POESIA PALMERIANA

Los poetas somos como los leones, después de que nos disparen podemos lanzar nuestras garras. Página administrada por el poeta Ramón Palmeral, Alicante (España). Publicamos gratis portadas de los libros que nos envían. El mejor portal de poetas hispanoamericanos seleccionados. Ramón Palmeral poeta de Ciudad Real, nacido en Piedrabuena.
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La mayor satifacción que tengo al escribir es saber que alguien me lea cuando yo esté muerto.

domingo, 26 de febrero de 2012

La amistad de Juan Ramón Jiménez y Miguel Hernández

Desde Orihuela antes de salir para Madrid en su primer viaje, Miguel le escribió a Juan Ramón el 15 de novimbre de 1931, pidéndole audiencia, éste no le hizo caso.

Fue el murciano Juan Guerrero y secretario del Ayuntamiento de Alicante, quien facilitó el encuentro entre ambos poetas en enero de 1936. Al mes siguiente, Juan Ramón consagrará definitivamente con su crítica en las páginas del diario “El Sol” al poeta oriolano tras la publicación de su “Elegía a Sijé” y seis sonetos en la Revista de Occidente.

En 1933 dedicaría Hernández al de Moguer la "Elegía de Gabriel Miró" (J.R.J.) aparecida en La Verdad, de Murcia en junio de 1933. El 10 de junio del 33 le escribe a Juan Guerrero Ruiz, "mi otra elegía a nuestro Gabriel Miró, que le dedico a su amigo Juan Ramón Jiménez" Miguel siempre buscando recomenaciones.

La admiración y el respeto entre ambos poetas fueron mutuos hasta sus respectivos finales: Hernández en 1939 citó a Juan Ramón dos veces en su poema “Llamo a los poetas” del libro El hombre acecha [1939], y a su vez, el moguereño se preguntaba en su retrato del oriolano: “El rayo que no cesa es Miguel Hernández mismo. Si sigue así este rayo, ¿dónde llegará él, dónde llegará, con él la poesía española de nuestro siglo?” Desgraciadamente, a Miguel no le dejaron soñar otros horizontes para nuestra lírica y a Juan Ramón lo condenaron a un doble exilio: el de su patria y el de su idioma.

A Juan R. Giménez

La senda colubriforme
se va con sumo interés.
Acaba la tarde. Enorme,
trepa la luna a un ciprés.



(Un ciprés, pico del ave
alicaída del prado,
que aún del postrer sol suave
se mira crucificado.)