El concepto de la novela
Notas extraidas del discurso en la toma de posesión Doctor en Letras Honoris Causa, en la Universidad de George Washington, 24 de febrero de 1920:
"Como debía escoger un tema literario para este breve
discurso, he preferido hablaros de la novela y especialmente de la primera y
más eterna de las novelas.
Hay cierta predisposición a considerar la novela como una
lectura frívola, buena únicamente para jóvenes y para señoras faltas de un
quehacer más serio. Hablar de novela en una ceremonia universitaria parecerá tal
vez a muchos algo que supone ligereza de carácter y falta de estudio
científico. Sin embargo, esta idea es completamente errónea. La novela, como
diré más adelante, es el más completo y definitivo de todos los géneros
literarios.
La novela es tan respetable científicamente como la historia
es simplemente «una historia que fue» y la novela es simplemente «una historia
que pudo ser». Digámoslo de otra forma: «la historia es la novela vivida de los
pueblos» y la novela es «la historia particular de un individuo o de una
familia».
Los historiadores, por graves y solemnes que parezcan, no
son más que novelistas que se han quedado a mitad del camino, evocadores del
pasado, que no saben inventar personajes nuevos y emplean los procedimientos de
inducción y resurrección con personajes que existieron. Los historiadores más
célebres y populares fueron aquellos que tuvieron mejores condiciones de
novelista. Michelet será inmortal; el pintoresco y artista Michelet, que
definió de este modo su ciencia: «La historia es una resurrección.»
La novela representa para todos los humanos una necesidad
intelectual, tan inevitable e imperiosa como las más vulgares necesidades
materiales.
Recordad todo vuestro pasado; remontaos a través de los años hasta
llegar a los primeros de vuestra infancia. Cuando erais niños y,
sintiendo satisfechas vuestras necesidades materiales, sentíais el deseo
de un deleite intelectual, ¿qué es lo que pedíais a vuestra madre o a
la vieja criada encargada de vuestro cuidado? «Cuéntame un
cuento—decíais—, un cuento que sea muy largo, que dure toda la noche.»
Y luego, al ser mayores, todos sentimos la misma necesidad de que nos
cuenten cuentos para hermosear nuestra vida y ahuyentar el tedio que
acompaña las más de las horas. Pero nuestra madre ha muerto ya o, aunque
viviera, somos tan maliciosos, que su pobre cuento nos parecería
aburrido e inocente. Y por esto nos dirigimos a nuestra biblioteca y,
sacando un libro, le decimos al novelista: «Cuéntame un cuento que me
haga olvidar la realidad; un cuento que me permita vivir por unas horas
en un mundo extraordinario o que embellezca el mundo presente».
Nadie escapa al poder mágico de la novela. Los personajes más graves que
parecen despreciarla son los que más intensamente sufren la esclavitud
de la literatura novelesca, cuando se ponen en contacto con ella.
Bien conocida es la anécdota de Gladstone que, pocas horas antes
de ir al Parlamento, donde había de pronunciar un gran discurso como jefe del
gobierno, se entretuvo en hojear una novela de Stevenson que alguien de su
familia había dejado sobre una mesa y, cautivado por el relato, se olvidó de
asistir a la sesión hasta que sus amigos vinieron en su busca.
Es más: la novela se venga de los personajes graves,
haciéndoles admirar las peores y más grotescas de sus invenciones.
El férreo
Bismarck hizo la guerra de 1870 llevando en las pistoleras de su silla de
montar las interminables novelas folletinescas de Ponson du Terrail. Uno de los
mayores disgustos de su vida fue cuando terminó el último volumen de las
aventuras de Rocambole. El Canciller de Hierro deseaba nuevos volúmenes como cualquier
portera de París.
La novela es el género literario más importante de nuestra
época. La música y la novela son los dos grandes descubrimientos intelectuales
de los tiempos modernos.
Anatole France llama a la novela «el opio de los
occidentales». De sus páginas se escapa el humo embriagador de la ilusión que
nos eleva a otros mundos mejores, o nos inspira el deseo de ser más generosos y
más buenos en el mundo presente.
En la historia de todas las literaturas el último género que
aparece, como un producto superior y completo, es la novela. Todos vosotros
conocéis cómo evoluciona la literatura en la vida de los pueblos.
Primeramente surge la poesía lírica. El hombre solitario
siente la necesidad de cantar los espectáculos sublimes de la Naturaleza, la
emoción religiosa ante las fuerzas desconocidas.
Las guerras entre las tribus y
las audaces navegaciones sirven de inspiración a la poesía épica. Las
aglomeraciones populares en el momento de las siegas y las vendimias crean
lentamente el teatro; luego a la comedia satírica sucede la tragedia. Y
únicamente cuando ya han llegado a su mayor desarrollo la poesía lírica, la
poesía épica y el teatro, como suprema y última floración, conjunto y compendio
de todos los anteriores géneros, surge la novela, que lo es todo al mismo
tiempo, pues es drama, tragedia, comedia, epopeya y canto lírico...