POESIA PALMERIANA

Los poetas somos como los leones, después de que nos disparen podemos lanzar nuestras garras. Página administrada por el poeta Ramón Palmeral, Alicante (España). Publicamos gratis portadas de los libros que nos envían. El mejor portal de poetas hispanoamericanos seleccionados. Ramón Palmeral poeta de Ciudad Real, nacido en Piedrabuena.
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La mayor satifacción que tengo al escribir es saber que alguien me lea cuando yo esté muerto.

jueves, 21 de noviembre de 2019

Análisis del poema 10 "Paisaje de la multitud que orina" de "Poeta de Nueva York" de F. García Lorca



Estoy trabajando en mi nuevo libro Federico García Lorca el de Poeta en Nueva Yokk, 2019, Amazon. Os muestro el comentario que acabo de terminar, hoy, 21-11-2019


[10].-Paisaje de la multitud que orina
Nocturno de Battery Place


Se quedaron solos:
aguardaban la velocidad de las últimas bicicletas.
Se quedaron solas:
esperaban la muerte de un niño en el velero japonés.
Se quedaron solos y solas
soñando con los picos abiertos de los pájaros agonizantes,
con el agudo quitasol que pincha
al sapo recién aplastado,
bajo un silencio con mil orejas
y diminutas bocas de agua
en los desfiladeros que resisten
el ataque violento de la luna.
Lloraba el niño del velero y se quebraban los corazones
angustiados por el testigo y la vigilia de todas las cosas
y porque todavía en el suelo celeste de negras huellas
gritaban nombres oscuros, salivas y radios de níquel.
No importa que el niño calle cuando le clavan el último alfiler,
no importa la derrota de la brisa en la corola del algodón,
porque hay un mundo de la muerte con marineros definitivos
que se asomarán a los arcos y os helarán por detrás de los árboles.
Es inútil buscar el recodo
donde la noche olvida su viaje
y acechar un silencio que no tenga
trajes rotos y cáscaras y llanto,
porque tan sólo el diminuto banquete de la araña
basta para romper el equilibrio de todo el cielo.
No hay remedio para el gemido del velero japonés,
ni para estas gentes ocultas que tropiezan con las esquinas.
El campo se muerde la cola para unir las raíces en un punto
y el ovillo busca por la grama su ansia de longitud insatisfecha.
¡La luna! Los policías. ¡Las sirenas de los transatlánticos!
Fachadas de crin, de humo; anémonas, guantes de goma.
Todo está roto por la noche,
abierta de piernas sobre las terrazas.
Todo está roto por los tibios caños
de una terrible fuente silenciosa.
¡Oh gentes! ¡Oh mujercillas! ¡Oh soldados!
Será preciso viajar por los ojos de los idiotas,
campos libres donde silban mansas cobras deslumbradas,
paisajes llenos de sepulcros que producen fresquísimas manzanas,
para que venga la luz desmedida
que temen los ricos detrás de sus lupas,
el olor de un solo cuerpo con la doble vertiente de lis y rata
y para que se quemen estas gentes que pueden orinar alrededor
                                                                             [de un gemido
o en los cristales donde se comprenden las olas nunca repetidas.



Comentario e interpretación
    Battery Park es un parque de 10 hectáreas, situado en la punta sur de la ciudad de Nueva York en Lower Manhattan, frente al puerto. El nombre viene de la batería de cañones que los antiguos  holandeses y británicos instalaron en esta zona, con el fin de proteger la entrada del puerto. En el otro extremo se encuentran los restaurantes de Battery Gardens, junto a la Guardia Costera de los Estados Unidos. A lo largo de la costa, se encuentran los muelles de donde parten los ferries con destino a la  Estatua de la Libertad y Ellis Island.
    En esta zona junto al margen del navegable Río Hudson, una noche, sin fecha determinada, no datado “Paisaje de la multitud que orina”, García Lorca contempla que la gente orina en el parque no cabe otra explicación lógica, por falta de urinarios públicos. Nos dice “Fachadas de orín, humo, anemonas, guantes de goma”. La visión del parque es pésima “el olor de un solo cuerpo con la doble vertiente de lis y rata”. Con la visión desagradable de una micción urgente de algún borracho «estas gentes que pueden orinar alrededor de un gemido”.
      Se inicia el poeta invitando al lector, o el narratorio, con la visión de hombres y mujeres “Se quedaron solos y solas”, diferencia por su género, no son personas, porque las personas no tiene género, aunque sí número. Como la muerte obsesionada al poeta desde joven, porque la luna es la hoz blanca de la muerte en la noche, puesto que la escena es nocturna y en un charco se refleja “el ataque violento de la luna” con la imagen de “celeste negra huella”. Y más adelante exclama “¡La luna! ¡Los policías! ¡Las sirenas de los transatlánticos!”, y entre la luna aquella que vino a la fragua para llevarse al niño gitano de la mano. En este poema aparece un velero japonés (o junco) donde “Esperaban la muerte de un niño en el velero japonés”. Escenas de muerte que me recuerdan “Romance de la luna luna” de Romancero gitano (1928), donde escribe:

                             Por el cielo va la luna
                            con el niño de la mano.

    El niño del velero japonés llora, calla y muere cuando le clavan un alfiler (como hacen los entomólogos con los lepidópteros), los pájaros agonizan en su vuelo nocturno, el sapo recién aplastado deja ver sus tripas.
Desde su posición de observador, el poeta ve las olas (último verso) que se acercan al muelle “donde se comprenden las olas nunca repetidas”. Las olas esas ondas expulsadas por el río se parecen entre ellas, pero todas son distintas si la midiéramos una a una en una balanza.

Por Ramón Fernández Palmeral
Poesía Palmeriana
Alicante, 21-11-2019. Noventa años del viaje a Nueva York

  Portada parta el libro, se publicará en LULU y Amazo, próximamente. de 220 paginas, ilustrado por Pamón Palmeral