LAS ESTATUAS DE BRONCE TIENEN FRÍO
«…pero debajo de las estatuas no hay amor
no hay amor debajo de los ojos de cristal definitivo».
(«Grito hacia Roma» 1929, Federico García Lorca)
Nunca estuvo Ulises en Nueva York
cual García Lorca desvocado
no cruzó a nado el Gran Charco
ni luchó contra la cólera de Aquiles
ni se enamoró de Helena -nunca se cortó la
melena por ser la
esposa de Melenao.
Un río se puso de pie como un hombre
las ranas aún niñas croaban a un colibrí
sordo como una roca por culpa de amor
desconsiderado de una orquídea.
Del Amazonas sacaron lo indios estaño
más un poco de corazones de cobre
con oro en las entrañas, y construyeron
un busto de bronce encima de una acacia.
Y el cocodrilo de ojos de cucharas de acero
se preguntaban si los estatuas de bronce
sentían frío, y el bronce habló y dijo que
ellos también tenían alma.
Fue cuando el diablo de la cerámica
subió lleno de enfado de los lodos
color cinabrio y violetas vírgenes
y se puso a dar calor al solitario bronce.
Era Orellana, desnudo como un indio
quien en bronce se había convertido,
tenía frío como las copas de los árboles
en el rocío del invierno tropical,
tenía en un ojo un trozo de esmeralda
tenía en la mano una espada,
una espada de aluminio.
Tenía un taparrabos y un casco de vidrio.
¿Tienen frío las estatuas de bronce?
¿Tienen frío los amores perdidos?
¿Tienen ríos los humanos en sus venas?
¿Tienen fuego los glaciales de la guerra?
Ramón Palmeral