La vida va y viene según la ilusión
que ponemos en las hojas deshidratas
que encontramos en los rincones del yo
como bisagras traidoras de los troncos secos apoyados
los pasos ciegos de mis pies
van sobre el espejo que nada reflejan,
mas las huellas de mis pisadas ven
el albero mamífero de toros muertos.
¡Oh, Dios! de los árboles retorcidos
¡Oh, Dios! de los árboles retorcidos
no vuelvas más a esta casa, deja la cuna
intacta: “No la toques jamás”. "No vuelvas".
Yo vuelvo a caer en el dolor del recuerdo
en el dolor de la herida cosida a machetazos
de la selvas nocturnas de la cama de sal y hiel.
la vida va y viene, y uno se acostumbra
a vivir a medias, casi sin nada, solo con tu sombra
esa sombra que te mira desde lejos en el Palmeral
y ya está. Alguna vez llegará la paz a los pájaros
de la cabeza y a la salidas nocturnas sin disolventes,
sin aceitunas en el vermut, que ruedan ya solas,
con unos pies cual hojas deshidratadas, acolchados
no hay preguntas porque no hay quien pregunte.
No hay respuestas porque no queda una hoja virgen
leal a su árbol de cristal y fósforos de luciérnagas.
Ramón Palmera, 13 de marzo 2014