Es en tu piel
secreta
–la que se
esconde
bajo tu blusa–
donde quiero
morir.
En una gota de
sudor
me encarnaré
–tras los
primeros estertores–.
Resbalaré
–como la punta de
una lengua
golosa–
desde tu nuca.
Barreré tu hombro
y tu cuello,
Transitaré,
–puente de luz–
por el inicio
vertiginoso de tu
pecho,
la oscuridad de
tus pezones,
el salto mortal
de tu vientre.
Serán
mis diez dedos
agua
atravesando
tu cuerpo.
La sal,
una sombra en tu
blusa:
silencio.