POESIA PALMERIANA

Los poetas somos como los leones, después de que nos disparen podemos lanzar nuestras garras. Página administrada por el poeta Ramón Palmeral, Alicante (España). Publicamos gratis portadas de los libros que nos envían. El mejor portal de poetas hispanoamericanos seleccionados. Ramón Palmeral poeta de Ciudad Real, nacido en Piedrabuena.
Contacto: ramon.palmeral@gmail.com.
La mayor satifacción que tengo al escribir es saber que alguien me lea cuando yo esté muerto.

martes, 11 de diciembre de 2012

Sólo quien ama vuela



Sólo quien ama vuela. Pero ¿quién ama tanto
 que sea como el pájaro más leve y fugitivo?
 Hundiendo va este odio reinante todo cuanto
 quisiera remontarse directamente vivo.

 Amar... Pero ¿quién ama? Volar... Pero ¿quién vuela?
Conquistaré el azul ávido de plumaje,
pero el amor, abajo siempre, se desconsuela
de no encontrar las alas que da cierto coraje.

Un ser ardiente, claro de deseos, alado,
quiso ascender, tener la libertad por nido.
 Quiso olvidar que el hombre se aleja encadenado.
 Donde faltaban plumas puso valor y olvido.

Iba tan altó a veces, que le resplandecía
sobre la piel el cielo, bajo la piel el ave.
Ser que confundiste con una alondra un día,
 te desplomaste otro como el granizo grave.

Ya sabes que la vida de los demás son losas
con que tapiarte; cárceles con que tragar la tuya.
 Pasa, vida, entre cuerpos, entre rejas hermosas.
 A través de las rejas, libre la sangre afluya.

 Triste instrumento alegre de vestir: apremiante
 tubo de apetecer y respirar el fuego.
Espada devorada por el uso constante.
Cuerpo en cuyo horizonte cerrado me despliego.

 No volarás. No puedes volar, cuerpo que vagas
 por estas galerías donde el aire es mi nido.
 Por más que te debatas por ascender, naufragas.
No clamarás. El campo sigue desierto y mudo.

 Los brazos no aletean. Son acaso una cola
que el corazón quisiera lanzar al firmamento.
La sangre se entristece de debatirse sola.
 Los ojos vuelven tristes de mal conocimiento.

 Cada ciudad, dormida, despierta, loca, exhala
 un silencio de cárcel, de* sueño que arde y llueve
 como un élitro ronco de no poder ser ala.
 El hombre yace. El cielo se eleva. El aire muere.

MIGUEL HERNANDEZ (1910-1942)

En página 82 de Miguel Hernández en Alicante, Colección Ifach, Alicante 1976.

Revista Verbo octubre-noviembre 1946