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La mayor satifacción que tengo al escribir es saber que alguien me lea cuando yo esté muerto.
sábado, 23 de enero de 2016
Entrevista a Rafael Sánchez Ferlosio en el Pais.
ENTREVISTA
Sánchez Ferlosio: “La palabra nos hace”
El
escritor, que publica el primer volumen de sus ensayos completos,
conversa sobre la relación entre lenguaje y realidad con el filósofo
José Luis Pardo
Rafael Sánchez Ferlosio (izquierda) y José Luis Pardo, en casa del primero. Luis Sevillano
El pretexto para el encuentro entre el escritor Rafael Sánchez
Ferlosio (Roma, 1927) y el filósofo José Luis Pardo (Madrid, 1954) es la
aparición del tomo que reúne los escritos sobre lingüística del primero
—Altos estudios eclesiásticos
(Debate)—, pero la charla puede saltar de la gramática a los toros y de
estos al cine de dibujos animados, ese en el que, apunta Ferlosio
citando a Fernando Quiñones, hay muchas películas que más que habladas
parecen maulladas. Ese volumen contiene, entre otras maravillas hasta
ahora dispersas, un prólogo a Pinocho, y ese detalle lleva la conversación hasta ‘¿Qué quiere un niño?’, el ensayo —recogido en Nunca fue tan hermosa la basura (Galaxia Gutenberg)— que Pardo dedicó a relacionar al personaje de Collodi con Buzz Lightyear, el quijotesco astronauta de Toy Story.
Como Ferlosio no ha visto la película —“hace 20 años que no voy al
cine”—, Pardo se la resume: “En lugar de ser un muñeco que se convierte
en niño, como Pinocho, estos son muñecos que cobran conciencia de que lo
son”. PREGUNTA. Los niños están presentes en muchos de estos
ensayos, ya se hable de un bautizo o de muchachos salvajes. ¿Qué nos
enseña el lenguaje de un niño sobre la formación de las ideas y de las
convenciones sociales?
RAFAEL SÁNCHEZ FERLOSIO. Voy a poner un ejemplo de mi hija, que murió
a los 27 años, en 1985. Un día estábamos pelando una manzana, y como
entonces las manzanas todavía tenían gusanos, nos preguntábamos: ¿tendrá
o no tendrá? Ella dijo: “Si tuviese gusano tendría que verse alguna
tubería”. La palabra está bien usada porque tubería es un conducto a
través de una cosa maciza. Otro día vio un billete de cine y dijo: “Qué
duro más raro”. Es un ejemplo de que el concepto no se generaliza, sino
que trae ya una generalidad.
JOSÉ LUIS PARDO. Sobre ese ejemplo has escrito. Creo que era una entrada de los toros.
R. S. F. Sería cuando no odiaba los toros. Ahora es que nos los puedo ni ver.
Rafael Sánchez Ferlosio. Luis Sevillano
P. ¿Por qué?
R. S. F. En gran parte, por la frase de Ortega de que no se puede
entender la historia de España sin analizar la historia de los toros. El
signo de cómo le va a España, dice, es cómo le va a la tauromaquia. P. Más que con los toros parece un problema con Ortega. Y con España.
R. S. F. Muchos me tomaron en serio cuando empecé a decir “odio
España”, lo cual es una tontería porque es un exabrupto nada más. Cómo
voy a odiar un país si eso no significa nada. Aunque si se meten los
toros, el Rocío, la Virgen del Pilar…
J. L. P. Y los desfiles militares. Otro ejemplo sobre el que has
escrito es ese momento en que la niña ve un tigre y lo llama gato.
R. S. F. Había identificado el género por la especie.
J. L. P. Se supone que el niño aprende la palabra mesa porque ve una
en su casa y luego generaliza a todas las mesas, pero no: es como si
hubiera generalidades puras a las que se va directamente. Cuando la niña
llama gato al tigre no es que use mal la palabra sino que ha captado lo
que tienen en general los felinos, la digamos felinidad.
R. S. F. Sin ninguna conciencia de metáfora.
J. L. P. Nietzsche decía que los conceptos son viejas metáforas, pero
sería al revés: las metáforas son lo que queda del concepto cuando se
convierte en una cosa usual.
Ferlosio: "Releo poco la 'Teoría del lenguaje' de Bühler. Tengo miedo de volver a sumergirme en ella"
P. Eso se pierde a partir de cierta edad o de cierto grado de
educación, ¿no? Es imposible volver a llamar gato a un tigre sin saber
que estás usando una metáfora.
J. L. P. Porque aprender el lenguaje es aprender a usarlo en un
contexto determinado. Pero el lenguaje sigue conservando esa libertad
que da la generalidad y que hace posible pasar de un contexto a otro.
Ese es el genio de la metáfora. Lo que en el adulto es cambiar de
contexto, en un niño es usar la palabra cuando todavía no hay
restricción. P. ¿Esa conciencia de las restricciones del lenguaje puede
llevar a esa escritura tan ferlosiana, llena de subordinadas, a la
famosa hipotaxis?
R. S. F. La hipotaxis no tiene que ver con la semántica de las
palabras, sino con la estructura de la frase. No querría hablar de ella
porque con la hipotaxis he sido tan bobo… He presumido de hipotáctico,
de hipotacta, y he cometido errores. Tomás Pollán,
que es muy lector de mis cosas, me dijo que la frase tenía que ser
respiratoria, que tienes que leerla sin perder el aliento. La hipotaxis
es muy antipática. Y no es que me haya vuelto azoriniano.
El filósofo José Luis Pardo. Luis Sevillano
P. ¿La forma en que un niño generaliza puede servirle de algo a un filósofo?
J. L. P. Lo que tiene más interés desde el punto de vista filosófico
es que ves que el concepto no es la generalización de una apreciación
individual, sino que hay algo que corresponde al concepto, es decir, que
en la realidad hay algo así como núcleos de estabilidad. Eso desborda
los contextos de uso de las palabras. Es eso tan bonito que hacía Rafael
de comparar las palabras puestas en su contexto con una llave y el
concepto con una ganzúa que te abre muchas puertas. No sabes si te las
va a abrir todas ni cuáles va a abrir, pero te permite suspender el
pensamiento cuadriculado y abrir nuevas maneras de pensar. P. ¿Habría alguna relación entre la infancia de un niño y eso que llaman la infancia de la humanidad o de la filosofía?
R. S. F. ¿Qué podemos saber? Todas las lenguas antiguas que se han
podido analizar son ya lenguas completas. No se ha podido explorar una
lengua balbuciente o una prelengua. Además, las estructuras de las
lenguas antiguas son ya complejas. Hay quien ha estudiado cómo las
categorías de Aristóteles son los casos griegos.
J. L. P. Tenemos una idea de historia evolutiva con los griegos como
infancia del pensamiento, pero lo que hay en las lenguas antiguas no es
la infancia de la humanidad, sino otra manera de percibir el mundo.
Pardo: "El paso del mito al logos es una solución muy moderna. Para los griegos eran perfectamente compatibles"
P. ¿El paso del mito al logos, del pensamiento mágico al pensamiento racional es otro mito?
R. S. F. El pensamiento mágico, según Weber, es perfectamente
racional. Pensamos en los pueblos colonizados, pero entre nosotros
también hay cosas que siguen siendo mágicas: la firma, que en algunos
documentos tiene que ser de puño y letra, es un objeto mágico. De puño
porque la grafía puede ser falsa. Es algo escrito que tiene poder sobre
los hechos.
J. L. P. En Tristes trópicos cuenta Lévi-Strauss
que fue como antropólogo a una tribu que no tenía escritura. Llevaba un
cuaderno y apuntaba. Los indígenas interpretaban eso como un poder
sobre la tribu, así que el jefe le pide el lápiz y el cuaderno y empieza
a hacer garabatos para que su pueblo vea que él también tiene ese
poder. P. Un poder notarial. Los notarios serían nuestros chamanes, ¿no?
R. S. F. Claro. Los notarios, además de rúbrica, tenían signo. Hacían
una especie de jeroglífico, generalmente una cruz con ringorrangos. El
dominio de la magia en cosas que tienen la capacidad de ser fehacientes
sigue ahí.
J. L. P. El paso del mito al logos es una solución muy moderna. Como
los modernos no podemos soportar la idea de que coexistan, cuando nos
los encontramos en una cultura diferente decimos: primero vino el mito y
luego el logos. Pero para los griegos no era así. Para ellos eran
perfectamente compatibles. En muchos contextos son palabras sinónimas.
Parménides escribió poemas y Platón diálogos e historias de lo más
fantásticas. El hecho de que a una cosa se la llame divina no quiere
decir que no sea racional.
Rafael Sánchez Ferlosio y José Luis Pardo durante la conversación. Luis Sevillano
P. Pollán
escribió que Ferlosio alertaba contra nuestra manía de asimilarlo todo,
de simplificar lo complejo. “El universo en casa ya no es el universo”,
decía.
R. S. F. Lo hacemos constantemente con esas comparaciones que se
constituyen en metáfora. Como el lenguaje del fútbol. Cuando alguien
engaña a otro decimos que le ha metido un gol. P. ¿El lenguaje no es una forma de asimilación? ¿Reducir a un código un mundo mucho más amplio?
R. S. F. Es que la palabra nos hace. No podemos percibirnos desde fuera. No existe un exterior de la lengua. P. Usted se encerró 15 años a estudiar gramática con la Teoría del lenguaje, de Bühler. ¿Quién se la recomendó?
R. S. F. Víctor Sánchez Zabala. Me lo prestó. Luego lo compré y le di el ejemplar nuevo. Le copié sus anotaciones. Lo tradujo Julián Marías. P. ¿Ha vuelto a leerlo?
R. S. F. Poco. Tengo miedo de sumergirme otra vez en ella y pena de no poder sumergirme. P. ¿Ha leído en los últimos años algo que le haya interesado tanto?
R. S. F. Deleuze, su idea de diferencia y repetición para hablar de la individuación.
J. L. P. Una vez te preguntaron qué habías leído últimamente y
dijiste que desde Kafka no había salido nada bueno. Como si hubieras
estado yendo a las librerías.
R. S. F. Eso es cosa de un iletrado completo como yo.