cayó víctima de la infalible piqueta. En su lugar se levanta un edificio en el que se colocó una placa, recién el 14 de agosto de 1996, que dice: “El Honorable Concejo Deliberante de la Ciudad de Buenos Aires la declara Sitio de Interés Cultural…” Hoy tampoco existe aquel convento. A los 18 años el joven Raúl desplegará sus alas y remontará vuelo, lo hará por ciudades y puertos en busca de aventuras y de respuestas a sus innatas ansias de libertad y justicia, que pronto plasmará en su obra. A esa corta edad esboza un primer libro de poemas, El Violín del Diablo (publicado en 1926), que expresa en un fragmento:
“Media noche, sobre las piedras de la calzada hay un caballo muerto. Aún faltan cinco horas para que venga el carro de ‘La Única’ y se lo lleve. Ese caballo viejo, hederoso de sangre coagulada, ese pobre vencido, fue un obrero…”
Pronto recala en el Diario Crítica, el sitio privilegiado de los periodistas, novelistas y escritores de entonces que empezaban a dar los primeros pasos, allí conoce a su vecino Carlos de La Púa, pronto lo descubrirá Natalio Botana (director del diario), quien expresará su admiración por el poeta: “Raúl es un pájaro que hay que hacerlo volar”… Y así ocurrió, volará a París junto a Sixto Pondal Ríos, más tarde lo hará al inmenso sur argentino, que define señalando que la “tierra es la madre de la Patagonia”. A su tiempo cubrirá la Guerra del Chaco, entre Paraguay y Bolivia, una guerra de intereses imperiales por el dominio del petróleo. Cubrirá desde Brasil la época de Getulio Vargas así como la guerra europea que lo llevará a la España republicana donde conoce a García Lorca, Pablo Neruda y Miguel Hernández. También se encontrará con los mineros de Asturias en su inmemorial levantamiento, y es allí cuando concibe La Rosa Blindada:
“Donde el carbón se junta con la sangre Y la ametralladora bailarina Lanza sus abanicos de metralla. Donde todo termina…”
Lo sorprenderá la Guerra Civil, que Raúl cubrirá como corresponsal de “El Diario”. Nuevamente el ruido de los fusiles y el tronar de los cañones…y otra vez la sangre y la muerte…y otra vez los versos del poeta:
“Toca la gaita Domingo Ferreiro toca la gaita... ‘¡Non queiro, non queiro!’ Porque están llenas de sangre las rías, porque no quiero, no quiero, no quiero. Y se secaron los ramos floridos que ella traía en la falda del viento, que ella traía a su novio soldado o pescador, labrador, marinero. Sobre Galicia ha caído la peste, ay, los oscuros sargentos vinieron. Están colgando en los pinos los hombres, toca la gaita, no quiero, no quiero.... Toca la gaita, no quiero, no quiero. Porque la gaita no quiere que toque. Porque se ha muerto Domingo Ferreiro.”
Ni la guerra ni la sangre le impedirán enviar cartas, hasta hace poco inéditas, a su primera esposa, Amparo Mon. Deambulará con sus versos junto a la mezcla de titiritero, farsante, marginal, prestidigitador y hombre de mil aventuras de Juancito Caminador. Regresa a Buenos Aires, viaja a Chile y retoma su estilo de poesía inicial, del Violín del Diablo, a la que le imprime un contenido marcadamente social. Cultiva en su obra dos líneas poéticas que se conjugan, la lírica junto a un contenido atado al hombre que sufre el rigor de los regímenes opresivos y represivos. Serán otra vez los bodegones sombríos, los barracones inmundos, los circos pobres, los marineros ebrios y barcos de humo y barullo, los camastros compartidos, las rameras sentimentales y rincones de amnesia clandestina, la morfina, la coca y el opio. Resurgirán aquellos versos primeros para explicar la desidia de una sociedad, que pone a la luz el mundo canalla y sórdido que lo rodea, el mundo del que calla y otorga:
“A pesar de la sala sucia y oscura de gentes y de lámparas luminosas si quiere ver la vida color de rosa, eche veinte centavos en la ranura. Y no ponga los ojos en esa hermosa que frunce de promesas la boca impura si quiere ver la vida color de rosa eche veinte centavos en la ranura. El dolor mata amigo, la vida es dura, la vida es dura y ya que usted no tiene ni hogar ni esposa, si quiere ver la vida color de rosa eche veinte centavos en la ranura….
…Y no se inmute, amigo la vida es dura, con la filosofía poco se goza.
Si quiere ver la vida color de rosa eche veinte centavos en la ranura.”
En 1948 vuelve a Buenos Aires, desde donde colabora con el Diario Clarín. Se casa con Nélida Rodríguez Marqués, su segunda esposa, pero de nuevo volará, esta vez por la Unión Soviética, Checoeslovaquia, China y Polonia. En 1962 será jurado por la Casa de las Américas en Cuba. Varias etapas marcarán su poesía: la histórica, la simbólica y la social, aunque todas ellas se complementan en una extensa obra que transita en la búsqueda de lo formal desde el Grupo de Florida y de lo social desde el Grupo de Boedo, sin apelar a ternuras llorosas ni afiches melancólicos. Los principales títulos de su trabajo son: El violín del diablo (1926); Miércoles de ceniza (1928); La calle del agujero en la media (1930); El otro lado de la estrella (1934); Todos bailan, poemas de Juancito Caminador (1934); La rosa blindada (1935); La muerte en Madrid (1939); Canciones del tercer frente (1939); Nuevos poemas de Juancito Caminador (1941); La calle de los sueños perdidos (1941); Himno de pólvora (1943); Primer canto argentino (1945); Hay alguien que está esperando (1952); A la sombra de los barrios amados (1957); Demanda contra el olvido (1963); Poemas para el atril de una pianola (1965); La veleta y la antena (1969); El banco de la plaza: los melancólicos canales del tiempo (1977). Pero además incursiona en el teatro, con las obras El descosido, La cueva Caliente, y en colaboración con el poeta Nicolás Olivari: Dan tres vueltas y luego se van. Es a mediados de 1974 cuando el poeta escribe sus últimos versos, dedicados a Víctor Jara:
“En la roca profunda está el agua profunda. Los sonidos ya estaban antes que el guitarrero en su forma más pura, como el agua que luego se convierte en cascada.”
                Este gran poeta y militante nos dejará un 14 de agosto de 1974.
Al pasar por México y Saavedra, el barrio mágico de su infancia, una melancolía nos invade. No está más su casa colonial, tampoco el convento de enfrente, pero igual resuenan en el silencio sus versos, como aquellos que pintan su profunda nostalgia por lo perdido:
“…y hoy, a veces escucho en el fondo del tiempo, la risa de mi madre detrás de los postigos…”
                                         Miguel Eugenio Germino
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Raúl González Tuñón's Timeline

1905
March 29, 1905
Buenos Aires, Argentina


Death of Raúl


Prólogo  a "Violín y otras cuestiones" de Juan Gelman 1956



«Los poetas son los legisladores 


no reconocidos del mundo.» 

SHELLEY 


No hace mucho, en «La Máscara», siete poetas de la novísima promoción 
leyeron algunos de sus poemas inéditos. Todos me parecieron inspirados y bien 
orientados. Particularmente me interesaron los poemas de Juan Gelman, sobre 
todo «El caballo de la calesita», que considero magistral, y empieza así: 

Trajín, ciudad y tarde buenos aires. 

Aire de plaza, ruido de tranvía. 

(Galopando una música de tango 

gira el caballo de la calesita.) 


Desfilan hechos, seres, el alma del poeta, y termina: 
Iba sin una luz, sin una rosa, 
sin un poco de mar, sin un amigo. 

Me vio el caballo de la calesita, 
me vio tan solo que se fue conmigo. 

Y ahora en mi corazón y desde entonces, 
transitado de niños y de risas, 
prisionero en mi música voltea 
gira el caballo de la calesita. 


(Tiene el ojo pintado. 



Su corazón es de madera limpia.) 


Ahora el poeta publica su primer libro y después de leer los poemas que lo 
integran, yo saludo en su autor, no ya a una brillante promesa, sino a una 
vehemente realidad, a un poeta con acento personal —con «predio propio» —que 
ya es mucho pedir en un joven, cuando hay algunos consagrados que todavía 
arrebatan giros, metáforas, temas, a otros colegas, menos afortunados pero más 
honrados. 

Con Violín y otras cuestiones Juan Gelman irrumpe dignamente en la poesía 
de habla española y el círculo universal de la rosa. En su libro palpita un lirismo 
rico y vivaz y un contenido principalmente social, pero social bien entendido, que 
no elude el lujo de la fantasía. Juan Gelman no es un evadido de la realidad, como 
desearían los teóricos reaccionarios de un artepurismo imposible; ni tampoco un 
«editorialista en verso», un simple propagandista, como querrían que fuera los 
agrios críticos sectarios, los que ignoran que en la conciencia del poeta, del creador, 
habrá siempre un terreno inalienable que no podrá ser hollado. 

En este singular «Violín» y en las Otras Cuestiones flotan saludables vientos 
de afirmación civil, y aun en tal o cual poema desgarrado, casi patético, sin 
aparente salida, alienta el optimismo histórico. Su poesía no responde a tal o cual 
preceptiva rígida, y a través del poeta, porteño, nacional, muy nuestro, se ve al 
ciudadano del mundo, por eso mismo. Su forma es ágil, fresca, variada en tonos y 
matices. Prevalece el verso libre, y es lógico, porque corresponde al fondo. Pero 
Juan Gelman también demuestra que puede escribir un soneto, aunque no como 
los que circulan por ahí, de los que hemos llamado los «terribles sonetistas del 
domingo», tipo González Lanuza, simples ejercicios retóricos. Juan Gelman ha 
puesto en ese soneto su personalidad; cuenta «cosas»... Se trata de dominar y 
utilizar todas las formas: lo importante es la intención moderna que se pone 
dentro, el talento, y cualquier forma resulta enaltecida cuando se consubstancia 
con el contenido. 

Habrá quien diga que Violín y Otras Cuestiones no está en la línea «formal» 
tradicional. Pero ¿existe en nuestro país determinada tradición? Hay quienes 
pretenden que esa tradición se basaría fínicamente en el esplendor «gauchesco», o 
únicamente en el ruidoso y brillante arsenal de la rima lugoniana. Esto es falso. En 
nuestro país de aluvión, atropellado y prometedor, la diversidad de estilos, formas 
y temas daría la tónica. No podría decirse que nuestro pasado poético esté 



exclusivamente representado por el romance, el soneto, la copla, la décima, el 
verso rigurosamente rimado, el verso absolutamente libre, etc., etc., etc.... (Ni 
siquiera se comprende la sujeción a determinada forma tradicional en la vieja 
Francia, por ejemplo, y en ese sentido no estamos de acuerdo con el admirable y 
fecundo Aragón — a quien ya aplaudimos por haber dirigido la feliz batalla contra 
los reaccionarios y contra los sectarios en su patria— que sugiere el regreso al 
soneto clásico y la solemne arquitectura de Racine y Corneille, lo cual es absurdo 
porque, además, lo mejor de la tradición francesa está en el genio de Frangois 
Villon, en su eterna frescura, en las audacias de Baudelaire, Rimbaud, Tristán 
Corbiére, Verlaine, Charles Cross, Alfred Jarry y otros, hasta los modernos, el 
citado Aragón, el inolvidable Paul Eluard [que sigue siendo el poeta más grande 
de nuestros días en el mundo], el malogrado Robert Desnos, asesinado por los 
nazis, etc.). 

En nuestra tradición, en todo caso, se mezclan, a través del tiempo, 
románticos como los de Mayo y los de la generación de Echeverría, en la huella del 
innovador Hugo, en su acento civil; el «gauchismo» genial de los cultos Ascasubi, 
Hernández, del Campo; los suntuosos versificadores lugonianos con el maestro 
cordobés a la cabeza; el urbanismo del Carriego legítimo de «La Canción del 
Barrio»; el porteñismo y el internacionalismo de muchos de los poetas del 
movimiento «martinfierrista» y el grupo de «Boedo», casi todos, hijos de españoles 
e italianos; la poesía popular, la payada, de Gabino Ezeiza, de Betinotti; la poesía 
lunfarda de Carlos de la Púa y la del fanguero Celedonio Flores; el decoroso tono 
menor de poetas del Litoral, como José Pedroni (en su origen, lugoniano), hoy 
lanzado a más altas resonancias civiles, y el de Juan L. Ortiz, tenue, delicado, 
muchos de cuyos versos aparecen atravesados por ráfagas rilkeanas; el aire pueril 
de copla de algunos poetas norteños, cultores de un muy discutible, poco auténtico 
folklore; la poesía cálida y valiente de algunos poetas que devinieron 
revolucionarios, los auténticos, aquellos en quienes Calíope no ha ahogado a Erato, 
etc.... 


Entre estos últimos nosotros incluiríamos a Juan Gelman, quien recién 
comienza y ya está maduro; que es un joven joven (porque también hay jóvenes 
viejos) y ahora transcribo estos párrafos (que cito en mi artículo sobre «El 
movimiento Martinfierrista» y el «Grupo de Boedo») tomados del editorial del 
primer número de aquella notable revista que se llamó Proa, dirigida por Ricardo 
Güiraldes, el gran animador, que fuera atacado por fascistas y por la crítica oficial, 
y con quien tratan de ensañarse hoy algunos sectarios mal informados y 
malévolos: «Sin temor ni hipocresía declaramos nuestro amor por todo lo que 
signifique un análisis o una nueva ruta. Y éstos se revelan indistintamente en el 



joven y en el viejo. Declaramos que la nueva generación no está limitada por la 
fatalidad temporal y biológica, y que vale más para nosotros un viejo batallador 
que diez jóvenes negativos o frívolos». 

Hay un hecho que nos llena de emoción y de orgullo: en este país, donde la 
mayoría de los editores subestiman a la poesía, y, como hemos dicho antes, para 
que el libro de un poeta sea publicado, el autor tiene que empezar por no ser 
argentino, y si lo es, sus versos deben ser anodinos, conformistas, inofensivos. 
Violín y otras cuestiones, de un poeta prácticamente desconocido, aparece con el 
honroso rubro de Manuel Gleizer, «el último romántico de los editores», como lo 
llamara mi hermano Enrique, que hizo conocer a toda una nueva generación de 
poetas, ignorados en su mayoría o algunos de los cuales ya combatidos por la 
pacata y chata crítica oficial. Cerrada la famosa librería de la vieja calle Triunvirato, 
liquidada la Editorial de tanto prestigio, el querido Gleizer siguió en la brega, y 
ahora se ha encargado de este libro de un novel, en el cual yo saludo sin vacilar a 
un gran poeta. Con Violín y otras cuestiones —aquí veo todo un símbolo— se inicia 
la colección «El Pan Duro» y otros jóvenes inéditos serán revelados. Así, el más 
viejo de los editores publica al más joven de los poetas, cuando las empresas 
editoras más poderosas se resisten, generalmente, a publicar libros de poetas 
argentinos consagrados, y con más razón si se trata de jóvenes desconocidos... 

Juan Gelman es un joven joven, repito, y su libro aparece en momentos en 
que, entre algunos de la nueva hornada, se advierten jóvenes viejos, por su 
mentalidad retrógrada y su visión reaccionaria de la poesía y de la vida; de regreso 
a la simple versificación unos, aferrados otros al fatalismo místico y otros cayendo 
en el «lorquismo» (pero lejos del gran acento de «Poeta en Nueva York» y el 
intenso sentido popular del teatro de Federico) y en el «nerudismo» (pero tomando 
lo que en el propio Neruda ya es saturación, nueva retórica) o bien se fugan con 
Elliot, el poeta cortesano, artificioso e infecundo. No olvidamos a quienes 
tardíamente imitan técnicas superadas o que tuvieron sentido en un tiempo y de 
ellas sólo queda lo que fue más auténtico, poesía de supuesta inspiración 
«prenatal», prosa «cortada en forma de verso», ausencia del punto y coma, etc.; 
tema que hemos ya tratado en otra parte. Pero Juan Gelman no está solo. Hay 
muchos que avanzan por la misma ruta, cada cual con su estilo. 

Integran este libro poemas de clima porteño, entrañable, que tocan el barro y 
rozan la nube, pero entre los cuales no faltan aquellos que son un toque de 
solidaridad con los dolores y las esperanzas de otros pueblos. Un mundo de 
sucesos, corrientes o extraños, seres, imágenes, ilusiones, júbilo, drama, amor y 
lucha, en el que gira el mágico caballo de la calesita, y otros poemas muy bien 



logrados como «Crepúsculo distinto», «Oración de un desocupado» y tantos otros, 
sin que ni uno solo de los que forman el libro escape al sello personal, la sorpresiva 
trouvaille, el vuelo de la imaginación y la profunda sencillez de lo cotidiano... Y 
siempre la vida, su exaltación, su defensa, que es la defensa de la poesía, porque él 
lo dice: «La poesía es una manera de vivir»... Y siempre el canto, hasta en un 
pañuelo, porque hasta «en un pañuelo la primavera canta». Y un fondo musical 
reiterado de violines, alegres y melancólicos, delicados y varoniles. ¡Singulares 
violines!... Sin duda, el autor no toca el violín de verdad, y si lo toca lo hará muy 
mal, como ocurrió con el hoy célebre aduanero Rousseau, descubierto por el 
impagable Guillaume Apollinaire. Pintaba los domingos, tocaba el violín a 
menudo. Los vecinos protestaban por esto; la posteridad lo considera uno de los 
más grandes pintores... El douanier no sabía que su verdadera vocación era la 
pintura. Pero Juan Gelman sabe muy bien que la suya es la poesía, la «manía de 
cantar»... 

«Jamás la poesía de la tierra se extingue», dijo John Keats, y dijo una gran 
verdad. A cada generación, en cualquier lugar del mundo, surje un nuevo poeta 
para probarlo. 


RAÚL GONZÁLEZ TUÑÓN.