En literatura, más concretamente en poesía, la mirada al pasado es una constante. No solo hablo a la hora de hallar el tema o la forma de abordarlo, es, además, la vuelta al origen de la creación. Muchos autores viajan al pasado y se redescubren a sí mismos. No sé si existen los viajes en el tiempo, pero esta es una forma de hacerlo. Cuando un poeta repasa su obra, vuelve a esa chispa primigenia que produjo el incendio, porque la creación es una pira incandescente que nunca cesa. Es cierto que, con el tiempo, el fuego se aplaca y quedan las brasas, que hay que ir cuidando y manteniendo, pero es la labor del poeta mantener la llama encendida.

Petros Márkaris.

Petros Márkaris. porEduardoBoix

El tiempo y la semilla. Antología poética 2013-1975, de Juan Ramón Torregrosa, con introducción de Ángel Luis Prieto de Paula, publicado por la editorial Eda, nos sumerge en la obra y en la vida de Juan Ramón. Este volumen, recopilado al revés como si de una cuenta atrás se tratara, nos presenta de lo reciente a lo pasado, parte de la obra del autor de Guardamar del Segura (pueblo de Vicente Ramos). El primer poema, Verdad y memoria, que abre el poemario titulado Cancela insomne, podría ser el resumen de la antología: «En esta mi verdad contra la tuya / me afirmo, dudo, me atormento. // En esta mi verdad, que es también tuya, / me contradigo, te traiciono. // Pero es la sola y única verdad, / frágil memoria mía, /que mis palabras pueden ofrecerte / salvada del olvido».

La poesía de Torregrosa, como en casi todos los poetas, empezó siendo vivencia. No puede haber rememoración en la juventud. A veces, algunos poetas crean falsos recuerdos para alcanzar una emoción no vivida, no es el caso de Juan Ramón. A pesar de su ensoñación, su poética toca mucho la tierra y la carne. El poema titulado Mientras duró la agonía es un ejemplo de ello: «Mientras duró la agonía / del infame, nuestros cuerpos aprendieron / a buscarse. // En los cines y en el metro, / en las aulas, /en la calle en sobresalto / se buscaban. // Como las hojas errantes / del otoño, / nuestros cuerpos se estudiaban /uno al otro. // Vivir era descubrir / lo negado; / nuestros cuerpos lo supieron / y se hallaron». Hay mucha memoria en la poética de Juan Ramón. Estamos ante un poeta de la reminiscencia, del sentido de la vida y de sus claroscuros. Si tuviera que definir la poesía del poeta de Guardamar, sería la del caminante de la vida que se sumerge en la tierra, porque él no solo contempla, vive, que es realmente lo importante.

Estamos ante una obra, podríamos decir, necesaria. El tiempo y la semilla es el compendio de un autor anclado a la vida. Hay mucha vivencia en su poesía, y no solo eso, él sabe sacar el jugo al instante y mostrarnos su visión del mundo, que es claramente el amor a la vida. Este amor a la vida y sus regalos nos lo muestra en el poema titulado Gimes: «Gimes con la fuerza de los sonidos más viejos del mundo, / cuando las palabras no tenían forma, / cuando sólo los ecos vírgenes poblaban los barrancos / y el agua de los océanos se dormía con tu mismo abandono». Pero no solo es un poeta de lo que fue. Juan Ramón Torregrosa es un poeta también de lo que pudo haber sido. Porque en la vida el peor recuerdo es el que no pudo ser. Todos tendemos a tener esa memoria hacia lo que dejamos a medias o no comenzamos. Ahí es donde reside el verdadero misterio de la poesía, la recreación de lo que no se dijo, darle voz a los silencios del tiempo. Ya lo dice Juan Ramón en el poema que abre el poemario titulado Retrato con espejos: «Dejar quisiera testimonio cierto, / antes que el tiempo muera entre mis brazos, / de lo que fui y no pudo ser y espero». 

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Natural de Guardar del Segura, por lo tanto paisano de Vicente Ramos.