POESIA PALMERIANA

Los poetas somos como los leones, después de que nos disparen podemos lanzar nuestras garras. Página administrada por el poeta Ramón Palmeral, Alicante (España). Publicamos gratis portadas de los libros que nos envían. El mejor portal de poetas hispanoamericanos seleccionados. Ramón Palmeral poeta de Ciudad Real, nacido en Piedrabuena.
Contacto: ramon.palmeral@gmail.com.
La mayor satifacción que tengo al escribir es saber que alguien me lea cuando yo esté muerto.

sábado, 23 de enero de 2010

DOS POEMAS EN LA TUMBA DE MIGUEL HERNÁNDEZ

DOS POEMAS EN LA TUMBA DE MIGUEL HERNÁNDEZ

Por Ramón Palmeral


A)
LÁGRIMAS POR MIGUEL HERNÁNDEZ


I

Hoy visito tu tumba en el alicantino cementerio,
heladas piedras recuerdan que aquí yace tú cuerpo,
segué los cardos silvestre, los matojos secos y
los jazmines negros.
Tomé tus manos frías y las puse en mi pecho
y supe, supe que no estabas muerto.



¡Qué tiempos aquellos del 31, de Orihuela partiendo
a Madrid en tren viejos!, dejaste
a tu compañero del alma Ramón Sijé.
Conoces a otros nuevos amigos:

a Pablo Neruda, Aleixandre, a Federico,
a Alberti y a los gongorinos del 27.
De Madrid a la guerra y en Huelva preso.



Aguardabas, Miguel, con inútil ansiedad la libertad,
y mientras esperabas en las cárceles oscuras
jugabas con tu lápiz de bambú
y tu cuadernito nuevo,
"El Lápiz de Miguel, por Palmeral
cartas a Josefina y a tu hijo pequeño
patios y pasillos de juramento
letrinas sucias y pestilentes,
lugúbregas enfermerías
y amigos con sus lamentos,
no te pudieron cerrar los ojos,
un día de frío invierno.





II

¡Qué sola se quedó la luna
sin su perito-arquitecto
agrimensor de higueras
cabrero de firmamentos!

Un rayo se volvió loco y no cesaba de gritar
Un rayo partió la luna.
Un rayo partió sus cuernos.
Un rayo de desconsuelo.
Un rayo loco no cesa de llorar.
Un rayo de luna nueva.
Un rayo de luna tuerta.
Un rayo de luna afligida
Un rayo de luna herida.
Un rayo de luna muerta.
¡Qué triste se quedó la luna
tras Miguel se fue gimiendo
lloraba de desconsuelo
con los angelitos del cielo!


Se murió la luna de pena,
triste y menguando lento
camino de un corral que el Orihuela
le abrieron.



III

¡Qué desmedida amargura!
el Segura se quedó seco
¡Qué inmenso desconsuelo!
sin riveras de verdes versos
¡Qué dilatada aflicción!
piedras amarradas al suelo
¡Qué vigoroso sufrimiento!
máquina de hilar sueños
¡Qué intensa repugnancia!
esclavos de la tierra sin aliento
¡Qué aumentada tristeza!
forja caliente de sentimientos
¡Qué descomunal requemor!
y santo Domingo se quedó huérfano.



IV

Hoy visito tu tumba en el alicantino cementerio
heladas piedras recuerdan que aquí yace tu cuerpo
segué la hierbas amargas y recé un padrenuestro,
qué pena más grande tengo,
qué pena más triste en el alma llevo,
ríos de lágrimas derramo por ti y un lamento
qué dolor tan intenso, qué sufrimiento....


Alicante, 30 de Octubre 2003



B)

Al alba murió Miguel Hernández



A las cinco y media al alba.

Eran las cinco y media en punto al alba.
Un guardián trajo la blanca sábana,
cubrieron su cuerpo y su cara, pero no le pudieron,
a la cinco y media al alba, cerrar las gemas de sus ojos,
sus ojos de violetas encendidas, sus verdes ojos,
azules soles llenos de Miguel.


A las cinco y media al alba.

Un río rompió sus amarras.
Un mar se desbordó de llanto.
Un alma subió como un rayo.
Un cuchillo salió volando.
Un perito en lunas sembró su llanto.

Un hombre entero echó a correr.

A las cinco y media al alba.


¿Qué nos queda de aquel Miguel que como un
poeta soñador partió en el 32 para Madrid?
¿Qué nos queda de su auto sacramental,
de su teatro de guerra o de su cancionero de ausencias?
¿Qué nos queda de sus camaradas en las trincheras
en Madrid, en Andalucía, en Extremadura o en Teruel?
¿Qué fue del niño yuntero…?
¿Qué ha sido de aquellos aceituneros altivos?
¿Qué ha sido de los dramaturgos combativos?
¿Qué ha sido de nosotros, pobres poetas, sin ti...?

A las cinco y media al alba...,

la luna se quedó huérfana en el Reformatorio de Adultos de Alicante
y sola se fue llorando tras dos caballos de muerte.
Y no le pudieron cerrar los ojos..., no, no se los pudieron cerrar.
Llenos estaban de libertad, de un vacío de lágrima
ya sin fuego, ya sin el hogar, hartos de martillar en la vida.

A las cinco y media al alba. A las cinco y media en punto.


Recitado el día 28 de marzo de 2007 en la Sede de la Universidad de Alicante y el 30 de marzo 2008 en el cementerio Voirgen del Remedio