Por lo general, el concepto de Arte se asocia a Belleza, parece como si todo
el Arte de la pintura, escultura, e incluso, de la poesía ha de ser bella o que
suene bien. En el Arte Contemporáneo los artistas no buscamos que el objeto
representado sea bello o agradable a la vista o al oído, sino, por el contrario,
se buscan emociones: rechazo, mal gusto, bodrio, arte povera o basura, otros
elementos que provoquen indignación (porque el ciudadano está indignado en los
tiempos que corren), porque en definitiva el arte contemporáneo, incluido la
poesía han de ser testimonios de los tiempos en que vive el poeta o el artista.
Por que el concepto de Arte Contemporáneo es provocación intencionada. Porque
el mundo real en que vivimos es una "mierda", por ello el artista ha
de reflejar la "mierda" de la que está rodeado: guerras, crisis, desempleo,
abusos de poder, corrupción...
La poesía contemporánea y actual
debe ser un elemento de comunicación, no de incomunicación. Por ello el hombre
de hoy, el contemporáneo, posee una información audiovisual, Internet, una
formación que antes no tenía. Los problemas, los sentimientos del hombre de hoy
(hombres y mujeres, por esto del lenguaje de la igualdad), contemporáneo son el
trabajo, el bienestar social, paro, el medio ambiente, el ocio, y el progreso,
la justicia y la democracia... Por ello la poesía ha o debe estar de acuerdo al
tiempo presente si queremos dejar constancia de nuestro paso por la vida en el
tiempo que hemos vivido. Quevedo, Lope
de Vega, Cervantes, Espronceda, Zorrilla, Bécquer, Rubén Darío, Juan Ramón
Jiménez, Miguel Hernández o Francisco Brines, han escrito la poesía de su
tiempo: Si el poeta de hoy no está en su tiempo y se retrotrae al, te estás
equivocando. Por ello el soneto rimado, la rima, y el metro y la musicalidad de
los poemas han quedado en deshuso, y en otro tiempo, y se busca el verso libre.
Lo importante no es la rima sino el ritmo de los versos. Aunque esto no quieres
decir que no se estudie la Métrica y se lea a los Clásicos.
Desde que Gutenberg inventó al imprenta la poesía de los juglares pasó
a los libros para que como dice Luicin quedar presa en las páginas.
Siglos después el poeta dejó de ser juglar para aprender a leer y escribir y
dejar su obra en el papel, hasta que llegada la II República y la guerra civil,
donde nace la poesía urgente y social para ser llevada al pueblo, lo que sería
la revolución socialista del arte: acercar el arte al pueblo. Cantar al pueblo,
de aquí nacen poetas como Miguel Henández, Pablo Neruda, García Lorca... con
poemas para ser cantados. Hasta que a finales de los años 60 nacen y crecen los
catautores Paco Ibáñez, Manuel Serrat, Adolfo Celdrán...
“Propósitos”, Virginia Del Río
Por Juan Zapato
Mientras se daba vigorosos pases con el cepillo pensaba en sus problemas. Esa mañana —como todas las demás— había discutido con su marido. Tenía que ser más firme, más fuerte.
“Debo dejar de ser tan frágil”, pensaba en esto cuando su cabeza se zafó del cuello, hizo una parábola en el aire y cayó —con un golpe sordo— sobre el tocador.
“Arnulfo”, le gritó a su marido.
Él suspiró fastidiado. Tomó la cabeza y la colocó en el cuerpo que, por cierto, aún sostenía el cepillo.
“También tengo que dejar de ser tan dependiente”, se dijo a sí misma mientras su marido le atornillaba la cabeza.
Virginia Del Río©
Algunas obras de Arco 2011, Madrid
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ME COMERÉ A MÍ MISMO (poesia de arte contemporándeo de Ramón "Palmeral")
ME COMERÉ A MIS MISMO *
Comerme a mí mismo a bocados de odio comido
y cocinado paladeado en busca, siempre,
de la sustancia o de la materia de los genes
ante la ausencia de toda esperanza
o porque nunca lloraré
o desconozco los motivos nobles para
llorar montañas de sangre.
Me comeré a mí mismo de un disparo de odio
con tal velocidad de fuga
de quien atrás se deja la sombra y los huesos
grises y apaleados, enrollado en el traje de serpiente
y los cascabeles venenosos y cobardes;
un día dije que sí cuando debí decir no,
silencio por un NOooo grande agujero negro.
Me comeré a mí mismo de un hachazo,
en la caja de los secreto del yo desconocido,
guardo el secreto de mi dolor y de mi herida,
y a la vez sucio por dentro, qué estéril
el miedo invisible me lleva a un tercer yo y
me sigo comiendo hasta quedar
hastiado de huesos y de dedos
no me produce el mínimo vómito y
sí mucha risa y odio a mi propio carcelero.
soy “hijo de la luz y de la sombra”,
carne apaleada en un solar inmundo
Ramón Fernández Palmeral