POESIA PALMERIANA

Los poetas somos como los leones, después de que nos disparen podemos lanzar nuestras garras. Página administrada por el poeta Ramón Palmeral, Alicante (España). Publicamos gratis portadas de los libros que nos envían. El mejor portal de poetas hispanoamericanos seleccionados. Ramón Palmeral poeta de Ciudad Real, nacido en Piedrabuena.
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La mayor satifacción que tengo al escribir es saber que alguien me lea cuando yo esté muerto.

lunes, 14 de octubre de 2024

"Biografía de Juan Benet" de José Benito Fernández. "El plural es una lata" Renacimiento

 

Verano en Madrid hacia 2024: Juan Benet

Manuel Rico se acerca a la biografía del narrador con una mirada compleja hacia el hombre (ingeniero y escritor) y a la realidad en que se desarrolló su obra literaria.
Benet cabecera
Detalle portada `El plural es una lata`'

Biografía | MANUEL RICO

Hay libros que marcan para siempre el tiempo en que los leemos. Recuerdo el remotísimo verano de 1980 y mi lectura de Miau, de Benito Pérez Galdós. O el de 1989, iluminado por la gozosa inmersión en una novela poco conocida de Manuel Vázquez Montalbán, Los alegres muchachos de Atzavara… O el de mi adolescencia en que descubrí la poesía de Juan Ramón y escribí, a su sombra, mis primeros poemas. Hubo otros veranos memorables a los que sumo el que finalizó hace menos de un mes.

El de 2024 ha sido para mí el verano Benet. Lentamente, pero con un interés que bordeaba el apasionamiento, he leído El plural es una lata, la biografía del autor de Volveras a Región escrita por J. Benito Fernández. Es un libro fascinante, que se lee de un tirón, en el que se reconstruye, sobre todo, el mosaico de una determinada España en un período que va de finales de los años cuarenta hasta la década última del siglo. Y en ese mosaico, Juan Benet como personaje central viviendo la mutación.

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Es una biografía, como todas las anteriores suyas (Leopoldo María Panero, Rafael Sánchez Ferlosio, Eduardo Haro Ibars…), rigurosa, prolija en datos, fechas y precisiones de todo orden, incluso urbanísticas, en la que combina dos planos de la existencia de Benet profundamente interrelacionados, pero con vidas y personajes separados: de una parte, su peripecia como ingeniero, incluso como responsable de obras determinantes de nuestro actual sistema hidráulico, y de otra, su labor como escritor y, hasta cierto punto, como teórico de la narrativa no solo española. Benet era, así, un personaje de doble vida, de doble mundo de relaciones, realidades que no siempre se entrecruzan pero que sí condicionan su biografía. Esas dos realidades vitales las afronta Benito Fernández con una enorme sensibilidad para que una no ahogue a la otra y, a la vez, para destacar cuál fue la esencial para él. La literatura desde una perspectiva inevitablemente marcada por su fuerte personalidad como exponente de primer orden en la renovación de la narrativa española a finales de los años 60: una visión de acusada originalidad, fuertemente singular, deudora de Faulkner (en cuya estela se acomodó de modo casi obsesivo), nada proclive a dar facilidades al lector para adentrarse en sus libros, gran parte de ellos de muy trabajosa lectura, y desdeñosa de lo que llamaba "costumbrismo". Con cierta vehemencia, por cierto: para Benet, en ese calificativo cabía casi todo: desde la tradición realista que, en España, viene del XIX y tiene como principal exponente a Galdós, hasta Tiempo de silencio, pasando por buena parte de los autores del boom latinoamericano o por el Ulyses de Joyce. Por cierto, con Luis Martín Santos, mantuvo una extraña relación de atracción y rechazo, de amistad y desencuentro, en la que no cabe desechar un trasfondo de celos artísticos o un poso soterrado de envidia literaria vinculada al general reconocimiento, de crítica y ventas, que tuvo Tiempo de silencio. 

El biógrafo es  riguroso en la objetividad. Aunque en ocasiones se filtra cierta simpatía, esta nunca está reñida con el distanciamiento que requiere todo empeño biográfico. La virtud que tiene El plural es una lata, entre otras muchas, es que la acumulación de detalles, de anécdotas, de testimonios que pueblan sus páginas dibuja una personalidad de biografía poliédrica aunque en el poliedro haya caras más destacadas que otras. Y, en contra de la opinión crítica expresada en algún que otro foro, permite al lector construir una imagen del biografiado muy precisa, hasta el punto de que el conjunto es una suerte de “materia viva” con capacidad de generar empatía con el biografiado en unos casos, distanciamiento en otros y una suerte de antipatía quizá en los menos. Benet fue, sin duda, un ser singular, con una clara vocación protagónica y con capacidad para incomodar incluso a amigos y conocidos como Jaime Salinas por sus provocaciones, salidas imprevistas, desdenes varios y bromas de mal gusto incluidas.

Benito Fernández
Benito Fernández, autor de El plural es una lata

Desfilan ante el lector el círculo de Benet, los amigos próximos, discípulos en la mayor parte de los casos, desde Antonio Martínez Sarrión, el Moderno, hasta un Javier Marías cauto y devoto, se manifiestan los excesos ególatras y la autosuficiencia; se destila una suerte de complejo de superioridad del maestro, un rasgo seguramente acuñado en su condición de ingeniero, una profesión y una titulación universitaria que en aquellos años establecía un sello de clase (hoy también, en parte al menos), y se advierte la presencia y “subordinación” acrítica del círculo literario más íntimo, que muestra una suerte de distancia cualitativa respecto al mundo literario que, en cierto modo, fue “heredada” del propio  Benet por los que podríamos definir como integrantes de la “estela benetiana”. En sus presencias y actitudes se revela un poso de conciencia de “elegidos”, una versión literaria de lo aristocrático y exclusivo.  

Sus vínculos con la casa de Zarzalejo, en las afueras de Madrid, desde el proceso de construcción hasta la invitación a amigos (la nómina de visitas a Zarzalejo es un termómetro de las simpatías y antipatías de Benet), el papel simbólico del chalet de El Viso que fue su domicilio, su relación con los asentamientos obreros en las proximidades de las presas y embalses cuya construcción dirigía como ingeniero, la pasión benetiana por los viajes de interior por la España menos conocida o su  devoción por las estrategias militares, que trasladó a sus marinas sobre batallas navales (fue pintor ocasional) o a su, a mi juicio, obra más ambiciosa, Herrumbrosas lanzas…

Fernández aborda, también, con detalle y, a la vez, con una gran capacidad para contagiarnos del clima epocal de una familia de la media burguesía madrileña, la cotidianidad más personal del biografiado: bodas, bautizos, encuentros familiares, etc… Su meticuloso acercamiento a esos mundos (que van de la referencia a las notas colegiales de Benet hasta la ubicación urbana de determinadas celebraciones) construye un ecosistema cerrado que en algunos momentos de la lectura me ha recordado al “cogollito” con que el novelista Manuel Longares califica, en su libro esencial, Romanticismo, el corazón del barrio de Salamanca en los años del franquismo residual y del comienzo de la transición política.

Su silencioso desdén hacia la poesía, interrumpido con alguna estridencia contra los poetas pese a escribir y publicar algunos poemas en prestigiosas revistas de la época como La Ilustración poética española e iberoamericana, llama también la atención: Fernández reproduce las siguientes palabras de Sarrión en su libro Esquirlas: “no tenía en mucho a los poetas del verso. Le parecían venales y veleidosos, ombliguistas, mal educados, sin musculatura intelectual, poco de fiar”. Salvo las referencias, numerosas, a sus amigos novísimos (Azúa, Martínez Sarrión, Molina Foix, Gimferrer), a poetas coetáneos del 50 (Gil de Biedma, Caballero Bonald, Valente, González) y a Blanca Andreu, el género es eludido tanto en su mundo de relaciones como en el prolijo universo de lecturas que nos ofrece el biógrafo.    

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Las contradicciones en que Benet incurre no dejan de llamar la atención del lector. Algunos ejemplos: su habitual queja respecto a la precariedad de su economía contrasta con costumbres nada baratas para el ciudadano medio (y para el escritor medio) como cenar todos los días fuera de casa, en restaurantes nada económicos, por cierto, o con su pasión por coches o motos de sofisticadas y poco accesibles marcas o el alto nivel de vida para la época que el relato de Benito Fernández pone de manifiesto. En otros campos incurre también en esas fallas: llama la atención, por ejemplo, su apasionada postura anti OTAN y su ulterior defensa pública del SÍ, o su abstención en el referéndum constitucional o su defensa vehemente de la aplicación del Gulag a Solzhenitsyn y de los campos de concentración de la URSS y del estalinismo. O, en el campo literario, su presentación al premio Planeta pese a vanagloriarse de ser un autor de ventas limitadas y propenso al hermetismo y a la morosidad narrativa. Había mucho de pose, de voluntad de epatar, de búsqueda del desconcierto del interlocutor, de la frivolidad de quien ocupa un lugar destacado en el mundo cultural.

Por último, es de señalar la aportación que al conocimiento de la psicología de Benet, a sus indecisiones y volubilidades y cambios, aporta el biógrafo respecto a su vida sentimental, marcada por el drama del suicidio de Nuria Jordana, o por los vaivenes de una vida amorosa llena de dudas, arrepentimientos, debilidades y certezas: la que compartió con Rosa Regás primero y con Blanca Andreu después.

El plural es una lata es un libro que deja pocos vacíos para otros posibles acercamientos biográficos a la vida de Juan Benet por su ambicioso planeamiento, por el meticuloso acarreo documental y testimonial y por el solvente equilibrio narrativo entre los dos universos que cimentan su vida. Sin duda, uno de los libros del año.  


El plral es una lata. Biografía de Juan Benet. J. FERNÁNDEZ BENÍTEZ.  Renacimiento. Sevilla, 2024. COMPRA ONLINE  


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MANUEL RICO. Escritor y crítico literario

La editorial Planeta cumle 75 años. José Manuel Lara un genio de los libros

 

José Manuel Lara Hernández, el editor que se escribía con sus autores

El fundador de Planeta mantuvo correspondencia con numerosos escritores

Pío Baroja con José Manuel Lara Hernández y María Teresa Bosch
Pío Baroja con José Manuel Lara Hernández y María Teresa BoschPlaneta

El 15 de febrero de 1953, Carmen Laforet sabía que debía dejar Destino, el sello donde se había dado a conocer con «Nada», por Planeta. Buscaba más difusión para su obra y, a la par, un mejor resultado económico para su trabajo. «Desde luego que cuando escriba mi próxima novela puede usted contar con que si las condiciones de Destino se superan por todos conceptos, la novela será suya; y le doy las gracias por su cariñoso interés que de veras me conmueve», apuntaba Laforet. La autora fichó por Editorial Planeta y recogió en un volumen, en este mismo sello, su obra completa literaria.

Probablemente una de las mejores maneras de conocer la labor tanto de José Manuel Lara Hernández como de Editorial Planeta en sus primeros años sean precisamente esas cartas, tanto las enviadas como las recibidas por el editor, un buen ejemplo de la labor llevada a cabo en el mundo de la letra impresa, aunque a veces no prosperarán los proyectos. En este sentido, Lara trató de fichar para Planeta al historiador y académico Melchor Fernández Almagro con el objetivo de que escribiera una biografía de Ramón María del Valle-Inclán.

En los archivos de la Real Academia de la Lengua Española, en Madrid, en los fondos de Fernández Almagro, se conservan las cartas que el editor envió a quien quiso convertir en uno de los miembros de su catálogo. El historiador había publicado en 1943, en Editora Nacional, su «Vida y literatura de Valle-Inclán», pero en 1961 quería rehacer el libro. El 21 de octubre de ese año, el editor de Planeta le escribía que «he leído su biografía de Valle-Inclán y, desde luego, es estupenda. De todas maneras pienso publicarla: ahora bien, yo le quedaría sumamente agradecido si usted pudiera ampliarla en 50 a 100 páginas, porque ahora en la colección donde ahora irá publicada resultaría muy pequeña. La ampliación, a ser posible, convendría que fuese sobre la persona de Valle-Inclán en vez de su obra literaria».

La correspondencia con Melchor Fernández Almagro resulta interesante porque podemos conocer de primera mano cómo era Lara Hernández negociando con sus autores. El académico un 20 por ciento por los derechos de su ensayo sobre el autor de «Luces de bohemia», pero Lara le propuso en dos cartas una contraoferta: «¿No hay forma de que en lugar de pagarle el 20 %, con lo cual me vería obligado a poner el libro a un precio muy caro, se aviniese usted a firmar el contrato con el 15%, pagándole una cantidad de cierta importancia como anticipo del 15%? Si usted accede a ello, para mí sería una verdadera satisfacción; si no conforme con pagarle el 20%, pues me interesa muchísimo publicar, en mi colección de biografías la de Valle-Inclán una vez alargada». Fernández Almagro no acabó el libro.

Manuel del Arco fue un gran entrevistador y caricaturista que tuvo una buena amistad con Lara Hernández. Sus entrevistas con los ganadores del Planeta son míticas. Cuando en 1971, Del Arco falleció, el editor puso en marcha el proyecto de un libro homenaje y que cuyos beneficios irían a la familia del desaparecido creador. El editor se escribió con todo el mundo para pedir que fueran suscriptores del volumen. Desde Los Ángeles, por ejemplo, Ramón J. Sender enviaba carta en la que decía «desde luego, puede contar conmigo como uno de los compradores del libro de Del Arco, que fue mi paisano y mi amigo. La noticia de su muerte me sorprendió y me dolió mucho». Sender añadía, a la manera de postdata, que «compraré dos ejemplares, uno para mí y otro para la biblioteca de mi universidad. Así, pues, mi suscripción es por 4.000 ptas.».

Camilo José Cela también le comunicaba a Lara que se unía a la iniciativa: «Claro que quiero el ej, que me ofreces de Del Arco». Por su parte, Miguel Delibes apuntaba que «tratándose de un homenaje a Manolo del Arco y de una ayuda a su mujer puedes contar conmigo para adquirir el libro de que me hablas».

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Planeta: La histórica editorial cumple 75 años

A las puertas de la concesión el próximo martes del Premio Planeta, el sello celebra tres cuartos de siglo en funcionamiento siendo una de las piezas fundamentales del grupo editorial homónimo

José Manuel Lara Hernández en la reunión del jurado del primer Premio Planeta
José Manuel Lara Hernández en la reunión del jurado del primer Premio PlanetaPlaneta

Decía José Manuel Lara Hernández, un empresario procedente de El Pedroso, un pueblo de la provincia de Sevilla donde había nacido en 1914, que lo más grande que podía imaginar para bautizar una empresa era algo que se llamara Planeta. Ese es el nombre que escogió para el sello que fundó en Barcelona hace 75 años y que cambió el mundo de la edición en nuestro país para siempre. Con el apoyo de su esposa María Teresa Bosch, primera lectora y consejera sobre los muchos, muchísimos manuscritos que llegaron a las oficinas de la inicial Editorial Planeta, en la calle Pérez Cabrero, Lara Hernández puso las bases de lo que hoy es el gigante de la edición.

La editorial inicia su andadura en plena posguerra, en un momento en el que la capital catalana empieza a ser el hogar natural de algunos de los principales sellos que nacen en ese tiempo, algunos de ellos de vida breve mientras que otros prolongarán su presencia en el tiempo. Lara Hernández, quien hasta dedicarse a la edición había sido mecánico, vendedor de galletas o bailarín en la compañía de Celia Gámez en la revista «Los muchachos del Savoy», había probado suerte con antelación en el mundo de la letra impresa tras comprarle a Félix Ros la Editorial Tartesos por 100.000 pesetas y que, en manos del andaluz, pasó a ser Editorial Lara, aunque las cosas no salieron como se esperaba y fue adquirida por Janés, es decir, la competencia.

Soledad Puértolas y Fernando Lara
Soledad Puértolas y Fernando Lara Planeta

Con un capital inferior a 100.000 pesetas arrancó su andadura Planeta. El propio Lara Hernández explicaría a José Martí Gómez y Josep Ramoneda que el punto de partida fue una condición: «Para montar una editorial lo primero que hay que hacer es no tener dinero». El editor consideraba que de esta manera se evitaba la publicación de libros malos. Todo ello lo ejemplificaba con lo ocurrido con el estreno de la editorial Planeta en las librerías: «Mientras la ciudad duerme», del estadounidense Frank Yerby.«Este libro vino a España con el título de “Débil es la carne” en la época en la que no se encontraba carne en los mercados y no sé si la gente se lo tomó como una ofensa, pero el caso es que no se vendió ni un solo ejemplar. Cuando leí la obra me di cuenta que era muy importante, compré los derechos, le cambié el título y se llevan vendidos más de un millón de ejemplares», apuntó en la citada entrevista aparecida en la revista «Por Favor» en octubre de 1976.

Los primeros años del sello son una apuesta por la literatura extranjera, especialmente algunos de los nombres del momento de la narrativa estadounidense, como lo prueba la presencia de títulos como «Caballero sin espada» de Lewis R. Foster; «Esta es mi cosecha», de Lee Atkins; «Nina», de Susana March, o «La última esperanza», de Mildred Masterson McNeilly. Sin embargo, había en esa primera Editorial Planeta una asignatura pendiente y eran los autores españoles. Para poder encontrar nuevas voces, además de impulsar otras de creadores más veteranos, en 1954 nació el Premio Planeta. La primera edición del galardón, con una dotación inicial de 40.000 pesetas, se celebró el 12 de octubre con una velada en el Restaurante Lhardy de Madrid con un jurado formado por Bartolomé Soler como presidente, César González Ruano; Tristán La Rosa; Pedro de Lorenzo; Romero de Tejada; el mismo José Manuel Lara y Gregorio del Toro en calidad de secretario. Se presentaron 247 obras originales y resultó ganador Juan José Mira con la novela «En la noche no hay caminos» que llegó a las librerías al año siguiente con una primera edición de 5.000 ejemplares. El finalista fue Severiano Fernández Nicolás con «Tierra de promisión».

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"Los libro son como pastillas de jabón una vez que lo usas ya no los vuelves a ver" (Ramón Palmeral)

viernes, 11 de octubre de 2024

"Oda al pan" Pablo Neruda 1954. pan de tres elementos: Harina, agua y fuego

 

             ("Pan y tomate" Óleo de Palmeral, 2015, 30 x 40 cm sobre contrachapado)
 

 

 

Oda al Pan

PAN

con harina, agua y fuego te levantas,
espeso y leve, recostado y redondo,
repites el vientre de la madre,
equinoccial germinación terrestre.

Pan,
qué fácil y qué profundo eres:
en la bandeja blanca de la panadería
se alargan tus hileras como utensilios,
platos o papeles,
y de pronto, la ola de la vida,
la conjunción del germen y del fuego,
creces, creces de pronto
como cintura, boca, senos,
colinas de la tierra, vidas.
Sube el calor, te inunda la plenitud,
el viento de la fecundidad,
y entonces se inmoviliza tu color de oro,
y cuando se preñaron
tus pequeños vientres.
La cicatriz morena
dejó su quemadura
en todo su dorado
sistema de hemisferios.

Ahora, intacto,
eres acción de hombre,
milagro repetido, voluntad de la vida.
Oh pan de cada boca,
no te imploraremos,
los hombres no somos mendigos
de vagos dioses o de ángeles oscuros:
del mar y de la tierra haremos pan,
plantaremos de trigo,
la tierra y los planetas,
el pan de cada boca, de cada hombre,
En cada día llegará porque fuimos
a sembrarlo y a hacerlo.
No para un hombre sino para todos.
El pan, el pan para todos los pueblos.
Y con él lo que tiene
forma y sabor de pan repartiremos:
la tierra, la belleza, el amor.
Todo eso tiene sabor de pan,
forma de pan, germinación de harina.
Todo nació para ser compartido,
para ser entregado, para multiplicarse.

Pablo Neruda 1954 (Las odas elementales)

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                                       CARACTER SAGRADO PAN

El carácter divino del pan ha estado presente a lo largo de la historia en diversas culturas, donde su valor simbólico y ritual lo ha vinculado con lo sagrado. En la tradición griega, el pan era más que un alimento: se consideraba un regalo de los dioses, especialmente de Deméter, diosa de la agricultura y las cosechas. Este carácter divino del pan se reflejaba en su uso en ceremonias religiosas y en su mención en textos de grandes pensadores como Homero, Platón, Aristófanes y Ateneo. Para los griegos, el pan ácimo (sin fermentar) era un manjar ritual, reflejando la idea de pureza y simplicidad.

El simbolismo del pan como alimento sagrado también se trasladó al cristianismo a través de la Eucaristía. En esta tradición, el pan se convierte en el cuerpo de Cristo, en un acto que representa la unión espiritual y la redención. A lo largo de los siglos, la Eucaristía se consolidó como uno de los ritos más importantes del cristianismo, y el pan, como elemento central de este ritual, adquirió un significado trascendental: al consumir el pan eucarístico, los fieles no solo participan en un acto conmemorativo, sino en la comunión directa con lo divino.

En el cristianismo primitivo, el uso del pan sin fermentar, o ácimo, en la Eucaristía reflejaba el legado de las tradiciones judías, como el pan sin levadura que consumían en la Pascua. Este simbolismo fue evolucionando y, al igual que en la antigua Grecia, el pan pasó a ser no solo un símbolo de sustento físico, sino de alimento espiritual y comunión.

La relación del pan con lo sagrado no se limita al ámbito grecorromano o cristiano. En muchas otras culturas, el pan ha sido un símbolo de vida, prosperidad y bendición. Esto subraya su profundo arraigo en las creencias humanas y su capacidad para trascender las funciones básicas de la alimentación.

La "torta de Corcelles", conservada en Suiza y datada en el año 2800 a.C., es un recordatorio de cómo el pan ha estado presente en la humanidad desde tiempos remotos. El hecho de que esta torta haya sido preservada durante milenios muestra no solo la importancia alimenticia del pan, sino su relevancia cultural e histórica. Así, desde la antigüedad hasta nuestros días, el pan ha sido visto no solo como un alimento esencial, sino como un símbolo de la conexión entre lo humano y lo divino.

En resumen, el pan ha recorrido un largo trayecto desde ser considerado un alimento ritual de origen divino en Egipto, en la Grecia antigua, pasando por su papel esencial en la Eucaristía cristiana, hasta convertirse en un símbolo universal de sustento y comunión. Su mención en textos de poetas y filósofos griegos, como Homero, Platón o Aristófanes, evidencia su relevancia no solo en la vida cotidiana, sino también en la filosofía y la religión de diversas culturas.

Ramón Palmeral, 2915

 

miércoles, 25 de septiembre de 2024

MI SANGRE ES UN CAMINO de Miguel Hernández

 

MI SANGRE ES UN CAMINO de Miguel Hernández. 

Me empuja a martillazos y a mordiscos,
me tira con bramidos y cordeles
del corazón, del pie, de los orígenes,
me clava en la garganta garfios dulces,
erizo entre mis dedos y mis ojos,
enloquece mis uñas y mis párpados,
rodea mis palabras y mi alcoba
de hornos y herrerías,
la dirección altera de mi lengua,
y sembrando de cera su camino
hace que caiga torpe y derretida.

Mujer, mira una sangre,
mira una blusa de azafrán en celo,
mira un capote líquido ciñéndose a mis huesos
como descomunales serpientes que me oprimen
acarreando angustia por mis venas.

Mira una fuente alzada de amorosos collares
y cencerros de voz atribulada
temblando de impaciencia por ocupar tu cuello,
un dictamen feroz, una sentencia,
una exigencia, una dolencia, un río
que por manifestarse se da contra las piedras,
y penden para siempre de mis
relicarios de carne desgarrada.

Mírala con sus chivos y sus toros suicidas
corneando cabestros y montañas,
rompiéndose los cuernos a topazos,
mordiéndose de rabia las orejas,
buscándose la muerte de la frente a la cola.

Manejando mi sangre enarbolando
revoluciones de carbón y yodo
agrupado hasta hacerse corazón,
herramientas de muerte, rayos, hachas,
y barrancos de espuma sin apoyo,
ando pidiendo un cuerpo que manchar.

Hazte cargo, hazte cargo
de una ganadería de alacranes
tan rencorosamente enamorados,
de un castigo infinito que me parió y me agobia
como un jornal cobrado en triste plomo.

La puerta de mi sangre está en la esquina
del hacha y de la piedra,
pero en ti está la entrada irremediable.

Necesito extender este imperioso reino,
prolongar a mis padres hasta la eternidad,
y tiendo hacia ti un puente de arqueados corazones
que ya se corrompieron y que aún laten.

No me pongas obstáculos que tengo que salvar,
no me siembres de cárceles,
no bastan cerraduras ni cementos,
no, a encadenar mi sangre de alquitrán inflamado
capaz de despertar calentura en la nieve.

¡Ay qué ganas de amarte contra un árbol,
ay qué afán de trillarte en una era,
ay qué dolor de verte por la espalda
y no verte la espalda contra el mundo!

Mi sangre es un camino ante el crepúsculo
de apasionado barro y charcos vaporosos
que tiene que acabar en tus entrañas,
un depósito mágico de anillos
que ajustar a tu sangre,
un sembrado de lunas eclipsadas
que han de aumentar sus calabazas íntimas,
ahogadas en un vino con canas en los labios,
al pie de tu cintura al fin sonora.

Guárdame de sus sombras que graznan fatalmente
girando en torno mío a picotazos,
girasoles de cuervos borrascosos.
No me consientas ir de sangre en sangre
como una bala loca,
no me dejes tronar solo y tendido.

Pólvora venenosa propagada,
ornado por los ojos de tristes pirotecnias,
panal horriblemente acribillado
con un mínimo rayo doliendo en cada poro,
gremio fosforescente de acechantes tarántulas
no me consientas ser. Atiende, atiende
a mi desesperado sonreír,
donde muerdo la hiel por sus raíces
por las lluviosas penas recorrido.
Recibe esta fortuna sedienta de tu boca
que para ti heredé de tanto padre.

domingo, 15 de septiembre de 2024

LOS ANÓNIMOS SOCIALES

 

LOS ANÓNIMOS SOCIALES

 

Por Ramón Fernández Palmeral

 

     Los anónimos sociales somos esa gente que cogemos el virus coronado y no salimos en los periódicos y, por el contrario, en cuanto un famoso estornuda ¡Jesús!, que por cierto, ya no se dice, sale en la prensa nacional. Los anónimos no contamos en ninguna parte, somos números,  personas que no cuentan: anónimos sociales. Otros son los mendigos de la sociedad, los que viven en chabolas, que los hay en España más de lo que aparecen en prensa o tv. Pero en este artículo no me refiero a los mendigos económicos, sino a los mendigos de sí mismos, ese tipo de personas que no tienen amigos, ni están en asociaciones, ni se relacionan con nadie, se meten en su cuarto y viven una vida virtual con internet, anónima, son los que denomino «a-exitosos» (que no buscan éxito ni reconocimientos) sino sobrevivir con lo mínimo, con el paro acumulado, mantienen el celibato civil y no tienen hijos, y se conforman con tener lo mínimo y gastar la mínimo. Tener suficiente les basta. Lo que lleva a una forma de «budismo occidental»; es decir, a no aportar nada a la sociedad sino practicando la vida contemplativa o monástica.

    Bien, pues después de esta forzosa cuarentena por el coronavirus, este tipo de personas aisladas del mundo van a abundar como estrellas en la noche. Y es que ni los novios ni las parejas se besan hoy día ni siquiera en las noches de luna. Los besos los ha prohibido el gobierno, bonito título para un poema o un relato. Pienso que estos anónimos sociales se anticipan a este desastre económico y social que se avecina, en cuanto se levante la cuarentena por el estado de Arma decretado por el gobierno, en bien de la salud pública.

     Entre estos anónimos sociales se encuentran también las víctimas, no me refiero a las víctimas de un crimen o de un atentado, sino a aquellas personas que viven en el núcleo familiar o laboral que han de hacer lo que no quieren o no les gusta, son las personas manipuladas, los obligados a llevar la vida que no desean y no pueden escapar de ese mandato. Uno ha de partir de la idea que tanto la libertad como la felicidad están en uno mismo, dentro de nuestra propia voluntad de decidir. Hay quienes saltan de su silla ante una voz imperativa del propio nombre. Esa llamada que les hace vibrar bien sea de los padres, jefes o pareja, o de tu acreedor. Es la voz de tu nombre el que te alerta como si fuera una llamada telefónica imprevista, o la llamada temerosa de una mala noticia que esperabas.

     Estas personas se van anulando poco a poco, pierden la objetividad de la realidad, el equilibrio entre lo normal y lo excesivamente comparado o comparativo, con situaciones de verdadera alerta o alarmas silenciosas. De momento hemos de partir de que nada es terrible, nada debe ser llevado a los extremos, todo tiene solución cuando se comparte con otras personas. La situación de confinamiento en que vivimos actualmente tendrá consecuencias X, pero las tendrá.

      A veces, uno ha de empezar por lo más simple que es decir «no», con esta negativa estamos dando grandes pasos ante la manipulación o el control, porque rebelarse, aunque sea por asuntos mínimos en un fortalecimiento en el carácter, y los amigos o adversarios aprenderán a que no te dejarás manipular, o que has cambiado de aptitud sumisa a la de combate. Por lo general, el abuso viene sobre las personas que se muestras receptiva a aceptarlo todo. En el caso de las mujeres, parece como si fueran más dadas al sacrificio y al soportar situaciones de estrés. Y en un matrimonio con hijos, son estos los que más atan. Pero no hay que ser drásticos, sino que uno ha de educar al otro, poco a poco, sutilmente. Si no puede cambiar al otro, sí puede cambiar tú, respecto al otro.

      Por lo general se utilizan varias armas contra las víctimas como es la culpa. Un arma eficaz consiste en la que la otra persona se sienta culpable de algo. Es uno de los mecanismos más usados. Pero contra el sentimiento de culpa existe el mecanismo de ignorarla, rechazarla, que esa culpa pase de largo. Uno se ha de salir de la trayectoria de la culpa. Si te anulas he haces anónimo y eso, a mí personalmente no me gusta. El lector, tú amigo que me lees en el silencio, sabes que tengo razón. Y no es «la razón de las sin razón que a mi razón se hace…» quijotesca empresa matando a gigantes invisibles que estaban en su cabeza delirante.

      Yo me sentía culpable de un suceso, de una culpa colectiva, de que todos, los integrantes del equipo social habíamos metido la pata extrema: la de palo. De momento asumimos la culpa, y la autoridad del jefe se relajó, el tanque dejó de atacarnos, entonces fue la ocasión de dar explicaciones, y cuando la dimos, se trataba de un problema general, ninguno de los otros equipos lo pudieron superar. Por ello, luego recibimos excusas, y todos, quedaremos más o menos contentos.

      Uno se ha de acostumbrar a que las cosas nos pueden salir mal, enrevesadas o turbias. Exigirse perfección y que todo salga bien supone que la frustración del error o del suspenso es mucho más grave. El alumno que nunca suspende, y suspende una vez se sentirá muy culpable de su suspenso; en cambio, el alumno que suspende con regularidad se va acostumbrado a que esa es la tónica del curso, y ante un suspenso más o menos, no se sentirá tan culpable. 

      La felicidad que tenemos se ve en el reflejo de los ojos de los pájaros, se ve en la alegría de la espuma de los mares y de las fuentes, el pan futuro se percibe en el corazón de las nubes, y la tristeza del mundo se observa en el color del hígado de los pollos sacrificados. Todo es superstición, dice la gente, pero los antiguos supervivientes de mi aldea de El Acebuchal (Acebumeya en mi novela El cazador del arco iris), no llevaban reloj y sabían en cada momento (día o noche) la hora exacta que era. Y cuando levantaban una piedra podían hacer una lectura del pronóstico del tiempo según los insectos que había debajo. Tú piensas lo que quieras, pero mi tía abuela Wenceslá Acosta, llamada la Sabia, vivió 105 años.

   Alicante, 12 de abril de 2020

RECORDANDO A RICARDO BELLVESER EN ALICANTE

 

RECORDANDO A RICARDO BELLVESER EN ALICANTE

Ramón Fernández Palmeral

 

 

   Coincidí con Ricardo Bellveser en el Congreso Internacional “Vibraciones de  Juan Gil-Abert: la fascinación de la constancia” en Alicante cebrado los días 3,4 y 5 de abril de 2019, en el Instituto Alicantino de Cultura del mismo nombre. El viernes día 5 llegó Ricardo para dar su ponente sobre el poeta alcoyano. El relator de la presente crónica, asistí a su ponencia, aproveché para hacer in video que se encuentra en You Tube y unas fotografías.

  Durante su ponencia sobre su amistan con Juan Gil Albert en Valenciam compartiendo mesa con Claudia Simón (sobrina de Juan Gil-Albert) y con escritor Pedro J. de  la Pelaña. Al terminar su ponencia me presenté a él, ya que tenía referencias suyas por su libro Un siglo de poesía Valencia, Prometeo 1975. Como era el último ponente de la mañana llegó la hora de comer en el restaurante Tapanot de la plaza Gareuil Miró.  Desde el Instituto Juan Gil-Albert hasta el citado restaurante fuimos andando y conversando, a este grupo se nos unió el crítico y escritor madrileño Pedro García Cueto, especialista entre otros poeta de Francisco Brines.

   La comida estaba organizada la Comisión del Congreso. Entre otros asistentes estaba el José Ferrándiz Lozano, organizador y director del Instituto y un cuyo de congresista de una diez personas compartiendo una larga mesa. Ricardo y yo coincidimos juntos y tuvimos tiempo de hablar de temas culturales. Recuerdo que otro de los temas que abordé fue el del nombre de nuestra comunidad que se podía llamar levantina en lugar de Valenciana, para las tres provincias. Sería como si Andalucía se llamara Sevillana. Pero tras unas sonrisas no insistí más.

   Hablamos de Francisco Brines, que como presidente del Congreso no asistió, excusándose de que se encontraba enfermo, lo cual era cierto, ya llevaba tiempo enfermo, de hecho falleció unos amos después el 20 de mayo de 2021. Francisco Brines fue amigo personal de Juan Gil Albert, de hecho yo lo conocí por primera vez en 2004 que el primer congreso que se le dedicó al poeta alcoyano en la CAM de Alicante titulado: “La memoria y el mito”.

   Quien sí, asistieron al congreso fueron los poetas Jaime Siles, Guillermo Carnero,  Luis Antonio de Villena, Pedro J. de la Peña, y críticos como Juan Cano Ballesta, José Carlos Rovira, Eva Valero y Mari Paz…que recuerde.

   Durante la comida, me dijo Bellveser le habían nombrado miembro del jurado de los Premios de la Crítica Literaria Andaluza y de los Premios de la Crítica de Castilla y León. Yo sabía que Ricardo Bellveser fue director de la y miembro del Consell Valencià de Cultura (CVC), pero de eso no hablamos.

   Ricardo Bellveser contagiaba ese entusiasmo que tenía por naturaleza una simpatía cautivadora. Le conocí poco, me hubiera gustado hablar más con él para aprender, era un magisterio de sabiduría pero las distancias entre Alicante y Valencia lo impedían. Un año después, a través del Ateneo le envié mi libro Miguel Hernández, el poeta del pueblo (Biografía en 40 artículos); pero ya estaba enfermo y no subimos tiempo de hablar.

Pese a su vasta cultura no fue una persona dogmática. Hasta el final de sus días ha estado dispuesto a escuchar y a ponerse en riesgo de ser convencido, seguramente como fruto de su curiosidad infinita.  Cuando nos despedimos que di mi tarjeta de visitas.

Ricardo fue gran admirador de los grandes (Wilde, Proust, QuevedoBorges o Cavafis), ayudó a desempolvar a autores como Max Aub o Juan Gil-Albert cuya Institució Alfons El Magnànim, se publicaron varias obras del poeta alcoyano, como Concierto en "mi" menor; La trama inextricable; Memorabilia (1934-1939). En 1982.

    Los grandes hombres no mueren, siempre nos queda su recuerdo, que es lo nunca se olvida y los mantenemos vivo a través de la memoria.

 

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Datos del Autor:

Alicante, 8 de marzo de 2022

 

Autor: Ramón Fernández Palmeral

sábado, 14 de septiembre de 2024

La odisea de los escritores noveles: la fama como requisito para vender una novela

 


La odisea de los escritores noveles: la fama como requisito para vender una novela

 Por Ramón Palmeral

 (escritor novel con las de 50 libros publicados y de larga experiencia)

¿Por qué razón tengo yo que leerte un tocho novela de un novel, con una portada atractiva si no me interesa lo que me cuente?

El camino para los escritores noveles es una verdadera odisea, llena de obstáculos, ilusiones y decepciones. Muchos de ellos, al comenzar sus trayectorias, sueñan con ver sus nombres en las estanterías de las librerías, sus novelas comentadas en suplementos literarios, o incluso adaptadas al cine o la televisión. Sin embargo, el panorama editorial actual puede ser cruel, especialmente para quienes carecen de renombre. Vender una novela no es solo cuestión de talento literario, sino de visibilidad, y para muchos escritores, la fama o el reconocimiento en círculos importantes parecen ser requisitos indispensables para destacar.

El peso de la fama en la industria literaria

Hoy en día, pareciera que ser un buen escritor no basta para vender libros. En un mundo saturado de información y productos culturales, el autor debe ser, en muchos casos, tan atractivo como su obra. Para los escritores noveles, esto representa un reto abrumador: ¿cómo destacar cuando el espacio mediático y editorial parece reservado para nombres consagrados o, peor aún, celebridades de otras esferas que deciden incursionar en la literatura? La narrativa que se ha impuesto en muchos sectores es que para vender una novela, o incluso para que una editorial apueste fuerte por ella, el autor debe contar con cierta fama previa o, al menos, con una plataforma desde la cual ser visible.

Este fenómeno responde en parte a la necesidad de las editoriales de asegurar ventas, lo que las lleva a buscar nombres que ya tengan cierto impacto mediático. Así, la lógica del mercado no está únicamente centrada en la calidad literaria, sino en la capacidad del autor para atraer la atención del público. Una figura famosa, ya sea un periodista con columna en un periódico nacional o un influencer de las redes sociales, tiene mayores probabilidades de publicar y vender su obra que un escritor talentoso pero desconocido.

Los premios literarios: ¿puerta de entrada o barrera de acceso?

Ganar un premio importante, como el Premio Planeta u otros galardones de prestigio, puede catapultar la carrera de un escritor. Estos premios no solo otorgan una considerable suma de dinero y un sello de calidad, sino que también generan una visibilidad mediática invaluable. Los autores galardonados entran automáticamente en el radar de las editoriales, críticos y lectores. Sin embargo, la competencia para estos premios es feroz y, en algunos casos, la selección de los ganadores también está influenciada por consideraciones comerciales o de reputación, lo que hace que los escritores noveles vean aún más lejana la posibilidad de ganarlos.

Para muchos, ganar un premio literario importante puede ser el único camino para darse a conocer, pero no es un sendero sencillo. Los certámenes menores, aunque útiles para iniciar, no siempre garantizan el salto a la fama, ya que sus ganadores rara vez reciben la atención mediática que los grandes galardones otorgan.

La importancia de una plataforma mediática

Tener una columna en un periódico nacional o formar parte de un medio de comunicación importante es una ventaja crucial. No solo otorga una plataforma desde la cual promover la obra, sino que facilita la creación de una relación de cercanía con los lectores. Esa exposición regular permite que el público y la crítica comiencen a identificar el nombre del autor, generando una empatía o curiosidad que, a la hora de publicar una novela, puede traducirse en ventas.

Los escritores noveles que no cuentan con este tipo de plataformas deben ingeniárselas para ganar visibilidad, ya sea a través de las redes sociales, eventos literarios o la autopublicación. Sin embargo, estas vías requieren no solo talento, sino también habilidades de marketing y una perseverancia enorme, ya que el reconocimiento masivo no llega de la noche a la mañana.

La empatía con los famosos

Existe una realidad inevitable en el mundo del consumo cultural: las personas tienden a sentirse más atraídas hacia lo que ya les resulta familiar. Este fenómeno, conocido como sesgo de familiaridad, juega un papel importante en la industria literaria. Cuando un lector ve el nombre de un autor famoso o conocido en la portada de un libro, es más probable que lo elija, incluso si no tiene claro de qué trata la novela. Hay una especie de empatía natural con los famosos, una curiosidad que impulsa a conocer más sobre sus pensamientos, su estilo de vida o sus ideas.

Esto pone a los escritores noveles en desventaja, ya que su anonimato les impide despertar ese tipo de interés inmediato. Para muchos lectores, arriesgarse con un autor desconocido puede ser visto como un gasto emocional y económico. Los escritores consagrados, o aquellos que han alcanzado la fama en otros campos, parten con una ventaja, ya que el público, de algún modo, ya siente que los "conoce".

La lucha por la visibilidad

A pesar de todos estos obstáculos, los escritores noveles siguen luchando por hacerse un lugar en la industria. Algunos optan por la autopublicación en Amazon o Círculo Rojo, lo que les da control sobre sus obras, pero los obliga a asumir todo el peso de la promoción. Otros buscan destacar en concursos de menor envergadura o recurren a las redes sociales para crear una comunidad de lectores. Sin embargo, queda claro que en el panorama actual, contar con una plataforma mediática o un reconocimiento previo facilita enormemente el camino hacia el éxito literario.

En conclusión, para un escritor novel, la fama o el reconocimiento, ya sea a través de premios importantes o de una presencia mediática fuerte, se ha convertido en una pieza clave en su odisea para vender novelas. El talento es imprescindible, pero no siempre suficiente. El desafío para estos escritores es doble: no solo deben escribir bien, sino también encontrar una manera de hacerse visibles en un mercado que, a menudo, parece favorecer a quienes ya tienen un nombre.

Lo mismo que he dicho de la novela vale para la poesía. Pero en fin la ilusión nunca se debe perder,  aunque hay que andar con los pies en la tierra.