La
lluvia volvió a dejar sus espejos
en
el asfalto negro –ceniciento de sufridos neumáticos-
de
esta calle bajo mi ventana –balcón efímero-
no
es mi calle, sino la posada errante
de
un mosaico de gente, móvil en mano.
La lluvia volvió a posarse
-gota
a gota- con el reflejo de los faroles
con
un lenguaje silencioso
lento
y conocido y candente.
Enlutado
de deseos
camina
–ella- sin chaqueta
apagada
los colores de Mondrian
-cremas
cálidas- se puso una tarde clara
parecido
a un amanecer claro
con
la inefable armadura de la noche, a pintar.
La sombra de las sombras y
y
las lágrimas de las sombras son invisibles,
sombras
que existen con cintura de yudoca:
talles
metálicos de fuerza inaudita…
Tejido de horas y día pasan los años
en
bordado de bolillo de meses. Mi cuerpo avanza
hacia
la putrefacción de la prometida ausencia
la
esperanza de la lluvia metálica pasó
-
nunca de oro abundante-
la
paciencia espera de acero en la boca
de
la noche -gruta imantada-
A
luz plomiza y ferruginosa espada
-zinc
de los sueños blandos-
borda
los espejos que dejó la lluvia…
y
siguen ahí fuera convertida en chacos amarillos
todavía
del aluminio –ventana-, mojado
y
la ciudad marítima sigue ahí fuera: Alicante,
defendiéndose
del blandir de la espadas
como
gotas de lluvia: Plaza de la Viña.
Ramón Palmeral
Alicante,
1 de diciembre 2014
Leido en la gala solidarioia de Dar al Karama, el 1 de diciembre de 2017, en el Club Información
Leido en la gala solidarioia de Dar al Karama, el 1 de diciembre de 2017, en el Club Información