MARTA NÚÑEZ
Tomando
como punto de partida el soneto “Vida” de José Hierro, cuyos versos servirán de
título a estas cuatro composiciones, que se presentan como un juego entre el
“Todo” y la “Nada”, dos términos a la vez que antagónicos, complementarios,
pues el ser humano será conocedor de la realidad del “Todo”, siempre y cuando
haya caído de bruces en el nihilismo más absoluto de la “Nada”, y viceversa.
Si
tomamos estos poemas como una gradación ascendente en cuanto al sentido de la
vida, podemos observar que, aunque desde el primer poema encontremos multitud
de referencias a la muerte y al sinsentido de la vida, una vez que llegamos al
poema cuarto “Tanto todo”, el lector podrá observar un atisbo de esperanza en
esos “últimos besos”, “pues ellos sí verán el deseado mañana”. Es sabido que
los amantes morirán, el ser humano morirá pero, al contrario del verso final
del poema de Hierro “después de tanto todo para nada”, aquí el esfuerzo no será en balde. La vida es
un sufrimiento constante, una lucha por la vida a la manera darwinista.
La “Nada” es
irremediable, pero no por ello carecemos del “Todo” forjado a diario, de esas
pequeñas cosas que se convierten, con el paso del tiempo, en transcendetales.
TANTO TODO
Después de todo, todo ha sido nada,
[…]
Después de nada, o después de todo
[…]
[…]
Después de nada, o después de todo
[…]
después de tanto todo...
JOSÉ HIERRO[1]
DESPUÉS DE TODO
Adiós, parte
sagrada.
Era lo
acordado.
Te pesa la
historia.
Parten los
fuertes de corazón.
No hay criba
para ti.
Me dijiste
adiós.
Era parte del
trato.
Cuando me rozas
la mano, invisiblemente fría
contemplo la
vida que no es,
la mirada
incierta,
el labio
abierto al tiempo,
los años que
nos pesan.
Oigo las
palabras que se fueron,
o que nunca
estuvieron,
ya da igual.
Y quiero arañar
mi herida,
volver allí,
donde entonces,
creía en la
eternidad,
y pasear por el
parque
y decirte
lo que de sobra
ya sabes.
Me pides que me
lo calle.
Que te basta el
silencioso grito,
Que no deben
oírnos.
Es también
parte del trato.
Todavía no entiendo por qué
Todavía no entiendo por qué
firmamos ese
acuerdo con la muerte.
CUANDO TODO SE ACABE
Cuando todo se acabe…
nos refugiaremos en los recuerdos,
como hace el anciano en su sillón.
Haremos el equipaje,
pero, esta vez, para siempre.
Sorberemos ese último café,
lentamente…
Sostendremos esa calma aparente:
firmeza en los ojos,
tersura en los labios.
Paso equívoco hacia la salida.
¡No mires hacia atrás!...
Pero será demasiado tarde.
De nuevo, Orfeo volverá a perder a su Eurídice.
Ya se sabe, la historia siempre,
siempre se repite.
Sólo cambian los actores.
DESPUÉS DE NADA
Quiero llorar mi pena
y te lo digo
en un atardecer fusilado
por mis ánimos corroídos.
Misericordia exijo
o la hoguera eterna
de Mefistófeles increpo.
Que el alba sucumba
y con ella,
el galope de mi cuerpo
aborrecido y aborrecible.
Regresa o finiquita
la agonía de mi vivir.
El castigo sin venganza
que aún cuenta con la esperanza
de este ser aniquilado
en un tiempo equivocado.
Largo domingo de desolación,
de aullido interminable.
Desatendido corazón
que sólo siente el Nevermore
como el cuervo de un tal Poe.
TANTO TODO
Probemos
a amarnos
en
silencio
extiende
tu mano hacia
mi
mejilla. Olvida
el
camino recorrido y párate,
justo
ahí, en mi oscura inocencia.
Transitemos
la misma senda,
en
la que las almas se unen
gritando
al unísono
que
hoy, por fin, son libres.
No
habrá un mañana para nosotros,
insomnes
pecadores,
que
creímos en la luz eterna,
en
amores sin límites,
en
cimientos siempre firmes,
en
los ires y venires
de
esta vida de encuentros furtivos
y,
casi siempre, insanos.
Amor,
ahora que ya sabes
que
hemos de morir,
que
lo nuestro tiene
los
minutos contados, alegrémonos
y
demos gracias por estos
últimos
besos,
colmados
de gracia divina,
pues
ellos sí verán el deseado mañana,
pues
ellos sí serán contados
cuando
las cenizas se apoderen
de
nuestros hoy todavía
serviles
en esto del amor.
[1] HIERRO, José. Cuadernos de Nueva York, Hiperión, 1998.
EL
POEMA
Ni ritmo, ni verso,
sino astucia en el vocablo.
Que el lector grite
con el cretino trino
del verso descosido.
Estrofas desmembradas
por truncados ritmos
entre azarosas rimas
y transeúntes silencios
sinuosos.
¡No ocultes el pensamiento!
Que levite la idea
y se derrame con sutil
degüello,
gota a gota,
la balbuciente sangre
de tu oprimido pecho.
Que perdure el rugido de tu
alma,
en estos tiempos indecorosos
de brutal barbarie
deshonesta.
Que tu pluma,
con dolorosa resignación,
no decaiga cuando
Tú, amigo mío,
yazcas en el olvido
de tus cenizas.
Marta Núñez
.16/11/2015
Currícumun:
Marta Núñez Delegido, Alicante,
1988, aunque ha vivido gran parte de su tiempo en tierras manchegas. Licenciada
en Filología Hispánica, Mención en Filología Clásica por la Universidad de Alicante.
También cuenta con el Máster de Educación Secundaria. La mayor parte de su
formación se centra en torno a la literatura española, concretamente al área de
la poesía. Recientemente ha publicado algunos poemas en la revista de difusión
internacional Cultura de los cuidados, Años VIII, nº40.
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