Dijo él: He de marchar a otra ciudad, otro país.
Otro país donde me encuentre mejor que en este.
He de buscar una ausencia olvidada lejos de aquí.
Aquí los esfuerzos anteriores han sido birlados;
la herencia social ha sido vulnerada, tragada
por los tricabestros cancerberos, ellos han vomitado
por la borda lo que les ha sobrado a un proceloso
mar contaminado con sus salivas. Nuestro y vuestro
sendero despacioso de seguridad y alacridad.
Han mutilado el futuro.
Ahora no vemos la luz de la maldita oquedad.
Las amas de casa decían: No puedo
llegar a final de mes.
Ahora: No puedo comenzar siquiera
el mes.
Qué equivocados estaban, quienes no participaron
en la defensa de la sociedad democráticamente.
Ahora: Si no tenemos una suerte, una mirífica providencia;
¿qué va ser de mi nieta, mis hijos, de nosotros los abuelos,
de los desfavorecidos, a quienes no les queda nada
que no sea hambre y necesidades humanas?.
¡Qué pena bruna, suprema!.
© Manuel-Roberto Leonís, 14
noviembre 2012.