Me voy a dar una vuelta por ahí, a tomar una birra en el bar de Miguel, en el la Plaza de la Viña. De nuevo, vacaciones y me pongo a leer otra vez el tocho de Rayuela, de Cortázar. Las chicas por la calle llevan los cachetes del culo al aire que se le salen del vaquero corto de fleco rotos, es el calor de este verano, como un esfuerzo relajado de intimidad pública que está obsesionado con la tesina de Séneca, el loco. Este chico se ha enterado antes de lo que pensaba, de que hay que trabajar para comer. Bien por él y su lucidez tarde, pero bien, bien de fábula. Ayer pasamos toda la tarde con insinuaciones que si te beso o no te beso, charlas sumergidas en una calma agradable de estío acalorado y sudor sin sexo.
Otra vez me esquivas cuando solo falta el remate del beso y el abrazo, se complica demasiado y se niega cuando ya está casi todo hecho y recocinado. Tu debes ser conservadora, al final todas lo sois a la hora del salto... Y aún sigue abrazando a la Coca-Cola delante de todos, en el bar-cafetería, como si me perdonara la vida, sin necesidad de hacerlo, con los abrazos flojos como una nube pasajera, le echo el brazo por encima. De hecho, estoy seguro de que, ella, aunque la duda ya le rozado el hombro por dentro como una verdad axiomática. Y yo, sin necesidad de cambiar cosas del amor rápido voy al baño, fácil de ocultar en la medida justa de su minúscula apariencia dormida que también confirma algo de que estoy seguro de que se conformaría podría progresar con una propusiera, no para tapar el agujero, porque lo tenga claro. Creo que incluso evita ver señales.
Esta mañana la vi entre hortensias, de reojo al pasar por tu habitación, en la cama, viendo una película del oeste, de tiros e indios, es demasiado muy joven para mí, a pesar de ser una rubia impresionante, en un ambiente rural, como algo de payozas leonesas a lo Mateo Díaz. La Tere me miró de reojo, como escudriñándome un poco, cuando le dije que la película se llamaba "Un puñado de dólares". Me sostuve la mirada desde el otro lado de la ventana: no pudo penetrar en mí, ya lo sabes, no soy uno de tus muebles, una consola antigua del Siglo XVIII, una decoración en una esquina de tu habitación. Porque a veces las tardes no tienen sur.
Ramón Fernández Palmeral
Alicante "Perito en pecados" libro de relatos