Sevilla, 1904 - murio exiliado Ciudad de México, 1963) Poeta español, una de las figuras fundamentales de la Generación del 27. Su obra se inscribe dentro de una corriente que muchos han calificado de neorromántica, pues la sensibilidad, melancolía y dolor que destila su poesía se halla siempre dentro de unos límites de serena contención, a la manera de G. A. Bécquer, pero con características matizadas por una aguda actitud de la mente, rasgo esencial de la generación a la que perteneció. Amigo de Federico García Lorca, manuel Altolaguirre, Emilio Prados.
Estudió derecho en su ciudad natal bajo la
dirección de Pedro Salinas, de quien fue discípulo y quien orientó,
asimismo, sus primeros pasos de poeta. De su inicial inclinación a la
soledad y al nihilismo evolucionó hacia una actitud de íntima y
acogedora espiritualidad. Así, los poemas "Atardecer en la catedral" y
"La visita de Dios" señalan, según J.M. Valverde, "el término de la
evolución de un ambiente español, desde un ideario exquisito y
minoritario hasta una emoción a la vez religiosa y socialmente humana".
En
diferentes momentos de su vida dio clases de español en la universidad
de Toulouse, en Inglaterra y en Estados Unidos. Sus primeras obras
marcan un itinerario que desembocó en una estrecha afinidad con los
poetas surrealistas. Esta etapa, que dio comienzo con Perfil del aire (1927) y Égloga, elegía, oda (1928) logra su mayor expresión y madurez en Un río, un amor (1929) y Los placeres prohibidos (1931), libros en los que ya se muestra, en todo su esplendor, un Cernuda enamorado y rebelde, orgulloso de su diferencia.
Después de la guerra civil se tuvo que exiliar a Londres, estados Unidos y Mexico donde murió.
Biógrafo: Antonio Rivero Taravillo
Donde habita el olvido
Donde habite el olvido,
En los vastos jardines sin aurora;
Donde yo solo sea
Memoria de una piedra sepultada entre ortigas
Sobre la cual el viento escapa a sus insomnios.
Donde mi nombre deje
Al cuerpo que designa en brazos de los siglos,
Donde el deseo no exista.
En esa gran región donde el amor, ángel terrible,
No esconda como acero
En mi pecho su ala,
Sonriendo lleno de gracia aérea mientras crece el tormento.
Allá donde termine ese afán que exige un dueño a imagen suya,
Sometiendo a otra vida su vida,
Sin más horizonte que otros ojos frente a frente.
Donde penas y dichas no sean más que nombres,
Cielo y tierra nativos en torno de un recuerdo;
Donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo,
Disuelto en niebla, ausencia,
Ausencia leve como carne de niño.
Allá, allá lejos;
Donde habite el olvido.
Por Luis Cernuda