POESIA PALMERIANA

Los poetas somos como los leones, después de que nos disparen podemos lanzar nuestras garras. Página administrada por el poeta Ramón Palmeral, Alicante (España). Publicamos gratis portadas de los libros que nos envían. El mejor portal de poetas hispanoamericanos seleccionados. Ramón Palmeral poeta de Ciudad Real, nacido en Piedrabuena.
Contacto: ramon.palmeral@gmail.com.
La mayor satifacción que tengo al escribir es saber que alguien me lea cuando yo esté muerto.

miércoles, 28 de septiembre de 2011

Tabarca , isla de los poetas

Fue el gran poeta modernista Salvador Rueda quien bautizó Isla de los poetas a nuestra alicantina Planesia o Nueva Tabarca, y lo hizo con motivo de su llegada a la misma por primera vez, permaneciendo en ella a instancias del ingeniero Antonio Sanchís Pujalte, si bien el viaje lo realizó por invitación de Gabriel Miró como así lo confesaría glosando su primera conversación con el escritor:

Nunca agradeceré bastante a la diosa casualidad haber tenido el honor de conocer en Madrid, en casa de Felipe Trigo, a Gabriel Miró.

Lo que corroboraría en otro momento con estas palabras:
A instancias de un gran espíritu, el de Gabriel Miró, pluma toda alma y luz, me decidí a conocer Alicante, que hoy es uno de los cultos religiosos de mi corazón.

La circunstancia determinante de la amistad entre los dos escritores fue el homenaje que el 15 de febrero de 1908 se rindió en Madrid a Miró por haber conseguido su novela Nómada el premio de El Cuento Semanal, fallado por un jurado compuesto por Ramón María del Valle Inclán, Pío Baroja y Felipe Trigo. El alicantinismo brotó en su sensibilidad al escuchar las encendidas palabras de Gabriel Miró durante esa primera entrevista que ambos sostuvieron en casa de Felipe Trigo.

Salvador Rueda Santos (1857-1933), natural del malagueño caserío de Benaque, autodidacta que decía haber aprendido administración de las hormigas, música oyendo los aguaceros, escultura buscando parecido a los seres en las líneas de las rocas, color en la luz, y poesía en toda la naturaleza, fue estudiante de latín, monaguillo, jornalero, guantero, carpintero, corredor de guías del puerto de Málaga, pirotécnico, oficial primero del Cuerpo Facultativo de Archiveros Bibliotecarios y Arqueólogos, periodista en la Gaceta de Madrid y fecundo poeta. Tras su jubilación decidió aceptar la invitación y visitar la isla. Llegó a nuestra capital en la mañana del 22 de abril de ese mismo año de 1908, y al día siguiente, acompañado de Antonio Sanchís, Gabriel Miró y Emilio Costa, marchó a Tabarca, su mesa sagrada, como él mismo la denominaba, en la que descansaría largo periodo de tiempo, de la que trazó esta imagen pocos días después:

Tiene la isla la forma de una guitarra: lo que es pecho fórmalo el agrupado caserío con la iglesia, que parece, en lo alta y corpulenta, la clueca cerca de la cual se agrupan los polluelos o casas. La parte baja del instrumento contiene el faro, la torre y los trigales abiertos como áureos tostaderos a la luz del sol.
Y el boquete de la guitarra, que está en su cintura, es el cementerio. Cerca de él, grandes redes tendidas, maromas que cruzan, palos de barcos forman el cordaje del inmenso instrumento moro (...) Pues en el sitio mismo donde en esta gran vihuela de la isla está el amarradero de las cuerdas es donde vive y está a disposición de los alicantinos este devoto habitador del instrumento.
Soy, pues, una de las cuerdas de la guitarra.

En Tabarca escribió el libro Zumbidos de caracol, dedicado a Sanchís, y varios poemas alicantinistas como los titulados La ciudad de las palmeras, El regazo de Alicante y El viaducto de Alcoy, población ésta que conoció acompañado igualmente de Miró.

Rueda se enamora de nuestra provincia donde Dios se ha caído de cara, bautiza a Tabarca Isla de los poetas y dice desear poseer en ella un hotelito minúsculo, en que encerrar mi taller de poeta y estar mirando siempre a Alicante. Además de la poesía, Salvador Rueda nos dejó deliciosos retazos en los que plasma cómo era la vida en la isla y el talante de los tabarquinos:

Poetas, esta divina isla de Tabarca tiene su especialidad, su bandera, su insignia: sus guisantes. Tenemos magnífico reloj que da las horas; una torre con carabineros bien educados y amables, un faro con torreros simpatiquísimos y cultos; escuela de niños y escuela de niñas; alcalde sabedor de sus deberes; cura que es poeta y además santo; médico ilustrado; pastores y marinos. No hay albéitar.

A instancia del Diario de Alicante, dirigido por Emilio Costa, los ediles de nuestro Ayuntamiento le otorgaron el 26 de junio de 1908 el título de Hijo Adoptivo de Alicante, y se le regaló un terreno en la isla, en el que el poeta decidió construir su residencia.

Emilio Costa Tomás, director del Diario de Alicante

Dos días después y en la huerta alicantina, se le rindió un caluroso homenaje por iniciativa del Centro de Escritores y Artistas y el Ateneo Científico y Literario, a cuyo término el autor leyó el soneto Al Excelentísimo Concejo alicantino al nombrarme Hijo Adoptivo de la Ciudad, prueba de la gratitud de Rueda. Al citado homenaje asistieron, entre otros, los ya citados Gabriel Miró y Antonio Sanchís, el músico Óscar Esplá, los escritores Eduardo Irles, José Guardiola Ortiz y Julio Bernácer.

Poeta de trazos alegres y coloridos, nos dejó un precioso homenaje a la isla que le vio caminar en sus últimos años. Sólo él podía reflejar con su frescura, todo lo hermoso que tiene Tabarca. Y así el símil reaparece a ritmo de soneto en los primeros versos de su poema La Isla de Nueva Tabarca (22 de julio de 1912):

Isla gentil, que siempre te deseo,
de una guitarra tienes la figura,
donde se ata la larga encordadura
está la soledad de mi recreo.

Dibujada en mi espíritu te veo
igual que un instrumento de hermosura,
orlado de la mar por su bravura
que te azota con rudo bamboleo.

Para vivir, qué hogar tan venturoso,
para soñar, qué sitio tan dichoso,
para escribir, que mágico retiro.

¡Quién fuera el ancho mar, guitarra mía,
que retiene tu caja de armonía
como un inmenso estuche de zafiro!


Antología Poética de Salvador Rueda (TodoColección)

Viendo que la muerte no tardaría en llamar su puerta, se dedicó a redactar un curioso testamento:

Mis restos, metidos en una fuerte caja lo mismo de ancha por los dos extremos, sin clavarles la tapa, se pondrán sobre dos firmes soportes de madera en la habitación derecha de la fachada que mira al mar y a Alicante, donde he dormido, padecido y soñado buena parte de mi vida, no pudiendo nunca meter mis restos en tierra, pues, padeciendo de catalepsia, tengo infinito terror a lo cerrado y a la soledad. Ruego con todo mi corazón a las mujeres, hombres y niños de esta isla que tanto adoré que tengan un religioso respeto a mi tumba, en la cual no podrá nunca, bajo ningún pretexto, verificarse otro enterramiento que el mío. Deseo del digno sacerdote que vigilará el recinto, y al que le dejo una manda más arriba, que me acompañe un pájaro en una jaula, para seguir oyendo la divina armonía del mundo.


A pesar de todo y del ofrecimiento que le hicieron las gentes de Tabarca de permanecer allí con los gastos pagados, Salvador Rueda decidió vivir sus últimos días pobremente en su Málaga, hasta su fallecimiento en su humilde casita de La Coracha, cerca de la Alcazaba.


Recordemos para terminar otros textos de autores alicantinos referidos a la Isla de los poetas, comprobando lo acertado de la denominación que Salvador Rueda fraguó para este pedazo de tierra alicantina:

Magia en Tabarca. Prestar atención a la isla. Una isla de azul y de rosa. Una isla como un jirón de sutil cendal sobre el mar.
Azorín

La isla de Tabarca, que siempre tiene un misterio de azul de distancias, como hecha de humo, mostrábase cercana, clara, desnuda y virginal.
Gabriel Miró


La isla, lentamente, iba emergiendo del agua. Fue primero algo así como una hilacha longitudinal de algodón oscuro. Luego, la hilacha tomó consistencia y grosor. Ya era tierra (...) La parte central de la isla se presentaba hundida, sin relieve apreciable, como el lomo de un asno aplastado por el martirio de la carga.
Miguel Signes, Tabarca


La luna estaba en cuarto y en creciente
cuando te vi ya en luna convertida.
Alguien sintió en Tabarca que su herida
lo que siempre fue ayer era presente.

Bebí tu amor. El mar era la fuente,
y el mar era vivir con otra vida.
No tenía el amor otra salida:
nacido amor total y de repente.

Hoy eres lo que el mundo presagiara;
silencio al fin por si la luz naciera.
Sólo tú y yo soñamos cara a cara.

Para que amor o eternidad callara
preciso fue que el mundo amaneciera.
El silencio y el mar. Tabarca entera.
José Albi, Nocturno en Tabarca

Tomadno de ALICANTE VIVO
...............
Miguel Hernández escribió una carta a Juan Guerrero Ruiz pidiendole que le dejara pasar una temporada veraniega a Pablo Neruda y a su familia