(La lectora tomando el sol en topless en la lengua del agua)
El leer es una contemplación en el más puro silencio, donde lo leído se traduce en meditación, en que las palabras nos conducen al misterio silente, para descubrir el fondo oculto de las cosas y sentirnos unidos a todo lo existente, ya que la luz de la visión se abre en el fondo del corazón, dilatándose y elevándose por encima del universo. Y así podemos describir las imágenes que nos produzca el deleite que se convierta en divino, ya que posee poderes, fuerzas, energías, leyes o verdades que son universales y que trascienden las capacidades humanas.
Queridos lectores me gustaría invitarles a probar una vez este método, aun cuando sea un tanto insólito. No te dejes disuadir por el hecho de que, al leer, normalmente empezamos de inmediato a reflexionar y a hacer intervenir a la razón. Escoge un libro. Toma asiento con calma e imagínate que el personaje central de la trama de la obra está sentado junto a ti, se dirige a ti de una manera personal, te conectas con sus palabras y se disparará automáticamente tu razón crítica, preguntando si estas palabras proceden de la realidad o si han sido compuestas por la imaginación del escritor. Ahora, en este instante, me limito a escoger las palabras tal como son. Hago como si fueran ciertas. Sigue con la lectura y cuando una frase o una palabra te llame la atención, detente y deja que te llegue al corazón. Repítela serenamente, intenta sentir y gustar su misterio, pregúntate que significará esa palabra o frase. Permítelo que esa palabra o frase entre a tu corazón hasta que la atención te relaje. Sigue leyendo con parsimonia, dejando que las palabras te lleguen al corazón. Confía en el ritmo de tu corazón. No tienes porque avanzar mucho en el texto. Proponte tan sólo confrontarte con él veinte minutos. Luego, puedes poner a un lado el libro y limitarte a escuchar a tu interior. Ya no necesitas repetir las palabras. Permanece quieto sencillamente en presencia del contenido del texto. Quizá vislumbres algo de lo que supone la contemplación. Leer te ha serenado. Las palabras te han abierto la puerta al misterio silente, ahora estás contigo mismo, sin palabras, sin imágenes, sin ideas. Estás ahí sin más, totalmente contigo mismo, lleno de ti mismo. Te has identificado con el potencial de las palabras que llevas dentro de ti. Es suficiente. Eso te transforma a ti y transforma tu discurso y tu acción, por eso estoy de acuerdo con lo que dice André Maurois: “La lectura de un buen libro es un diálogo incesante en que el libro habla y el alma contesta”.
VICTOR MANUEL GUZMAÁN VILLENA
http://argosdeibarra.blogspot.com/