A
Francisco Giner de los Ríos Morales, en el 90º aniversario de su
nacimiento. (Madrid,1917).
Mar nerjeño no llores por
Paco,
mar no más llanto inútil,
el exiliado
se muere cada día,
y cada
día brota con bríos.
¿Recuerdas el olor a
jazmín del huerto del Rubico?
Cuando el surco se
endereza al parir colores,
entre cañaveras,
chirimoyos, aguacates y plataneras.
Cuando aquella parte del
alma que no se rompe,
arranca a llorar de melancolías,
es hora de volver al sueño
libre.
Cuando los cielos -se
apagan de besos- todo beso
se convierte en flor de
esperanza y resiste,
resiste hasta volver para
morir mirando.
Giner de los Ríos se fue con el sonido
de caracolas
en el recuerdo
a cumplir su destino, se
marchó sin pausa
tras romper la lanza
herrumbrosa de su juventud y
habitó en palacios aztecas
y andinos, y…
en jardines dulces de
–ramas vivas- sin otoños,
alimentado por versos de
Oxaca.
El mar anida en las altas
copas de los árboles
del exilio, donde los
tigres desterrados se lamen,
secas y viejas heridas,
entre laberintos de garras,
afilando de uñas y colmillos
en la -quieta arena de su orilla.
Litoral, orilla, Nerja,
mar con marejada de olvidos,
¡Oh Giner de los Océanos!,
has vuelto con tu ojos
nuevos y tu poesía eterna
e inmortal.
Ramón Fernández Palmeral
27 de agosto 2007
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