POESIA PALMERIANA

Los poetas somos como los leones, después de que nos disparen podemos lanzar nuestras garras. Página administrada por el poeta Ramón Palmeral, Alicante (España). Publicamos gratis portadas de los libros que nos envían. El mejor portal de poetas hispanoamericanos seleccionados. Ramón Palmeral poeta de Ciudad Real, nacido en Piedrabuena.
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La mayor satifacción que tengo al escribir es saber que alguien me lea cuando yo esté muerto.

martes, 15 de enero de 2019

Análisis de texto. Soneto de Quevedo, El parnaso español

Parnaso español
Sonetos


Francisco de Quevedo (1580-1645)


- V -
A la estatua de bronce del Santo Rey Don Felipe III (hijo de Felipo II y sus sobrina Ana Maria de Austría), que está en la casa del campo de Madrid, traída de Florencia (Italia)


¡Oh cuánta majestad! ¡Oh cuánto numen,
en el tercer Filipo, invicto y santo,
presume el bronce que le imita! ¡Oh cuánto
estos semblantes en su luz presumen!

Los siglos reverencian, no consumen,
bulto que igual adoración y espanto
mereció amigo y enemigo, en tanto
que de su vida dilató el volumen.

Osó imitar artífice toscano
al que a Dios imitó de tal manera,
que es, por rey y por santo, soberano.

El bronce, por su imagen verdadera,
se introduce en reliquia, y éste, llano,
en majestad augusta reverbera.


- VI a -
A la misma estatua

Más de bronce será que tu figura
quien la mira en el bronce, si no llora,
cuando ya el sentimiento, que te adora,
hará blando al metal la forma dura.

Quiere de tu caballo la herradura
pisar líquidas sendas, que la aurora
a su paso perfuma, donde Flora
ostenta varia y fértil hermosura.

Dura vida con mano lisonjera
te dio en Florencia artífice ingenioso,
y reinas en las almas y en la esfera.

El bronce, que te imita, es virtuoso.
¡Oh cuánta de los hados gloria fuera,
si en años le imitaras numeroso!


- VI b -
A Roma, sepultada en ruinas

Buscas en Roma a Roma, ¡oh peregrino!,
y en Roma misma a Roma no la hallas:
cadáver son la que ostentó medallas,
y tumba de sí propio el Aventino.

Yace donde reinaba el Palatino;
y limadas del tiempo, las medallas
más se muestran destrozo a las batallas
de las edades que blasón latino.

Sólo el Tibre quedó, cuya corriente,
si ciudad la regó, ya, sepultura,
la llora con funesto son doliente.

¡Oh, Roma!, en tu grandeza, en tu hermosura,
huyó lo que era firme, y solamente
lo fugitivo permanece y dura.