POESIA PALMERIANA

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miércoles, 13 de enero de 2021

JOSÉ DE ESPRONCEDA, UN ROMÁNTICO AUTÉNTICO

 

18. JOSÉ DE ESPRONCEDA, UN ROMÁNTICO AUTÉNTICO

 

Introduccción

 

Nos hallamos ante una biografía que se debería estudiar con mayor rigor e información sobre el poeta y político liberal del primer Romanticismo José de Espronceda y Delgado. ¿Es cierto que nació en Almendralejo (Badajoz) a las 6.30 hora del mismo día el 25 de marzo de 1808? Dudo de la fecha de nacimiento porque es extraño que figure bautizado el mismo día de su nacimiento en la parroquia de Nuestra Señora de la Purificación de Almendralejo (Libro de Bautizos volumen 1.242, folio 14, firmado por el presbítero Don Adriano de Valle). Otras versiones aseguran que nació en el Paraje de la Vega (topónimo hoy desparecido), término Villanueva de los Barrios (cerca de Almendralejo) donde pararía el coche que llevaba a su madre parturienta; o como el historiador Luis Maestre, asegura que nació en el palacio del II  marqués de Monsalud Juan Nieto Aguilar (destacado miliar en la Guerra de Independencia),  cuando su padre Juan José Camilo de Espronceda y Fernández Pimentel (de origen andaluz, de Los Barrios de Cádiz), sargento mayor o coronel no se sabe bien su graduación– del Regimiento de  Caballería de Borbón, que, supuestamente, servía como ayudante del marqués, y se dirigía en campaña a Badajoz situada a 65 kilómetros, tras el motín de Aranjuez (17 a 18 de marzo de 1808) a combatir contra la tropas invasoras de Napoleón Bonaparte, acompañado de su esposa Doña Mª del Carmen Delgado y Lara natural de Pinos del Valle (GR) embarazada y cumplida de nueve meses. Pues era de costumbre que los militares fueran acompañados de su familia: mujeres e hijos, también criados, si pertenecían a la nobleza, hidalgos y caballeros (no pecheros ni plebeyos) que los pudieran pagar. El nombre completo que le dieron al bautizado es «José Ignacio Javier Oriol Encarnación de Espronceda y Delgado». Existía la costumbre del bautizo inmediato, por si se morían, de esa forma evitaban que su alma fuera al Limbo de los Justos.

A los historiadores les exigimos rigor, pero sobre todo documentación.

Conoció en Lisboa a Teresa Mancha y estuvo con ella luego en Londres, en París y definitivamente en  Madrid y no se quiso casar con ella, por culpa de la madre de él. A pesar de que tuvieron una hija, en el Romanticismo, como Mariano de Larra, Zorrilla, no estila vale  lleva El matrimonio como una forma de revolución.

     Efectivamente, romanticismo literario no significaba enamoramiento cuando nació en el primer tercio del siglo XIX. Ramón Sijé, lo sitúa en España en 1833, cuando salió "Hernani", la obra de Víctor Hugo, con inauditas libertades artísticas, más el famoso prefacio para "Cromwell" tomado como manifiesto inicila del romanticismo, o "El moro expósito" de Alcalá Galiano. El oriolano Ramón Sijé era uno de los que estaba en contra del romanticismo, y lo expuso en su crudo y áspero libro/ensayo: "La decadencia de la flauta y reinado de los fantasmas", escrito en 1935 para el Premio Nacional de Literatura, aunque no se publicó hasta 1973, gracias al Instituto de Estudios Alicantinos (hoy Instituto de Cultura Juan Gil-Albert), uno de los libros más difíciles de leer de los he tenido entre mis manos. Ramón Sijé era muy cercano a los jesuitas de Orihuela, amigo también del capuchino de Fray Buenaventura de Puzol (mártir de la guerra civil), según Alonso Cecilio, Sijé era falangista joseantoniano, porque también José Antonio que, por cierto lo fusilaron en Alicante en el 36, estaba en contra del romanticismo como entelequia de la libertad individual, porque había sido fuente o despertar de revoluciones, caída de la monarquía de Isabel II, y se culpaba de las reivindicación del nacionalismo separatista vasco de Sabino Arana, y también del separatismo catalán, ya expuesta por Ortega y Gasset, que es una de las consecuencias de las ideas liberales del romanticismo del S. XIX, y, evidentemente, en contra del desmoronamiento de la Unidad de España. Evidentemente, hablamos de otros tiempos, en un contexto histórico que no prosperó por la intransigencia de todos los politicos de la II República.

 

18.1. El concepto de Romanticismo

 

El romanticismo no tiene reglas, de aquí surge la polémica contra el clasicismo que define un sistema de orden, exactitud, reglas, es decir, inmutable. El éxito del romanticismo sueña «con la perfectibilidad del hombre y su espiritualidad». En las artes interesa el genio individual. Nacen los pronunciamientos, las barricadas, los pronunciamientos, la exaltación de lo nacional (desemboca en la idea de nacionalismo o recuperar la memoria nacional) y de lo tradicional y lo revolucionario. La triple embriaguez romántica: el amor, la libertad y la patria. Reaparecen los temas medievales, heroicos, leyendas con milagros de José Zorrilla, "Un testigo de Bronce", los temas luctuosos y espirituales "Don Juan Tenorio", el gusto el gótico, las cruzadas, lo que Mariano José de Larra intenta en sus "Artículos de Costumbres" es la regeneración nacional. Esponceda rapta a Teresa, casada y con hijo en Lisboa, regresa industado a España en 1833, escribe el Famoso "Canto a Teresa". En un banquete pronunció un discurso satírico en verso, que hizo hablar a toda la Corte, y fue desterrado a Cuéllar, donde compuso El "Estudiante de Salamanca". Fue una regeneración que sacaría a las bellas artes de su letargo clasicista.

Como también apuntó Guillermo Díaz Plaja en su libro "Introducción al estado del romanticismo español", con el que ganó el Concurso Nacional de Literatura de 1935. El clasicismo en contraposición del romanticismo, porque aquéllos mostraban una fuerte resistencia a los cambios y seguía los cánones de la rigidez inmovilista del Antiguo Régimen, hubo una polémica entre el romanticismo y el clasicismo. Las ideas de Schlegel fueron difundidas en España por Juan Nicolás Böhl de Faber, padre de la poetisa que firmaba Fernán Caballero. (Recodemos que Juan Nicolás Böhl de Faber, fue cónsul alemán de Federico Guillermo III de Prusia en Cádiz, delegado de la firma comercial Duff Gordon y Cía se casó Francisca Larrea, gaditana con sangre irlandesa, traductora de Byron y de Mary,. Böhl defendió el clasicismo del romancero y el teatro español, prácticamente menospreciado en beneficio del teatro francés modernizante, y es famosa su polémica con el gaditano J.J. de Mora. Juan Nicolás era padre de Cecilia, que firmaba como Fernán Caballero).

 

18.2. Cartas a Teresa Mancha

 

  «Canto a Teresa. Descanse en paz». Es una gran elegía que ha sido objeto de discusión entre los críticos con referencia a su no conexión con el resto de los poemas de El diablo mundo (Siete cantos, inacabado y publicado entre 1840 -1841 en cuadernos sueltos, siguiendo el sistema de las novelas por entregas), a pesar de que Espronceda nos dice que el Canto II (El diablo mundo) se titula: «A Teresa» y que es independiente y que le sirve de desahogo a su espíritu dolorido por el desenlace de quien ya no era su amante sino la esposa de Narciso de la Escosura Morrogh, periodista, político y comediógrafo español.

Espronceda la en un ataúd tras las rejas de la casa la madrileña situada en el nº 13 de la calle de Santa Isabel, domicilio de su ahora marido Narciso, fallecida por tuberculosis (un vómito de sangre), el 18-09-1839. Asido a los hierros de una de aquellas rejas de la calle pasó la noche de velatorio el poeta, contemplando el cadáver de Teresa en su ataúd. Narciso y Espronceda estaban enfrentados, parece ser, no está documentado que hubo un duelo entre ellos.

 

 Efectivamente, José Moreno Villa acierta al decir que es un grito doloroso, el propio Espronceda lo confirma escribe: «Este canto es un desahogo de mi corazón», es decir un grito como desahogo vital de un dolor interno,  herido orgullo por haber sido abandonado por Teresa, y madre de su hija Blanca.

Análisis métrico y de la rima. El «Canto a Teresa» consta de 44 octavas reales (ocho versos endecasílabos de rima consonante ABABABCC) de perfecta factura poética y académica. Son estrofas de corte clásico que procede de la poesía italiana, aclimatada a la lengua española en el siglo XVI.

Puliendo la poesía «esproncediana», y haciéndola más sutil e insólita, al tiempo que la complica con hermetismos, adjetivaciones nominales,  y al mismo tiempo, fantásticas figuras estilísticas y metáforas sutiles, lo convierte en una verdadera obra de arte, semejante a  La fábula de Polifemo y Galatea de Luis de Góngora.

La gran digresión que de este dolorido canto de su «desierto corazón herido» (herido en su orgullo por hacer sido abanado por la difunda en vida),  nos relata una felicidad pasada, un presente doloroso y un futuro desesperanzador. Nunca comprendió que Teresa lo abandonara, ello hirió su orgullo varonil; pero no le hizo reflexionar ni auto-culparse de sus supuestas infidelidades. Hasta que una mujer de valía y bella como ella, dijo: «¡basta!, no te aguanto más».  Sin embargo, esta elegía a la muerte de la amada es la idealización de un amor en el apogeo del Primer Romanticismo trágico. Un idílico amor parecido al «amor cortes» medieval hacia una mujer casada. La verdadera etimología de Romanticismo es revolución, tiempos de cambios sociales y políticos con constantes pronunciamientos antes la hostilidad del Rey Fernando VII de perder sus privilegios de rey absoluto propio del Antiguo Régimen, lo que no sabía es que el desastre de la Guerra de Independencia, había ocasionado una zanja irreconciliables entre el pueblo y la monarquía y la nobleza que se entregó a los halagos hacia el emperador de Europa Napoleón Bonaparte al quien en Bayona abdicaron la Corona de España a su hermano Juan I Bonaparte (Pepe botella) que  fue rey de Espala desde el 6 de junio de 1808 y el 11 de diciembre de 1813.

«Canto a Teresa» se poetiza desde el yo poético, en primera persona de una forma íntima y sincera (diario íntimo de recuerdos) que rompe con el resto del poema de El diablo mundo, en tono satírico, pero que no podía ser descrito de otra manera por el propio carácter del poeta y de su época.

Pienso que es su obra maestra por su pureza hasta la arrebato, profunda, sensual, sugerente, filosófica y lírica, pero a la vez terrible e irónica por tratase de una tragedia en la persona de su amante Teresa Mancha que ya no lo era cuando falleció. Estos recuerdos de unos desencuentros amorosos que dieron lugar una hija ilegítima de nombre Blanca, renovaron la terminología literaria de su tiempo, creando una nueva expresión verbal, reflexiva de las más hondas convicciones humanas en años de pronunciamientos políticos (revolución) de la Historia de España del Siglo XIX.

Controla Espronceda el tiempo espacial y el narrativo, la rima y los ritmos en el encajonamiento forzoso las octavas reales de rima consonante. Cada verso se inicia con letra mayúscula como era propio de la época Barroca. La obra ha traspasado el tiempo, ha atravesado la opaca cortina del olvido y sed hace actual. En 1908, don Marcelino Menéndez y Pelayo la escogió en un libro Las cien mejores poesías de la Literatura castellana, editado por Victoriano Suárez, 48 Preciados de Madrid. Este libro (segunda edición de octubre de 1925) llegó a mi poder en 1965, comprado, al azar, en un mercadillo callejero de libros antiguos de Málaga. Desde entonces yo conocía “Canción á Teresa”. Descanse en paz. Páginas 232-244.

 Este canto representa el fracaso del amor, un amor pesimista y desilusionado, que acaba con la muerte del amor idílico, como salida liberadora de la degradación y el dolor de los hombres y, en este caso, de Teresa, que representa la primera ilusión, la nueva experiencia que enciende su espíritu y lo enriquece, pero que una vez conocida, se desecha por haber conseguido el deseo. En un análisis realizado por el Pedro Salinas poeta de la Generación del 27 sobre el «Canto a Teresa», llega a la conclusión de que Espronceda pasa por tres estados en su forma de enfrentarse con la realidad: de iniciación a la vida, de desilusión y de odio y desesperación por lo perdido.

El tema de la mujer llena seis octavas, en las cuales, conducidos por la juventud, nos hemos situado en la zona de la ilusión, en ese momento del enamoramiento ciego. La mujer, el mundo como diablo son sólo una imagen, un reflejo del alma. Es el amor que se adora a sí mismo o que recuerda un estado perdido por no saber retenerlo como tesoro. Esa mujer inmaterial, ya muerta tras la verja de la madrileña calle de Santa Isabel existe únicamente en la memoria que como un disparo de pólvora negra en un arcabuz, huye del presente, sin más. Quizás Espronceda escribe su canto por temor al olvido. El sentimiento amoroso de la juventud inocente ha creado esa mujer aérea, etérea,  que le ha conmovido profundamente los sentidos, las neuronas que alimentan su ego y su desdicha; no obstante, de un ensueño casi espiritual nace un amor, a pesar de que Teresa se había casado con Narciso de la Escosura. Hay un choque entre el orgullo del abandono y el amor, un combate entre realidad y la fantasía de un deseo ahora imposible y trágico tan de moda en el Romanticismo.

Los ritmos versales se armonizan con la rotación de la Tierra y el Sol, con las estaciones del año como «Brilla radiante el sol, la primavera», ritmos de olas rizadas del mar, se cita tres veces, o volaron con cuatro veces. La armonía es crucial.

Vemos también todo el dolor de Teresa, toda su desdicha. Para aumentar el infortunio, el alma romántica exclama: «¡Y tan joven, y ya tan desgraciada!» (Octava 35). Teresa ha zozobrado en el mar engañador del amor felón, siempre traidor y fungible con la maldición de alguna bruja o  gitana hechicera que la ha gafado «¡Pobre Teresa! Al recordarte siento / un pesar tan intenso..» (V. 2 octava, 31», con el  despecho sarcástico final de «Que haya un cadáver más. ¡qué importa al mundo» (V.8 de la octava 44), como cierre. Al final Espronceda consiguió inmortalizar en la Literatura de su amada. Una elegía es un llanto por la muerte de una persona querida, como años después escribiera Federico García Lorca al muerto del torero Ignacio Sánchez Mejías, o Miguel Hernández la muerte de Ramón Sijé. De 1476 son Las coplas de Jorge Manrique a la muerte de su padre.

El dolor de Teresa ha tenido el consuelo de la muerte, porque aun esa muerte puede ser el consuelo de la vida; la cuestión es terminar la angustia insoportable de una existencia como objeto. Pero Espronceda tiene que sepultar su dolor en sí mismo y por escrito, sacándose de dentro de sus culpas una espina terrible, una sombra, una desesperación. En el corazón un recuerdo le hace feliz y a la vez le tortura un remordimiento de culpa. Uno de los significados macabros el Romanticismo queda expresado claramente en Canto a Teresa.

No debemos olvidar que se trata de un poema independiente dentro, como se ha dicho de El diablo mundo en el que se mezclan la expresión de intimidad del poeta con la evocación de un pasado de ilusiones, del amor perdido, con gran belleza forma, de un lirismo apasionado y sincero, porque en poesía todo fingimiento es un fantasma volátil que no se sostiene en el tiempo.

Entro los símbolos se destaca libertad, en forma de «guerrera nave» (V.1, de la octava 4) similar al bajel pirata de «La canción del pirata». El poeta es como un gran navío que surca con dificultad las traicioneras aguas de la vida y del amor, viajando continuamente por el peligro de zozobrar, pero sintiéndose libre en espíritu juvenil aventurero y respondiendo al menos en parte a la dirección del timonel. La imagen del río se emplea también de modo distinto en «abundante río» o «cristalino río».

El tiempo narrativo para es pasado, no presente. Ya no es, como para Jorge Manrique, un implacable fenómeno natural, algo ante lo cual el hombre solo puede aprender a convivir y a valorar debidamente. El tiempo no fluye, sino vuela. Así también, el navío del poeta, en vez de surcar las aguas vuela como un pájaro (1591). Este tiempo, todavía horas en el centro mismo del poema -“Y aquellas horas que pasaron / tan breves ¡ay! Como después lloradas” (1680 - 81) -, pasa a través de la memoria del poeta en su contemplación elegiaca. Cuándo su atención se fija en el pasado, las horas se transforman sutilmente en años, y un ¡ay! Subraya el dramatismo de la nueva visión: “Los años ¡ay! De la ilusión pasaron” (1732). Finalmente -en una rápida visión pretérita -el mismo poeta también se somete al tiempo. Habla de ser alado cómo las horas y ascender con su Teresa al cielo (1794 - 95), para gozar allí con ella de una eternidad sin tiempo:

Las horas de Espronceda, esos fragmentos de tiempo intensamente vivido que son la misma del amor, son también sus recuerdos. En Espronceda el corazón desempeña un papel mucho más importante que el alma. El alma sigue siendo para la contemplación de una eternidad en la que apenas se cree: es aun la sede de la vida que nace y de la vida que se va, y por lo tanto, el órgano adecuado para la contemplación de la muerte. Pero el corazón responde a la calidez de la vida en la tierra. Para el poeta medieval la vida en esta tierra no era más que una sombra de la vida eterna. Para Espronceda es lo real, porque cree en el amor e iguala la vida con el amor. El corazón es, pues, ardiente (1720), capaz de amar y de sufrir a causa del amor (1648 - 1650). Por lo tanto, el corazón, al asumir las funciones amatorias atribuidas por los neoplatónicos del siglo XVI al alma, inevitablemente convierte la elegía en un poema de amor perdido.

Espronceda esta psicológicamente emparentado con la naturaleza, para cuya poesía posee una profunda sensibilidad. En el Canto a Teresa se enfrentan la tranquila naturaleza neoclásica, símbolo de la juventud inocente, y la tétrica naturaleza romántica, metáfora del desencanto. Así, de su juventud recuerda Espronceda, entre otras notas, que “Gorjeaban los dulces ruiseñores, / el sol iluminaba mi alegría, / el aura susurraba entre las flores, / el bosque mansamente respondía”; mas a tal visión de la naturaleza sucedió otra decididamente menos alentadora, pues “las rosas del amor se marchitaron, / las flores en abrojos convirtieron, / y de afán tanto y tan soñada gloria, / solo quedo una tumba, una memoria”. Lo que llevó a esta segunda visión de la naturaleza fue el malogrado intento del poeta de practicar el misticismo antropocéntrico sobre la base de la primera naturaleza. En los versos que siguen no se sabe bien si el dios con quien quiere unirse el cantor será alguna divinidad natural deísta, o bien esa versión idealizada de Teresa que “deslizase en el cielo /allá en la noche desprendida estrella”, o si “es el amor que al mismo amor adora”. Probablemente esta última interpretación es la correcta.

La representación más exacta de la penosa situación del romántico en el cosmos sería un cuadro en el que se pintasen, si fuera posible, dos vacíos concéntricos; cosa que Espronceda prácticamente consigue con las estrofas finales del Canto a Teresa.

¿Cómo puede afectarnos el dolor del poeta en el “Canto a Teresa? Porque si lo pensamos bien, debe indignarnos tanto la suerte de Teresa moribunda, abandonada y despreciada por sus amantes, que escasamente parece haber lugar para la compasión hacia tan egoísta amante. Pero piedad nos evoca a nuestro pesar, y en parte creo que la explicación de esto debe buscarse en una nueva intervención en este poema de ese elemento edénico y satánico, tan del gusto de todos los románticos. El Espronceda que bebió de la fuente del amor acaso no estuviera libre ya para obrar en la forma que él hubiera querido, pues “el corazón ardiente /que el agua clara por beber se afana, / lagrimas verterá de duelo eterno, / que su raudal lo enveneno el infierno”. Es notable la influencia del Génesis sobre el Canto a teresa: “si, que el demonio en el Edén perdido / abrasara con fuego del profundo/ la primera mujer, y, ¡ay!, aquel fuego / la herencia ha sido de sus hijos luego”. La tranquila naturaleza neoclásica es al mismo tiempo la representación de la pura naturaleza del Edén; pero al ser este lugar de delicias escena del pecado original, es indirectamente símbolo de lo infernal, y así se explica que los intentos de Espronceda de unirse místicamente con la bella naturaleza resultasen tan torcidos y no le llevasen sino a un egoísmo exacerbado.

    Queda por estudiar si Espronceda leyó La Fábula de Polifemo y Galatea, (1613) del poeta cordobés Luis  de Góngora y Argote, escrito en LXIII octavas reales. La obra cuenta los amores del cíclope Polifemo y la hermosísima ninfa Galatea, recrea un tema clásico de Ovidio. Polifemo es horrendo pues sus proporciones son desmesuradas y su voz espantosa, es la bestia. Su amor por Galatea, es la bella, no es correspondido, pues ésta se enamora del dios Acis de la mitología griega y romana. Se trata de una fábula de transformaciones de tema mitológico enmarcada en un cuadro pastoril con importante presencia del entorno rural y fin trágico porque Polifemo, celo, mata a la ninfa Galatea con una roca.

  Góngora escribe en la octava IV «argentando arena» y Espronceda escribe en la octava 10 «argentada raya», la similitud del adjetivo argentada (de plata) no es una coincidencia, por su rareza.

 

18.3 Vida y obra de José de Esponceda

 

La vida y obra de José de Espronceda es sumamente interesante y educativa, sobre todo por el contexto histórico de la prima mitad del siglo XIX en que se desarrolló, después de la Guerra de Independencia, la Constitución de Cádiz de 1812, el absolutismo del Fernando VII, los exiliados liberales, la regencia de María Cristina de Borbón-Dos Sicilias, Isabel II y la Ley Sálica, y la regencia del general Baldomero Espartero, guerras carlistas, los pronunciamientos y, por supuesto la llegada a España del Romanticismo desde Alemania e Inglaterra, cuya verdadera etimología es revolución y tiempos de cambios en todos los órdenes: socio-políticos, ecónomo-industriales, literarios, y apertura social hacia consti-tucionalismo y la democracia, donde se abandonan, definitivamente, las gobernanzas del Antiguo Régimen.

La poesía ostenta el record de poseer la capacidad de crear mundos propios, metáforas, vivencias que constituyen una cosmovisión propia hasta alcanzar el yo poético; es decir, el estilo personal salido de la capacidad estética del poeta en su aventura lírica, entonces será cuando logre el clímax de su arte. Debe conseguir la atracción impersuasible de una sinceridad que, a través, una veces con la belleza y otras con el pulido lenguaje, atrapen al lector (narratorio) como sucede con «Canto a Teresa» porque detrás de estas 44 octavas reales (352 versos) oculta una historia trágica y cierta del siglo XIX, que perdura en el tiempo como toda obra de arte merecedora de ser estudiada y mostrada.

En este extenso poema dedicado a la muerte de su amante Teresa Mancha, José de Espronceda, de una forma sublime y a la vez sutil nos hace partícipes directos de sus vivencias, de sus propios recuerdos, de sus frustraciones o de sus desamores, a través de la poesía, de una de las más bellas elegías del Romanticismo y de la Literatura española, junto a «Coplas a la muerte mi padre» de Jorge Manrique (posterior a 1476), «Llanto por Ignacio Sánchez Mejías»  de Federico  García Lorca, Cruz y Raya, de 1935, o “Elegía a Ramón Sijé” de Miguel Hernández en El rayo que no cesa de 1936.

Escribe el profesor Juan Cano Ballesta que «El poeta no es un metafísico y el poema no es un tratado filosófico» (La poesía de Migue Hernández, (1962:54). Porque en realidad la poesía es  una forma artística del contar una realidad o un pensamiento, porque la poesía es sí una de las artes, que conlleva estudio, trabajo y sobre todo estilo propio, como salida por la tangente de los mortales, y no inspirado por musas, sino inspirado por el trabajo y el esfuerzos de pulir emociones. Porque como decía el gran poeta Rainer Maria Rilke «La poesía no se escribe para ser entendida y comprendida sino para ser sentida», no consiste es contar sino en emocionar a través de la exposición de sentimientos y evocaciones, a veces abstractas otras surrealistas, por ello, tanto las vanguardias como Poeta en Nueva York de García Loca, o Espadas como labios de Vicente Aleixandre lo que consiguen o logran es abrir nuevos caminos o formas de  expresión de la mente del hombre a través de las palabras escritas y abrir vías de luz a la  semántica o significado de los morfemas.

El ser humano cabalga sobre sí mismo con una comprensión del ser y del existir con una ostensible privilegiada opinión del yo. Todo el planteamiento existencial radica en esta comprensión del ser como verdad subjetiva de uno mismo, y de la proyección de radiar luz sobre los demás. El poeta es ónticamente independiente de su autor, que son diferentes en esencia, puesto que quien transcribe los pensamientos del poeta es un amanuense: un médium; es decir, el soporte físico sobre el que el poeta se proyecta, y para entenderlo mejor, el poeta es un espíritu inmaterial que usa al autor como soporte material o escribidor. 

Como un primer acercamiento, suficiente para los propósitos de esta monografía Glosada de Canto a Teresa de Espronceda, digamos que vemos y comprendemos al ser invisible del poeta  desde fuera, desde al autor, al que vemos, pero no al poeta quien se valdrá de metáfora, símbolos, imágenes y, sobre todo, de fuerza emotiva y emocional. En el gran poema de Espronceda, «Canto a Teresa» encontramos, pues, todos estas figuras literarias, armas principales del Romanticismo como los sentimientos íntimos, el yo, el amor idealizado, el dolor, la rebeldía, la pasión, el amor imposible, el abandono incomprensible con deterioro de la honra, el sufrimiento por la muerte de la amada.

El ente y el ser  observados  desde fuera  hacia adentro del impulsivo poeta Espronceda del primer Romanticismo Español, en esta maravilla de 44 octavas reales consonantes. Que no es más que la funda, la forma externa, la cáscara del maíz del oro interior que contiene. La rima es una de las particularidades del poema clásico como el ritmo interior para ser cantado. Sin embargo, en la poesía actual se prescinde de la métrica, porque lo especial, la esencia del poema es lo que nos quiere contar que, sin duda alguna, son sus valores peculiares y fundamentales.

El esfuerzo de José de Espronceda en construir la «cáscara del poema», a través de la métrica está al alcance de pocos, y es loable, pero para entender su «Canto a Teresa», en su plenitud, hemos de deshojar su exterior como la panocha de una mazorca para ver sus granos de oro interior. Esto es lo que hemos tenido que hacer en el presente ensayo: desbarbar el exterior, deshacer los hipérbaton, buscar sinónimos y  tratar de comprender lo que nos dice subliminalmente, con la dificultad de un leguaje del siglo XIX. Es sin duda alguna una obra magistral, filosófica y llena de recuerdos, amores y desamores. La relación amorosa entre Teresa Mancha y Espronceda había sido escandalosa para una sociedad de ese siglo, en el que se percibe, desde el presente, a un Espronceda acosador y acaparador, y machista a la vez, que no permitía ser abandonado por una mujer. Es el dicho castellano de «eres mía para siempre». Nunca aceptó Espronceda el hecho de ser abandonado (dejado) y que encima se casara con otro hombre, con Narciso de Escosura, amigo suyo, que pudo acabar en tragedia. Pienso que si Espronceda la hubiera tratado bien no lo hubiera dejado. Pero hubo una tercera persona en discordia de la pareja: Dª María del Carmen Delgado y Lara, la madre de Espronceda, ya viuda.

El detonante para decidirme a retomar el proyecto del presente ensayo, que lo tenía abandonado, se lo debo a mi amiga la poeta María Teresa Rodríguez Cabrera por su poemario Versos compartidos con Espronceda, 2019, de cuyo libro escribí una reseña publicada en El Confidencial Digital, y que tuve la distinción de presentarlo en el Casino Mediterráneo de Alicante

Las ilustraciones son simbólicas, abocetadas la mayoría, son de Palmeral (ilustrador), alter ego del autor del ensayo donde se pretende recrear las costumbres, vestimentas y actos de la época del Romanticismo como una forma de observar el pasado.

 

Publicado en el blog de Poesía Palmeriana, por Ramón Fernández Palmral