Esta mañana no he sabido que disfraz ponerme
Por Eva Serrano (Nuke)
Hace tanto que no pongo buena cara
para ser políticamente correcta
y he adelgazado tanto,
que todos me quedan grandes,
anchos a la altura del hígado.
Quizás hace un tiempo
los hubiera mandado a arreglar,
a coserles un corchete de bruces
y remendarles la careta,
pero ahora amigo mío,
sólo pienso en descoserles la boca
y mandarlos a callar.
Había pensado en regalarlos,
¿pero quién querría un disfraz usado?,
una sonrisa pasada de moda
y esa "cara de todo va bien"
cansada de camuflarse,
de zurcirse las ganas e hilvanar el deseo.
¿Quién querría unos zapatos
con las suelas desgastadas
y colmadas de parches
que sólo recuerdan un camino?
Mejor los dejo custodiando
el fondo del armario
y les ahorro este dilema.
Prefiero este vestido nuevo
hecho a medida de guiñapos y jirones,
que me ciñe el alma hasta dejarla seca
y me gusta cada día un poquito más.
Esta segunda piel que no calla,
se revela y se adapta como un guante a mi pellejo:
me aborda, me borda y me desborda,
me abriga el corazón hasta quemarme
y me desarropa la vida hasta dejarme fría.