POESIA PALMERIANA

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La mayor satifacción que tengo al escribir es saber que alguien me lea cuando yo esté muerto.

viernes, 7 de diciembre de 2018

Biografía de Fernando Rielo Pardal (Madrid 1923-Nueva Yor 2004)

Sobre Fernando Rielo




Biografía


Fernando Rielo Pardal nació en Madrid el 28 de agosto de 1923.Fallece en Nueva York el 6 de diciembre de 2004, donde residía desde 1988 por especial asistencia médica,con algunos colaboradores de su Escuela Idente. Doctor Honoris Causa por la Universidad de Loja, Miembro de la “Academia Norteamericana de la Lengua Española” y del “Centro Internacional de Estudios Hispánicos”, Fernando Rielo se caracteriza, además de poseer un sistema propio de pensamiento, por su extraordinaria creatividad religiosa y civil.
Funda en 1959 un Instituto religioso, Misioneros Identes, al que imprime en pocos años una gran proyección internacional creando unos setenta centros en veinticinco países.
En la década de los setenta y comienzos de los ochenta, funda, asimismo, varios organismos culturales y humanitarios: la Escuela Idente, que, como Instituto Superior de Ciencias y Letras, tiene establecidos convenios con diversas universidades extranjeras; la Fundación Fernando Rielo, que se irradia internacionalmente por medio de su Premio Mundial de Poesía Mística, con el Premio Estanislao Polonus para hispanistas universitarios en Polonia, con la publicación de la revista plurilingüe de poesía, ensayo y crítica literaria, Equivalencias, y con la creación de las aulas de Pensamiento, Poesía y Literatura, Pedagogía, Teología y Música, colaborando con varias universidades y centros de cultura e investigación.
 
Entre otras fundaciones civiles de Fernando Rielo, hay que destacar, por su incidencia en el mundo universitario: la Juventud Idente, que pretende unir en los más altos ideales culturales y morales a jóvenes de distintos países, razas y creencias, para formación de un Parlamento Universal de la Juventud;la Fundación Idente de Estudios e investigación que tiene como mision específica el diálogo con el mundo intelectual, la Cátedra de Lengua, Literatura y Pensamiento español, en la Universidad de Filipinas para difusión de la cultura hispánica.
Otro de los rasgos humanitarios de Fernando Rielo se refleja también en fundaciones dedicadas a la atención médica: la Asociación Sanitaria Fernando Rielo, establecida en Roma para dedicación, en colaboración con Cáritas Internacional, a la asistencia médica y civil de los inmigrantes, y la Escuela biomédica Fernando Rielo para postgraduados en el campo de la práctica e investigación médicas.
La creatividad cultural de F. Rielo se basa, fundamentalmente, en sus meditaciones metafísicas, teológicas, literarias y, en general, sobre filosofía de la ciencia. Estas meditaciones, que responden a la profundización, bajo todos sus ámbitos, de su concepción genética del principio de relación, atañen al estudio del ser, de la historia y de la vida, y las causas de sus disgenesias ontológicas, morales, sociales, biológicas. Parte de este pensamiento se halla difundido en numerosas conferencias impartidas en organismos internacionales como la ONU, la OEA y la UNESCO; en universidades de los Estados Unidos como Georgetown University, The Catholic University of America, Martin Luther King Memorial Library (Washington); Saint John’s University, LaGuardia University, The Roosevelt House, Fordham University (Nueva York); Villanova University (Philadelphia), etc., y en otras universidades y centros culturales de Hispanoamérica, Francia, Italia y España. Resumimos algunos títulos de estas conferencias: “Definición mística del hombre”, “Teoría estética”, “Mística concepción de la lengua española”, “Concepción genética del infinito”, “Plateresco, mensaje inédito”, “Ser y verdad”, “San Agustín y Fray Luis de León”, “Discurso sobre las relaciones culturales hispanopolacas”, “Experiencia mística y lenguaje”, “El Quijote límite”, “Esencia mística del Quijote en texto comparado con San Juan de la Cruz”…
Su nada despreciable bibliografía editada y traducida a varios idiomas viene respaldada, además, por su ingente material inédito elaborado durante más de treinta años en colaboración con la Escuela Idente y la Fundación que lleva su nombre, en las que tiene depositado este material. La temática vertida en estos manuscritos se refiere, especialmente, a los siguientes títulos: “Concepción genética de la Metafísica y de la Ontología”, “Metafísica matemática”, “Metodología del discurso metafísico”, “Teología metafísica”, “Teología mística”, “Teología física”, “Concepción genética de la Lógica y de la Epistemología”, “Las carencias de sentido del seudoprincipio de identidad”, “Concepción genética de la Estética”, “Filosofía de la Ciencia”, “Concepción genética de la Sociología y de la Historia”, “Crítica de los sistemas filosóficos”, “Concepción genética de la Ética”, “Concepción genética de la Pedagogía”, “Concepción genética del Sicoanálisis”, “Concepción genética de la Política y del Derecho”, “Teoría sicoética”…
Fue la Crítica de la razón pura de Kant lo que le despertó, siendo todavía adolescente, su afición por la filosofía y el ensayo, y fue también la lectura y recitación de Bécquer lo que le llevaría, años más tarde, a comunicar su experiencia por medio de la expresión poética.


Pensamiento


El pensamiento rieliano, marcado por su actividad intelectual y literaria, representa el intento de un nuevo modelo metafísico, consistente en la concepción genética, dentro del “ser +”, del principio de relación. Este modelo es, rechazado el seudoprincipio de identidad y excluido el campo fenoménico, el supuesto de una mística u ontología que tiene, a su vez, por objeto la actuación ad extra en el ser humano de este principio genético.
El “ser” de Rielo, con la grafía “+”, nada tiene que ver con el “ser más” teilhardiano o su contraposición al “tener más” traído de aquí y de allá, en diversos autores contemporáneos. El “ser +” es, sencillamente, un símbolo que indica la ruptura de la identidad “ser es ser” en tal grado que éste se revela constituido en relación genética, no de estructuras, formas, generalidades o abstracciones, sino de singulares seres personales que, en inmanente complementariedad intrínseca, se erigen en único Sujeto Absoluto.
Al hablar del concepto “absoluto”, F. Rielo hace distinción entre dos verbos o sustantivos: absolutizar o absolutización y absolutivar o absolutivación. Toda absolutización, resultado de la tendencia tautologizante de la inteligencia humana, es un constructo identitático, un éidolon, un ídolo o simulacro, que, separado de la realidad del único Absoluto singular, tiene por seudorreferente un abstracto en el que se autoafirma el yo intelectual del ser humano. Esta autoafirmación identitática es degradación de la genética acción absolutivante de una inteligencia humana que, abierta a su Absoluto, puede construir con el Absoluto conceptos “bien formados”. Estos supuestos vienen confirmados por dos ejemplos: si nos referimos a la absolutización, la búsqueda de nuestra propia identidad “yo soy yo” nos conduce, haciendo de nuestro yo un seudoabsoluto cerrado, a la despersonalización; si nos referimos a la absolutivación, la búsqueda de algo + que yo conduce, por genética unión con el Absoluto, a nuestra mística personalidad. De aquí deduce Rielo que nuestra inteligencia es, supuesta la creación de ésta, mística u ontológica inteligencia de la divina o metafísica inteligencia. La razón es sencilla: la inteligencia humana, siendo imagen de la inteligencia divina, es un absolutivo del Absoluto. Para el Fundador de la Escuela Idente, lo Absoluto no es, como afirman algunos autores, una noción tautológica: “lo Absoluto es lo Absoluto”. La noción “bien formada” del Absoluto consiste –”elevado a absoluto” el concepto de relación, rota la identidad y excluido el campo fenomenológico– en un Sujeto Absoluto constituido: en el ámbito intelectual o dianoético, por dos y sólo dos seres personales en inmanente complementariedad intrínseca; en el ámbito revelado o hipernoético, por tres y sólo tres seres personales en inmanente complementariedad intrínseca.
Todos los sistemas filosóficos proceden por “elevación a absoluto”. Un caso que sirve de ejemplo explícito es el “yo” de Fitchte: el resultado de su elevación a absoluto es la tautologización “yo es yo”. Este hecho es consecuencia de un mal proceder, pues la “elevación a absoluto” debe ser también un concepto “bien formado”, en caso contrario, se incurre, según Rielo, en la oblicuidad o desviación propias de los absurdos ocasionados por el reduccionismo agenético de la abstracción de algo que parece servir de axioma o principio absoluto: un objeto material [agua, fuego, aire], un hecho de evidencia [movimiento, devenir], una acción totalizante [ser, pensar, existir, vivir], un concepto expresivo [idea, sustancia, yo, realidad]. Estos axiomas, fundantes de un supuesto sistema, necesariamente debían, con el objeto de cerrar el paso a una petitio principii, tautologizarse: agua es agua con la exclusión de la no-agua, ser es ser con la exclusión del no-ser, yo es yo con la exclusión del no-yo. La consecuencia de esta tautologización, resultado necesario de llevar a límite el proceder abstractivo, ha sido una constante insoslayable en todas las filosofías con vocación metafísica: rendir culto intelectual a un seudoprincipio de identidad que se transforma él mismo en su propia petitio principii.
No hay aproximación de la concepción zubiriana de la inteligencia sentiente con la forma genética de la intelección rieliana cuyo proceder es actuar por elevación de una noción a absoluto, en tal grado que no pueda haber otra que, superior a ésta, dé explicación de la realidad. Este actuar genético es una potestas intelligentiae que posee el hombre para justificar la unidad de sentido frente al caos de los datos de experiencia y para dar dirección y ordenamiento a su propio ser personal que, genéticamente abierto a la transcendencia de un Sujeto Absoluto de carácter singular, no puede, sin incurrir en profundas y múltiples “disgenesias del yo”, definirse “ser para sí”, ni “ser en sí”, ni “ser para el mundo”, ni “ser en el mundo”, o expresiones semejantes. [Cfr. La persona no es ser para sí ni para el mundo (1992)].




Pensamiento


En su estudio Tratamiento sicoético en la educación (1996), Ferando Rielo habla de estas disgenesias al concebir el ego como proyección en la sique de los estados “disgenésicos” del yo: a) de orden síquico, las relacionadas con la egofrenia, que es estado agresivo o depresivo reductor de la capacidad de amorosa donación al otro convirtiéndolo, mental y afectivamente, en el objeto de transferencia y proyección de las propias anomalías; b) de orden moral, las relacionadas con el egoísmo, que es estado de un individuo que, aunque capaz de algunos actos generosos, pone su yo como centro de interés en detrimento del otro; c) de orden ontológico, las relacionadas con la egolatría, que es estado agresivo o depresivo de un individuo que, centrando todo hacia sí, encuentra su razón de ser en el culto a su personalidad.
Fernando RieloToda la problemática que arroja la historia del pensamiento tiene, para Rielo, su origen en aquel proceder tautologizante que arroja el seudoprincipio de identidad inoculado en el tó ón ésti griego, en “el ser es” parmenídico, con el que se inicia una metafísica inmóvil, insustancial, estéril. La fruta prohibida, que saboreó con Parménides el absolutizante pensar filosófico de todos los sistemas del pensamiento, se pudrió en la fórmula “el ser es el ser y el no-ser es el no-ser” del seudoprincipio de identidad con sus carentes de sentido sintáctico, semántico y metafísico: sintáctico, porque el functor monádico [“es”], mutándose en una seudoestructura oracional, hace incapaz la comunicación de un supuesto lenguaje cuya lectura se reduzca a la identidad; semántico, porque, supuesta la destrucción sintáctica, toda fórmula identitática, portando la misma validez la afirmación que la negación, queda vacía de contenido; metafísico, porque la identidad, pretendiendo evitar la petitio principii, se transforma a sí misma en la propia petitio principii en tal grado que la identidad nunca puede alcanzar a su propia identidad.
Este seudoprincipio de identidad es un antivectorial que, carente de dirección y sentido, el Fundador de la Escuela Idente denomina: per degradationem libertatis, “pecado original de la religión”; per degradationem intelligentiae, “pecado original de la metafísica”. Si nos referimos al pecado original de la inteligencia, transmitido históricamente por la fórmula parmenídica, éste ha contaminado el episodio de la reflexión filosófica en tal grado que, a pesar de destacados intentos por arrojar de sí sus inevitables contradicciones y carencias de sentido, ninguna filosofía –incluso las de carácter dialéctico que creen rechazarlo– parece haberse librado de tal lacra identitática. Ésta es la razón por la que toda noción que, elevada a absoluto, ha intentado constituirse en fundamento interpretativo, ha quedado “mal formada” proporcionándonos una visión estrábica de la realidad. Y es que, cuando el actuar humano se produce en cohabitación con la identidad, ésta le inocula su propia disgenesia portadora de contravalores susceptibles de desarrollar diferentes males: el error, la deformación, la desunión, el desamor, el enfrentamiento, la decadencia, la destrucción… se activan o se solapan en toda afirmación identitática.
Este descalabro de la metafísica histórica anuncia, con la concepción genética del principio de relación de Fernando Rielo, una nueva forma de concebir la filosofía: el giro místico o teándrico de la ontología rieliana, con el supuesto de la concepción genética de su metafísica, frente a los tres paradigmas que, sucediéndose e interfiriéndose entre sí, han aportado, según él, una visión sesgada de la realidad: paradigma teocéntrico, donde destaca el panteos con negación del ser humano; paradigma antropocéntrico, donde domina el panántropos con negación de Dios; paradigma morfocéntrico, donde prevalece el panmorfos con negación de Dios y del ser humano.

El inquietum cor agustiniano no posee límite, por eso –si no quiere ir a la deriva– tiene necesidad de un referente transcendental que le defina y le convenza de qué estirpe es. Y es el reconocimiento de esta indigencia existencial lo que proporciona al ser humano el inicio de una visión “bien formada”. Esta visio formata puede hacerse con la concepción genética del principio de relación porque halla su poder fundante en ese mismo principio que transmite a la inteligencia aquella lectura genética que la inclina a actuar con las características propias que se dicen del vector: intensidad, dirección y sentido. Hay que precisar que el término “genético” es, en el pensamiento de F. Rielo, un concepto abierto que, significando “transmisión hereditaria de valores”, se refiere per communicationem et non per analogiam, no sólo al ámbito biológico, sino también, al sicológico, moral, ontológico, metafísico.

De este modo, si nos referimos al carácter ontológico del comportamiento genético, éste es el indicio evidente de que el ser humano es un absolutivo singular que, procediendo del Absoluto singular, recibe de éste el patrimonio genético que, formándole a su imagen y semejanza, da razón inconfundible de su origen y destino. La concepción genética del principio de relación tiene, entonces, dos ámbitos: general, de carácter racional; específico, de carácter revelado.