Retrato dibujo de plumilla y lápiz por Ramón Palmeral
El mundo secreto de Valente
‘Diario anónimo’ recoge los pensamientos, los poemas y los reflejos de la vida cotidiana del escritor gallego
Durante sus últimos años de vida, José Ángel Valente (Orense, 1929 Ginebra, 2000) se dedicó a tirar papeles. Sabedor de que no le quedaba demasiada arena en el reloj, ya que estaba muy enfermo de cáncer, ordenó sus múltiples anotaciones, facsímiles, libros y cualquier otra cosa que estuviera en su poder. Guardó, tiró, revolvió y volvió a tirar. Pero siempre guardó una serie de cuadernos que le habían acompañado durante más de cuarenta años. Esos centenares de hojas manuscritas fueron guardadas celosamente por Coral Gutiérrez, compañera sentimental del poeta, durante casi una década. Hasta que se los dió a Andrés Sánchez Robayna, experto en poesía española del siglo XX y editor de las antologías poéticas del orensano, para que pudiera orden en ese cúmulo de apuntes.
Así surgió Diario anónimo, un conjunto de textos que conforman una bitácora gracias a que están fechados. Porque el libro publicado por Galaxia Gutenberg difiere mucho de ser un diario común. Valente hace referencias íntimas u ofrece datos personales dolorosos o hirientes, pero también va más allá. Ofrece su singular versión de una evolución intelectual y creadora durante más de cuarenta años. El poeta comienza con este diario cuando tiene 31 años y le acompaña hasta el mismo mes de su fallecimiento hace once años. En este diario, Valente lo mezcla todo. Hay apuntes sobre la actualidad literaria en cuatro idiomas, señala Sánchez Robayna, que ha dirigido la publicación de esta edición.
El escritor juega también con su cuaderno de apuntes. Como por ejemplo con las ediciones de Punto cero, donde hizo poner una cita: La palabra ha de llevar al lenguaje al punto cero, al punto de la indeterminación infinita, de la infinita libertad. Valente lo firma como diario anónimo. Una alusión, tal vez un guiño, al cuaderno donde plasmaba sus vivencias. Aunque, con matices. Es un diario su generis, comentó Sánchez. Valente creía que la vida de un poeta no tenía interés. Insiste en que el escritor debe huir de la vida pública e incluso rehuía de las fotografías, indica. Tal es la peculiaridad de este texto, que el poeta orensano no dice ni una sola palabra sobre un viaje que realizó en 1961 India para un trabajo de la Organización Mundial de la Salud donde cayó enfermo el primer día. Recurre al humor y a la ironía para relatar, de forma concisa su rastro en Barcelona por parte de la Brigada Social. Y también se muestra mudo sobre el consejo de guerra que vivió en 1973 por culpa del cuento El uniforme del general, incluido en el volumen El número trece.
Crítico
Diario anónimo también demuestra al Valente más crítico. No solo consigo mismo, sino con sus propias creaciones. Poemas a Lázaro es el libro que menos me gusta, llega a decir. Y eso que ganó el Premio de la Crítica catalana en 1960. Asimismo tiene cabida la admiración, como la que siente por el poeta cubano José Lezama Mila. Esta relación comenzó cuando cae entre las manos de un veinteañero Valente una antología de poetas cubanos. Enseguida se queda asombrado por el autor de Paradiso. La filósofa y ensayista María Zambrano fue el vaso comunicante entre los dos escritores, que se conocieron en 1967 cuando Valente viaja a La Habana. Su entusiasmo es absoluto, añade Sánchez Robayna. Se intercambiaron libros y cartas; y desde ese año, las referencias al cubano son constantes en los cuadernos de este poeta, considerado uno de los más importantes de la lírica hispánica de la segunda mitad del siglo XX.
Su obra comenzó en 1955 con A modo de esperanza, e incluye títulos tan significativos como La memoria de los signos (1966), El inocente (1970) o Material memoria (1979). Como crítico y ensayista, Valente es autor de libros como Las palabras de la tribu (1971), La piedra y el centro (1983) o Variaciones sobre el pájaro y la red (1991).