Sobre Fernando Rielo
Biografía
Fernando
Rielo Pardal nació en Madrid el 28 de agosto de 1923.Fallece en Nueva
York el 6 de diciembre de 2004, donde residía desde 1988 por especial
asistencia médica,con algunos colaboradores de su Escuela Idente. Doctor
Honoris Causa por la Universidad
de Loja, Miembro de la “Academia Norteamericana de la Lengua Española” y
del “Centro Internacional de Estudios Hispánicos”, Fernando Rielo se
caracteriza, además de poseer un sistema propio de pensamiento, por su
extraordinaria creatividad religiosa y civil.
Funda
en 1959 un Instituto religioso, Misioneros Identes, al que imprime en
pocos años una gran proyección internacional creando unos setenta
centros en veinticinco países.
En
la década de los setenta y comienzos de los ochenta, funda, asimismo,
varios organismos culturales y humanitarios: la Escuela Idente, que,
como Instituto Superior de Ciencias y Letras, tiene establecidos
convenios con diversas universidades extranjeras; la Fundación Fernando
Rielo, que se irradia internacionalmente por medio de su Premio Mundial
de Poesía Mística, con el Premio Estanislao Polonus para hispanistas
universitarios en Polonia, con la publicación de la revista plurilingüe
de poesía, ensayo y crítica literaria, Equivalencias, y con la creación
de las aulas de Pensamiento, Poesía y Literatura, Pedagogía, Teología y
Música, colaborando con varias universidades y centros de cultura e
investigación.
Entre
otras fundaciones civiles de Fernando Rielo, hay que destacar, por su
incidencia en el mundo universitario: la Juventud Idente, que pretende
unir en los más altos ideales culturales y morales a jóvenes de
distintos países, razas y creencias, para formación de un Parlamento
Universal de la Juventud;la Fundación Idente de Estudios e investigación
que tiene como mision específica el diálogo con el mundo intelectual,
la Cátedra de Lengua, Literatura y Pensamiento español, en la
Universidad de Filipinas para difusión de la cultura hispánica.
Otro
de los rasgos humanitarios de Fernando Rielo se refleja también en
fundaciones dedicadas a la atención médica: la Asociación Sanitaria
Fernando Rielo, establecida en Roma para dedicación, en colaboración con
Cáritas Internacional, a la asistencia médica y civil de los
inmigrantes, y la Escuela biomédica Fernando Rielo para postgraduados en
el campo de la práctica e investigación médicas.
La
creatividad cultural de F. Rielo se basa, fundamentalmente, en sus
meditaciones metafísicas, teológicas, literarias y, en general, sobre
filosofía de la ciencia. Estas meditaciones, que responden a la
profundización, bajo todos sus ámbitos, de su concepción genética del
principio de relación, atañen al estudio del ser, de la historia y de la
vida, y las causas de sus disgenesias ontológicas, morales, sociales,
biológicas. Parte de este pensamiento se halla difundido en numerosas
conferencias impartidas en organismos internacionales como la ONU, la
OEA y la UNESCO; en universidades de los Estados Unidos como Georgetown
University, The Catholic University of America, Martin Luther King
Memorial Library (Washington); Saint John’s University, LaGuardia
University, The Roosevelt House, Fordham University (Nueva York);
Villanova University (Philadelphia), etc., y en otras universidades y
centros culturales de Hispanoamérica, Francia, Italia y España.
Resumimos algunos títulos de estas conferencias: “Definición mística del
hombre”, “Teoría estética”, “Mística concepción de la lengua española”,
“Concepción genética del infinito”, “Plateresco, mensaje inédito”, “Ser
y verdad”, “San Agustín y Fray Luis de León”, “Discurso sobre las
relaciones culturales hispanopolacas”, “Experiencia mística y lenguaje”,
“El Quijote límite”, “Esencia mística del Quijote en texto comparado
con San Juan de la Cruz”…
Su
nada despreciable bibliografía editada y traducida a varios idiomas
viene respaldada, además, por su ingente material inédito elaborado
durante más de treinta años en colaboración con la Escuela Idente y la
Fundación que lleva su nombre, en las que tiene depositado este
material. La temática vertida en estos manuscritos se refiere,
especialmente, a los siguientes títulos: “Concepción genética de la
Metafísica y de la Ontología”, “Metafísica matemática”, “Metodología del
discurso metafísico”, “Teología metafísica”, “Teología mística”,
“Teología física”, “Concepción genética de la Lógica y de la
Epistemología”, “Las carencias de sentido del seudoprincipio de
identidad”, “Concepción genética de la Estética”, “Filosofía de la
Ciencia”, “Concepción genética de la Sociología y de la Historia”,
“Crítica de los sistemas filosóficos”, “Concepción genética de la
Ética”, “Concepción genética de la Pedagogía”, “Concepción genética del
Sicoanálisis”, “Concepción genética de la Política y del Derecho”,
“Teoría sicoética”…
Fue
la Crítica de la razón pura de Kant lo que le despertó, siendo todavía
adolescente, su afición por la filosofía y el ensayo, y fue también la
lectura y recitación de Bécquer lo que le llevaría, años más tarde, a
comunicar su experiencia por medio de la expresión poética.
Pensamiento
El
pensamiento rieliano, marcado por su actividad intelectual y literaria,
representa el intento de un nuevo modelo metafísico, consistente en la
concepción genética, dentro del “ser +”, del principio de relación. Este
modelo es, rechazado el seudoprincipio de identidad y excluido el campo
fenoménico, el supuesto de una mística u ontología que tiene, a su vez,
por objeto la actuación ad extra en el ser humano de este principio genético.
El
“ser” de Rielo, con la grafía “+”, nada tiene que ver con el “ser más”
teilhardiano o su contraposición al “tener más” traído de aquí y de
allá, en diversos autores contemporáneos. El “ser +” es, sencillamente,
un símbolo que indica la ruptura de la identidad “ser es ser” en tal
grado que éste se revela constituido en relación genética, no de
estructuras, formas, generalidades o abstracciones, sino de singulares
seres personales que, en inmanente complementariedad intrínseca, se
erigen en único Sujeto Absoluto.
Al
hablar del concepto “absoluto”, F. Rielo hace distinción entre dos
verbos o sustantivos: absolutizar o absolutización y absolutivar o
absolutivación. Toda absolutización, resultado de la tendencia
tautologizante de la inteligencia humana, es un constructo identitático,
un éidolon, un ídolo o simulacro, que, separado de la realidad
del único Absoluto singular, tiene por seudorreferente un abstracto en
el que se autoafirma el yo intelectual del ser humano. Esta
autoafirmación identitática es degradación de la genética acción
absolutivante de una inteligencia humana que, abierta a su Absoluto,
puede construir con el Absoluto conceptos “bien formados”. Estos
supuestos vienen confirmados por dos ejemplos: si nos referimos a la
absolutización, la búsqueda de nuestra propia identidad “yo soy yo” nos
conduce, haciendo de nuestro yo un seudoabsoluto cerrado, a la
despersonalización; si nos referimos a la absolutivación, la búsqueda de
algo + que yo conduce, por genética unión con el Absoluto, a nuestra
mística personalidad. De aquí deduce Rielo que nuestra inteligencia es,
supuesta la creación de ésta, mística u ontológica inteligencia de la
divina o metafísica inteligencia. La razón es sencilla: la inteligencia
humana, siendo imagen de la inteligencia divina, es un absolutivo del
Absoluto. Para el Fundador de la Escuela Idente, lo Absoluto no es, como
afirman algunos autores, una noción tautológica: “lo Absoluto es lo
Absoluto”. La noción “bien formada” del Absoluto consiste –”elevado a
absoluto” el concepto de relación, rota la identidad y excluido el campo
fenomenológico– en un Sujeto Absoluto constituido: en el ámbito
intelectual o dianoético, por dos y sólo dos seres personales en
inmanente complementariedad intrínseca; en el ámbito revelado o
hipernoético, por tres y sólo tres seres personales en inmanente
complementariedad intrínseca.
Todos
los sistemas filosóficos proceden por “elevación a absoluto”. Un caso
que sirve de ejemplo explícito es el “yo” de Fitchte: el resultado de su
elevación a absoluto es la tautologización “yo es yo”. Este hecho es
consecuencia de un mal proceder, pues la “elevación a absoluto” debe ser
también un concepto “bien formado”, en caso contrario, se incurre,
según Rielo, en la oblicuidad o desviación propias de los absurdos
ocasionados por el reduccionismo agenético de la abstracción de algo que
parece servir de axioma o principio absoluto: un objeto material [agua,
fuego, aire], un hecho de evidencia [movimiento, devenir], una acción
totalizante [ser, pensar, existir, vivir], un concepto expresivo [idea,
sustancia, yo, realidad]. Estos axiomas, fundantes de un supuesto
sistema, necesariamente debían, con el objeto de cerrar el paso a una
petitio principii, tautologizarse: agua es agua con la exclusión de la
no-agua, ser es ser con la exclusión del no-ser, yo es yo con la
exclusión del no-yo. La consecuencia de esta tautologización, resultado
necesario de llevar a límite el proceder abstractivo, ha sido una
constante insoslayable en todas las filosofías con vocación metafísica:
rendir culto intelectual a un seudoprincipio de identidad que se
transforma él mismo en su propia petitio principii.
No
hay aproximación de la concepción zubiriana de la inteligencia
sentiente con la forma genética de la intelección rieliana cuyo proceder
es actuar por elevación de una noción a absoluto, en tal grado que no
pueda haber otra que, superior a ésta, dé explicación de la realidad.
Este actuar genético es una potestas intelligentiae que posee el hombre
para justificar la unidad de sentido frente al caos de los datos de
experiencia y para dar dirección y ordenamiento a su propio ser personal
que, genéticamente abierto a la transcendencia de un Sujeto Absoluto de
carácter singular, no puede, sin incurrir en profundas y múltiples
“disgenesias del yo”, definirse “ser para sí”, ni “ser en sí”, ni “ser
para el mundo”, ni “ser en el mundo”, o expresiones semejantes. [Cfr. La persona no es ser para sí ni para el mundo (1992)].
Pensamiento
En su estudio Tratamiento sicoético en la educación
(1996), Ferando Rielo habla de estas disgenesias al concebir el ego como
proyección en la sique de los estados “disgenésicos” del yo: a) de orden
síquico, las relacionadas con la egofrenia, que es estado agresivo o
depresivo reductor de la capacidad de amorosa donación al otro
convirtiéndolo, mental y afectivamente, en el objeto de transferencia y
proyección de las propias anomalías; b) de orden moral, las relacionadas
con el egoísmo, que es estado de un individuo que, aunque capaz de
algunos actos generosos, pone su yo como centro de interés en detrimento
del otro; c) de orden ontológico, las relacionadas con la egolatría,
que es estado agresivo o depresivo de un individuo que, centrando todo
hacia sí, encuentra su razón de ser en el culto a su personalidad.
Fernando
RieloToda la problemática que arroja la historia del pensamiento tiene,
para Rielo, su origen en aquel proceder tautologizante que arroja el
seudoprincipio de identidad inoculado en el tó ón ésti griego,
en “el ser es” parmenídico, con el que se inicia una metafísica inmóvil,
insustancial, estéril. La fruta prohibida, que saboreó con Parménides
el absolutizante pensar filosófico de todos los sistemas del
pensamiento, se pudrió en la fórmula “el ser es el ser y el no-ser es el
no-ser” del seudoprincipio de identidad con sus carentes de sentido
sintáctico, semántico y metafísico: sintáctico, porque el functor
monádico [“es”], mutándose en una seudoestructura oracional, hace
incapaz la comunicación de un supuesto lenguaje cuya lectura se reduzca a
la identidad; semántico, porque, supuesta la destrucción sintáctica,
toda fórmula identitática, portando la misma validez la afirmación que
la negación, queda vacía de contenido; metafísico, porque la identidad,
pretendiendo evitar la petitio principii, se transforma a sí misma en la
propia petitio principii en tal grado que la identidad nunca puede
alcanzar a su propia identidad.
Este
seudoprincipio de identidad es un antivectorial que, carente de
dirección y sentido, el Fundador de la Escuela Idente denomina: per degradationem libertatis, “pecado original de la religión”; per degradationem intelligentiae,
“pecado original de la metafísica”. Si nos referimos al pecado original
de la inteligencia, transmitido históricamente por la fórmula
parmenídica, éste ha contaminado el episodio de la reflexión filosófica
en tal grado que, a pesar de destacados intentos por arrojar de sí sus
inevitables contradicciones y carencias de sentido, ninguna filosofía
–incluso las de carácter dialéctico que creen rechazarlo– parece haberse
librado de tal lacra identitática. Ésta es la razón por la que toda
noción que, elevada a absoluto, ha intentado constituirse en fundamento
interpretativo, ha quedado “mal formada” proporcionándonos una visión
estrábica de la realidad. Y es que, cuando el actuar humano se produce
en cohabitación con la identidad, ésta le inocula su propia disgenesia
portadora de contravalores susceptibles de desarrollar diferentes males:
el error, la deformación, la desunión, el desamor, el enfrentamiento,
la decadencia, la destrucción… se activan o se solapan en toda
afirmación identitática.
Este
descalabro de la metafísica histórica anuncia, con la concepción
genética del principio de relación de Fernando Rielo, una nueva forma de
concebir la filosofía: el giro místico o teándrico de la ontología
rieliana, con el supuesto de la concepción genética de su metafísica,
frente a los tres paradigmas que, sucediéndose e interfiriéndose entre
sí, han aportado, según él, una visión sesgada de la realidad: paradigma
teocéntrico, donde destaca el panteos con negación del ser humano;
paradigma antropocéntrico, donde domina el panántropos con negación de
Dios; paradigma morfocéntrico, donde prevalece el panmorfos con negación
de Dios y del ser humano.
El
inquietum cor agustiniano no posee límite, por eso –si no quiere ir a
la deriva– tiene necesidad de un referente transcendental que le defina y
le convenza de qué estirpe es. Y es el reconocimiento de esta
indigencia existencial lo que proporciona al ser humano el inicio de una
visión “bien formada”. Esta visio formata puede hacerse con la
concepción genética del principio de relación porque halla su poder
fundante en ese mismo principio que transmite a la inteligencia aquella
lectura genética que la inclina a actuar con las características propias
que se dicen del vector: intensidad, dirección y sentido. Hay que
precisar que el término “genético” es, en el pensamiento de F. Rielo, un
concepto abierto que, significando “transmisión hereditaria de
valores”, se refiere per communicationem et non per analogiam, no sólo al ámbito biológico, sino también, al sicológico, moral, ontológico, metafísico.
De
este modo, si nos referimos al carácter ontológico del comportamiento
genético, éste es el indicio evidente de que el ser humano es un
absolutivo singular que, procediendo del Absoluto singular, recibe de
éste el patrimonio genético que, formándole a su imagen y semejanza, da
razón inconfundible de su origen y destino. La concepción genética del
principio de relación tiene, entonces, dos ámbitos: general, de carácter
racional; específico, de carácter revelado.